Universidades públicas: otro engaño del APRA
Continuando con la corruptora política antidemocrática de promover el transfuguismo, el APRA convenció al congresista Aldo Estrada (del partido Unión por el Perú (UPP)) para que se le diera una vicepresidencia a cambio de apoyar al aprista Luis Gonzales en la elección de la mesa directiva del Congreso. Si nos preguntamos qué ofreció el APRA a Aldo Estrada para que traicionara a su partido, la respuesta es que el tránsfuga quería que se aprobara un proyecto de ley para crear una universidad nacional en Juliaca, y eso se le dio… trato hecho.
Continuando con la corruptora política antidemocrática de promover el transfuguismo, el APRA convenció al congresista Aldo Estrada (del partido Unión por el Perú (UPP)) para que se le diera una vicepresidencia a cambio de apoyar al aprista Luis Gonzales en la elección de la mesa directiva del Congreso. Si nos preguntamos qué ofreció el APRA a Aldo Estrada para que traicionara a su partido, la respuesta es que el tránsfuga quería que se aprobara un proyecto de ley para crear una universidad nacional en Juliaca, y eso se le dio… trato hecho.
Una primera mirada a este caso muestra un ejemplo de corrupción política y, además, la irresponsabilidad tanto de los agentes corruptores (los apristas) como del corrupto (Aldo Estrada). Por otro lado, es irresponsabilidad porque se somete la creación de una universidad al cubileteo político, al toma y daca de los corruptos. Buscando rescatar lo que hay de bueno en una situación mala y corrupta, se podría decir que lo hecho sería justificable porque al final la juventud de Juliaca tendrá un centro de estudios superiores, aunque esta nueva universidad sea un engaño por la baja calidad de enseñanza que tendrá. Por el lado del cinismo político podría decirse que al crear una universidad se atiende un deseo del pueblo (como están las cosas en el Perú, ¿qué provincia o distrito no querrá universidad?).
También es pertinente preguntarnos si el Perú necesita más universidades. La respuesta es no; más bien se debe reducir el número de universidades. Según información reciente de la Asamblea Nacional de Rectores (ANR) hay en la actualidad 28 universidades públicas (estatales). A propósito, llama la atención que en el sitio de internet de la ANR, cuando se presenta la relación de universidades del estado aparezca el encabezamiento “Universidades Públicas bajo la jurisdicción de la Asamblea Nacional de Rectores”, lo cual da a entender que hay otras universidades públicas (¿cuáles?) que no están bajo la jurisdicción de la ANR. Así es, hay otras (21 entre privadas y públicas) que están bajo control de la Comisión Nacional para Funcionamiento de Universidades (CONAFU), ente encargado de supervisar el funcionamiento de universidades de reciente creación. De las 21 universidades, seis por su nombre (“Nacional”) son públicas: Nacional Tecnológica del Cono Sur, Nacional José María Arquedas de Andahuaylas, Nacional Intercultural de la Amazonia, Nacional Micaela Bastidas de Apurímac y Nacional Amazónica Madre de Dios. Nótese, además, que en el departamento de Apurímac hay dos universidades (Nacional José Maria Arquedas y Nacional Micaela Bastidas)… Sumando, tenemos 28 universidades bajo jurisdicción de la ANR, más seis bajo jurisdicción de la CONAFU más la de Juliaca: 35 universidades. ¡El sueño de la universidad propia para cada provincia, jugando con el dinero de todo el pueblo peruano! ¡Ya hemos llegado e a la era de las sachauniversidades o falsas universidades! Véase en la Nota 7 de este texto lo que dijo un especialista sobre la proliferación de universidades.
