Las agrupaciones evangélicas, a imitación del Frepap del desaparecido Ataucusi, se están convirtiendo en un partido político con creciente penetración abierta y encubierta.
Este 30 de julio, como el año pasado, solicitaron al presidente García participar en su ceremonia de acción de gracias, para la cual movilizaron a todos sus correligionarios, como si un presidente fuese a consolidar su credo o sus dogmas.
Nada más contrario al espíritu de la doctrina cristiana, que desde tiempos de Jesús no pretendió buscar el apoyo del César. Si ahora las ceremonias católicas son parte de la tradición, ello viene desde la época del emperador Constantino, quien al convertirse al cristianismo en el siglo IV fue más bien él quien buscó a la Iglesia. Desde entonces los emperadores europeos gradualmente hicieron lo mismo, de modo que en las celebraciones oficiales imperiales la presencia de la Iglesia fue infaltable: en las coronaciones, en las plegarias públicas, en acciones de gracias, para solicitar su bendición, etc. De allí nuestra herencia que llegó hace cinco siglos con el virreinato y pasó a la era republicana, un ejemplo es el Te Deum.
Dicho esto, resaltamos la ignorancia y soberbia de Javier Cortázar, pastor de los evangélicos, quien busca reconocimiento del gobierno: “somos el 12.5% de la población en el Perú, somos peruanos cristianos evangélicos y por eso exhortamos a que a futuro los demás gobiernos sigan el ejemplo democrático del actual gobierno que con la presencia de nuestro Presidente evidencia su respeto a nuestra comunidad”, exigió, y solicitó que se atienda el pedido de la comunidad evangélica de institucionalizar la ceremonia de acción de gracias.
Ignorancia, pues desconoce que el Te Deum del 28 de julio es una acción de gracias especial heredada, como hemos visto, desde la antigüedad europea. Soberbia, porque trata a los peruanos y católicos como salvajes que no saben realizar ceremonias de acción de gracias o que las desconocen, y ellos se prestan a “enseñarnos” lo que es eso.
Malas costumbres
Pero la conversión de este grupo en una agrupación política de hecho, en lugar de insuflar valores cristianos en la política, está echando un tinte oscuro en ella. Comenzando por su líder, Humberto Lay Sun, contra quien sus correligionarios han lanzado acusaciones exigiendo rendición de cuentas sobre hechos que no fueron debidamente esclarecidos.
Al proclamarse García ganador de las últimas elecciones, Lay Sun corrió a ponerse a su disposición. Posteriormente vemos que la votación de su agrupación en el Congreso, Restauración Nacional, sistemáticamente obedece a los caprichos oficialistas.
Ayer, el anuncio de una nueva agrupación parlamentaria, Unión Nacional, liderada por el evangélico Juan Perry, acompañado de los tránsfugas Walter Menchola, Fabiola Morales, la evangélica Alda Lazo, Wilder Ruiz y Wilson Urtecho, ha sido una prueba más del caro favor que hacen los evangélicos cumpliendo los designios alanistas, pues están rompiendo más la ya débil oposición a este voraz gobierno.
Los disfrazados de piadosos
En conclusión, la inclinación religiosa de los políticos debe limitarse al ámbito personal o familiar, como un asunto de su vida privada; es deprimente que políticos de la catadura de los que tenemos en el Ejecutivo y en el Legislativo se atrevan a entrar a un templo.