Devaluación de las universidades
Si bien es cierto que la educación es un derecho reconocido en todos los países del mundo, es necesario establecer diferencias en cuanto a los niveles. La educación en sus niveles inicial, primario y secundario es de acceso abierto y prácticamente irrestricto1, esto es, todo niño o niña se matricula y estudia hasta donde pueda avanzar o hasta donde lo permitan los recursos de la familia. Pero las expectativas sociales de tener hijos que sean profesionales con título universitario han llevado a que en todo el país la gente pida universidades, porque habiendo más universidades aumentan las posibilidades de seguir estudios universitarios (es obvio que si en lugar de tres universidades tenemos diez, aumentan las posibilidades de ingreso de los postulantes). Que después se vea que la formación recibida en la universidad es mediocre y tengamos ingenieros, médicos o abogados trabajando de taxistas es algo que todos pasan por alto o no quieren ver (hasta que la realidad obliga a verlo). Ahora bien, pese a que tenemos muchas más universidades de las que necesitamos, una encuesta realizada por la universidad de Lima en abril de este año 2007 revela que el 78% de los entrevistados piensa que deberían crearse más universidades2. Por supuesto que los políticos de todos los partidos están atentos a este estado de ánimo, y así se explica el transfuguismo de Aldo Estrada, quien desde el punto de vista cívico y político es un traidor, pero desde el cristal con que ven la realidad sus paisanos puneños es un héroe que en aras de la educación se ha sacrificado, hundiéndose en el fango del oprobio y la vergüenza.
La universidad es selectiva. A diferencia de lo que ocurre en educación inicial, primaria y secundaria, que se puede estudiar sin dar examen previo, el ingreso a la universidad se consigue mediante alguna evaluación, que según los países puede basarse en las notas o calificativos obtenidos en la secundaria o en la nota obtenida en un examen. Sea como fuere, hay una restricción, que es normal y necesaria, porque la universidad debe seleccionar a las personas que tengan las mejores condiciones para estudiar las diferentes carreras. La gente no entiende que una cosa es, por ejemplo, pedir al gobierno que construya un hospital para la provincia, y otra muy diferente es pedir la creación de una universidad para la provincia. El hospital siempre es necesario y allí va todo el mundo a atenderse; la universidad, en cambio debe estar sólo en las ciudades en que deben estar según la planificación y las necesidades del estado.
En un país en que está muy arraigada la idea de ser profesional de carrera universitaria, es lógico que los jóvenes deseen realizar su ilusión a como dé lugar, sin que importe la calidad de la formación que reciban o que después no encuentren trabajo en la carrera que han seguido. No comprenden que la educación universitaria debe ser muy selectiva y que pocos son los que puedan estudiar en ese nivel. En el Perú las universidades no se crean siguiendo criterios de planificación sino políticos; basta que las organizaciones sociales de una zona presionen un poco, y el gobierno central finalmente les da el gusto: por ley crea la universidad que piden. Veamos algunos titulares de diarios: “Recolectarán firmas para pedir universidad en Huaral”3, “Y no está en campaña / Toledo otorga recursos para universidad”4, “Promesas de salida / Toledo ofrece universidad para SJL”5. Para la mayoría de políticos de todos los partidos es difícil resistir la presión popular de la población que pide universidad; si no acceden, pierden muchos votos. Ningún político —de derecha, de izquierda, de centro o tránsfuga, que no independiente— se atreve a explicar a la gente que en verdad necesitamos menos universidades y que se debe cerrar por lo menos el 60% de ellas, para reorganizar el sistema universitario, con menos universidades y con más calidad, con más y mejores opciones laborales para los profesionales egresados y con más beneficio para el desarrollo del país. Las necesidades de la patria no pueden estar sujetas a las expectativas laborales de muchos profesores universitarios que se opondrían a la reorganización únicamente para mantener sus puestos de trabajo.
Pero la culpa no es sólo de los políticos, también lo es de la mencionada ANR que ni pide recortar el número de universidades existentes ni —esto es lo más grave— se opone a la creación de nuevas universidades públicas6. Mejor que nadie, los miembros de la ANR saben que el nivel de calidad de la enseñanza es bajo y que el presupuesto que asigna el estado a las universidades es igualmente bajo, con el agravante de que cada nueva universidad estatal que se crea disminuye de algún modo la porción que corresponde a las preexistentes. Que sepamos, fuera de alguna declaración personal7, nunca se ha visto a la ANR enfrentada a ningún gobierno oponiéndose a la creación de nuevas universidades públicas.
Si decimos que la universidad es selectiva, esto significa también que, desde el punto de vista socioeconómico, no todos pueden estudiar; no hay verdaderos estudios universitarios que sean baratos. ¿Los estudiantes pobres quedan fuera de carrera? No. Los estudiantes pobres, de familias de muy bajos ingresos económicos, que sean de rendimiento sobresaliente deben gozar de becas integrales, que cubran todo (alimentación, salud, libros y materiales requeridos para sus estudios).
La universidad peruana de espaldas a la realidad
Como hemos visto, al tener móvil político la creación de universidades privadas no toma en cuenta criterios académicos ni de planificación ni de calidad; simplemente “se crea” una universidad como quien pone una escuela o una comisaría. Tampoco debemos ignorar que detrás y entre las masas ciudadanas que piden universidad para esta provincia o para esta otra, están los profesionales náufragos que ven en la nueva universidad la oportunidad de contar con un empleo más o menos seguro; o sea que ese profesional mediocre está ansioso por empezar a trabajar en una universidad hecha a la medida de su mediocridad (¿no se dice que la pobreza engendra pobreza?). Todo esto nos da el mensaje de que en su conjunto la universidad peruana no aporta una respuesta adecuada a las necesidades del país. ¿Pruebas? Van dos que saltan a la vista inmediatamente.
¿No es hasta hoy noticia el que por falta de proyectos bien hechos (o simplemente por absoluta falta de proyectos) las regiones no pueden gastar el presupuesto que se les asigna? ¿Y a este respecto qué han hecho las universidades? Si los catedráticos, en vez de luchar nada más que por mantenerse en un puesto de trabajo (¿no será que si los botan de la universidad no tienen donde ir a trabajar?), meditaran en las necesidades del Perú, hace tiempo que los estudiantes de, por ejemplo, Sociología, Economía y Administración tendrían ya en su plan de estudios cursos de elaboración de proyectos, de manera que todo egresado de esas carreras podría intervenir con éxito en la elaboración de los proyectos que necesitan las regiones y el país. Otro ejemplo ilustrativo es el del muy bajo nivel de conocimientos de los profesores, a quienes el gobierno, vía Ministerio de Educación, asusta con el cuco de la evaluación. En este caso, nadie quiere ver una de las causas principales y obvias: esos profesores deficientes simplemente reflejan la mala formación que recibieron en las universidades8, lo cual quiere decir que la universidad peruana es parte del problema, no es parte de la solución.
Calidad
En la década pasada, la palabra “excelencia” se puso de moda en todos los ámbitos de la vida social: en el mundo empresarial, en el mundo académico, en la política… En lo que respecta a la universidad se empezó a hablar de “excelencia académica”. ¿Son excelentes nuestros profesionales y nuestros catedráticos? Se han realizado estudios y podríamos decir que, salvo núcleos aislados de profesionales serios, la universidad peruana dista mucho de poder alcanzar la excelencia, que será tarea imposible si continúan en vigencia los criterios erráticos que en ella imperan. Un estudio bibliométrico9 nos da, entre otros, los siguientes datos: el Perú en 2004 produjo 283 publicaciones en revistas indexadas (las que se publican siguiendo normas internacionales de calidad), frente a 2842 de Chile, 759 de Colombia 935 de Venezuela. La comparación de lo que producimos en publicaciones frente a Chile, país delincuente, es cruel: 283 de nosotros frente a 2842 de ellos.
En el plano interno, nacional, el mismo trabajo nos dice que en el año 2004 las publicaciones indexadas tuvieron la siguiente distribución en nuestras universidades nacionales y privadas:
También es pertinente preguntarnos si el Perú necesita más universidades. La respuesta es no; más bien se debe reducir el número de universidades. Según información reciente de la Asamblea Nacional de Rectores (ANR) hay en la actualidad 28 universidades públicas (estatales). A propósito, llama la atención que en el sitio de internet de la ANR, cuando se presenta la relación de universidades del estado aparezca el encabezamiento “Universidades Públicas bajo la jurisdicción de la Asamblea Nacional de Rectores”, lo cual da a entender que hay otras universidades públicas (¿cuáles?) que no están bajo la jurisdicción de la ANR. Así es, hay otras (21 entre privadas y públicas) que están bajo control de la Comisión Nacional para Funcionamiento de Universidades (CONAFU), ente encargado de supervisar el funcionamiento de universidades de reciente creación. De las 21 universidades, seis por su nombre (“Nacional”) son públicas: Nacional Tecnológica del Cono Sur, Nacional José María Arquedas de Andahuaylas, Nacional Intercultural de la Amazonia, Nacional Micaela Bastidas de Apurímac y Nacional Amazónica Madre de Dios. Nótese, además, que en el departamento de Apurímac hay dos universidades (Nacional José Maria Arquedas y Nacional Micaela Bastidas)… Sumando, tenemos 28 universidades bajo jurisdicción de la ANR, más seis bajo jurisdicción de la CONAFU más la de Juliaca: 35 universidades. ¡El sueño de la universidad propia para cada provincia, jugando con el dinero de todo el pueblo peruano! ¡Ya hemos llegado e a la era de las sachauniversidades o falsas universidades! Véase en la Nota 7 de este texto lo que dijo un especialista sobre la proliferación de universidades.
Devaluación de las universidades
Si bien es cierto que la educación es un derecho reconocido en todos los países del mundo, es necesario establecer diferencias en cuanto a los niveles. La educación en sus niveles inicial, primario y secundario es de acceso abierto y prácticamente irrestricto1, esto es, todo niño o niña se matricula y estudia hasta donde pueda avanzar o hasta donde lo permitan los recursos de la familia. Pero las expectativas sociales de tener hijos que sean profesionales con título universitario han llevado a que en todo el país la gente pida universidades, porque habiendo más universidades aumentan las posibilidades de seguir estudios universitarios (es obvio que si en lugar de tres universidades tenemos diez, aumentan las posibilidades de ingreso de los postulantes). Que después se vea que la formación recibida en la universidad es mediocre y tengamos ingenieros, médicos o abogados trabajando de taxistas es algo que todos pasan por alto o no quieren ver (hasta que la realidad obliga a verlo). Ahora bien, pese a que tenemos muchas más universidades de las que necesitamos, una encuesta realizada por la universidad de Lima en abril de este año 2007 revela que el 78% de los entrevistados piensa que deberían crearse más universidades2. Por supuesto que los políticos de todos los partidos están atentos a este estado de ánimo, y así se explica el transfuguismo de Aldo Estrada, quien desde el punto de vista cívico y político es un traidor, pero desde el cristal con que ven la realidad sus paisanos puneños es un héroe que en aras de la educación se ha sacrificado, hundiéndose en el fango del oprobio y la vergüenza.
La universidad es selectiva. A diferencia de lo que ocurre en educación inicial, primaria y secundaria, que se puede estudiar sin dar examen previo, el ingreso a la universidad se consigue mediante alguna evaluación, que según los países puede basarse en las notas o calificativos obtenidos en la secundaria o en la nota obtenida en un examen. Sea como fuere, hay una restricción, que es normal y necesaria, porque la universidad debe seleccionar a las personas que tengan las mejores condiciones para estudiar las diferentes carreras. La gente no entiende que una cosa es, por ejemplo, pedir al gobierno que construya un hospital para la provincia, y otra muy diferente es pedir la creación de una universidad para la provincia. El hospital siempre es necesario y allí va todo el mundo a atenderse; la universidad, en cambio debe estar sólo en las ciudades en que deben estar según la planificación y las necesidades del estado.
En un país en que está muy arraigada la idea de ser profesional de carrera universitaria, es lógico que los jóvenes deseen realizar su ilusión a como dé lugar, sin que importe la calidad de la formación que reciban o que después no encuentren trabajo en la carrera que han seguido. No comprenden que la educación universitaria debe ser muy selectiva y que pocos son los que puedan estudiar en ese nivel. En el Perú las universidades no se crean siguiendo criterios de planificación sino políticos; basta que las organizaciones sociales de una zona presionen un poco, y el gobierno central finalmente les da el gusto: por ley crea la universidad que piden. Veamos algunos titulares de diarios: “Recolectarán firmas para pedir universidad en Huaral”3, “Y no está en campaña / Toledo otorga recursos para universidad”4, “Promesas de salida / Toledo ofrece universidad para SJL”5. Para la mayoría de políticos de todos los partidos es difícil resistir la presión popular de la población que pide universidad; si no acceden, pierden muchos votos. Ningún político —de derecha, de izquierda, de centro o tránsfuga, que no independiente— se atreve a explicar a la gente que en verdad necesitamos menos universidades y que se debe cerrar por lo menos el 60% de ellas, para reorganizar el sistema universitario, con menos universidades y con más calidad, con más y mejores opciones laborales para los profesionales egresados y con más beneficio para el desarrollo del país. Las necesidades de la patria no pueden estar sujetas a las expectativas laborales de muchos profesores universitarios que se opondrían a la reorganización únicamente para mantener sus puestos de trabajo.
Pero la culpa no es sólo de los políticos, también lo es de la mencionada ANR que ni pide recortar el número de universidades existentes ni —esto es lo más grave— se opone a la creación de nuevas universidades públicas6. Mejor que nadie, los miembros de la ANR saben que el nivel de calidad de la enseñanza es bajo y que el presupuesto que asigna el estado a las universidades es igualmente bajo, con el agravante de que cada nueva universidad estatal que se crea disminuye de algún modo la porción que corresponde a las preexistentes. Que sepamos, fuera de alguna declaración personal7, nunca se ha visto a la ANR enfrentada a ningún gobierno oponiéndose a la creación de nuevas universidades públicas.
Si decimos que la universidad es selectiva, esto significa también que, desde el punto de vista socioeconómico, no todos pueden estudiar; no hay verdaderos estudios universitarios que sean baratos. ¿Los estudiantes pobres quedan fuera de carrera? No. Los estudiantes pobres, de familias de muy bajos ingresos económicos, que sean de rendimiento sobresaliente deben gozar de becas integrales, que cubran todo (alimentación, salud, libros y materiales requeridos para sus estudios).
La universidad peruana de espaldas a la realidad
Como hemos visto, al tener móvil político la creación de universidades privadas no toma en cuenta criterios académicos ni de planificación ni de calidad; simplemente “se crea” una universidad como quien pone una escuela o una comisaría. Tampoco debemos ignorar que detrás y entre las masas ciudadanas que piden universidad para esta provincia o para esta otra, están los profesionales náufragos que ven en la nueva universidad la oportunidad de contar con un empleo más o menos seguro; o sea que ese profesional mediocre está ansioso por empezar a trabajar en una universidad hecha a la medida de su mediocridad (¿no se dice que la pobreza engendra pobreza?). Todo esto nos da el mensaje de que en su conjunto la universidad peruana no aporta una respuesta adecuada a las necesidades del país. ¿Pruebas? Van dos que saltan a la vista inmediatamente.
¿No es hasta hoy noticia el que por falta de proyectos bien hechos (o simplemente por absoluta falta de proyectos) las regiones no pueden gastar el presupuesto que se les asigna? ¿Y a este respecto qué han hecho las universidades? Si los catedráticos, en vez de luchar nada más que por mantenerse en un puesto de trabajo (¿no será que si los botan de la universidad no tienen donde ir a trabajar?), meditaran en las necesidades del Perú, hace tiempo que los estudiantes de, por ejemplo, Sociología, Economía y Administración tendrían ya en su plan de estudios cursos de elaboración de proyectos, de manera que todo egresado de esas carreras podría intervenir con éxito en la elaboración de los proyectos que necesitan las regiones y el país. Otro ejemplo ilustrativo es el del muy bajo nivel de conocimientos de los profesores, a quienes el gobierno, vía Ministerio de Educación, asusta con el cuco de la evaluación. En este caso, nadie quiere ver una de las causas principales y obvias: esos profesores deficientes simplemente reflejan la mala formación que recibieron en las universidades8, lo cual quiere decir que la universidad peruana es parte del problema, no es parte de la solución.
Calidad
En la década pasada, la palabra “excelencia” se puso de moda en todos los ámbitos de la vida social: en el mundo empresarial, en el mundo académico, en la política… En lo que respecta a la universidad se empezó a hablar de “excelencia académica”. ¿Son excelentes nuestros profesionales y nuestros catedráticos? Se han realizado estudios y podríamos decir que, salvo núcleos aislados de profesionales serios, la universidad peruana dista mucho de poder alcanzar la excelencia, que será tarea imposible si continúan en vigencia los criterios erráticos que en ella imperan. Un estudio bibliométrico9 nos da, entre otros, los siguientes datos: el Perú en 2004 produjo 283 publicaciones en revistas indexadas (las que se publican siguiendo normas internacionales de calidad), frente a 2842 de Chile, 759 de Colombia 935 de Venezuela. La comparación de lo que producimos en publicaciones frente a Chile, país delincuente, es cruel: 283 de nosotros frente a 2842 de ellos.
En el plano interno, nacional, el mismo trabajo nos dice que en el año 2004 las publicaciones indexadas tuvieron la siguiente distribución en nuestras universidades nacionales y privadas:
Univ. Peruana Cayetano Heredia Univ. Nacional Mayor de San Marcos Univ. Nacional Agraria de La Molina Univ. Nacional de Ingeniería Pontificia Universidad Católica del Perú Univ. Nacional San Antonio de Abad del Cusco Univ. Nacional de Trujillo Univ. Nacional de la Amazonía Peruana Univ. Nacional de Piura Univ. Nacional San Agustín de Arequipa Univ. Privada Antenor Orrego Univ. del Pacífico Univ. Nacional San Cristóbal de Huamanga Univ. Peruana Unión Univ. Científica del Sur Univ. Nacional Faustino Sánchez Carrión Univ. Nacional Jorge Basadre Univ. Nacional Agraria de la Selva Univ. Nacional San Luis Gonzaga Univ. Nacional Federico Villarreal Univ. Nacional del Altiplano Peruano Univ. de Lima Univ. Peruana Unión |
53 44 9 8 7 7 4 4 3 2 2 2 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 |
El resto de universidades peruanas, públicas o privadas, no tiene ninguna publicación. El desnivel entre las dos primeras y las demás es evidente. La baja productividad se explica, entre otros factores, por la baja calidad académica de muchos profesores universitarios que piensan que un profesor va a la universidad sólo a enseñar10, no a realizar trabajo de investigación. Añádase a esto que para quienes obtienen maestrías o doctorados estos grados son sólo elementos que les permitirán mantenerse en el puesto o ascender, pero no son marca distintiva de un investigador. Por tanto, hay que dudar seriamente de la validez de grados de maestría o doctorado cuyos portadores no los sustenten a lo largo de su carrera universitaria con artículos en publicaciones acreditadas (revistas indexadas), más que con libros (para algunos pícaros es relativamente fácil hacer un libro sacando un poco de aquí y un poco de allá).
El actual gobierno quiere solucionar este problema creando más universidades. ¿Será una idea acertada? Si la Universidad de Juliaca es tan buena como la Sorbona, ¿enviará el presidente a alguno de sus hijos a estudiar allí?
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1 En el Perú la cobertura del sistema es amplio, hay escuelas casi en todas partes; pero se brinda una educación que por su bajísima calidad es ya una estafa, de la cual sólo se salvan los educandos cuyos padres pueden ponerlos a estudiar en centros educativos privados.
2 “En reciente encuesta de la U. de Lima / 78% pide más universidades nacionales” en La República, Lima 18-04-2007, p. 20.
3 El Comercio, Lima 01-02-2005, p. a10.
4 El Comercio, Lima 16-03-2006, p. a7.
5 El Comercio, Lima 07-03-2006, p. a7.
6 Lo de las universidades privadas ya es otro asunto; hay unas pocas buenas y muchas deficientes; pero —al menos en teoría— no significan un gasto para el estado.
7 Como conducta excepcional tenemos declaraciones del año 2003 de Francisco Delgado de la Flor, en esa fecha Presidente de la ANR: “Tenemos 80 universidades de las cuales 33 son estatales, cinco de ellas creadas en los últimos años, sin embargo el presupuesto global, 800 millones de soles, continúa siendo el mismo, sólo que en lugar de repartir la torta entre 28 ahora hay que repartir entre 33” (“Es peligroso crear más universidades” en El Comercio, Lima 02-03-2003, p. a17).
8 No mencionamos los institutos pedagógicos, cuya existencia alienta y promueve el estado peruano con la finalidad de seguir dando al pueblo una educación deficiente y de convertir a la carrera docente en una profesión de mando medio. A nadie engañan subiendo de 4 a 5 años el tiempo de estudios requeridos para obtener en esos institutos el título de profesor.
9 Raúl F. Cuevas, María Mestanza Zúñiga y Augusto Alcalde: “La producción científica en el Perú / Estudio de los indicadores bibliométricos en el 2004 (Parte I)” en Boletín, N.o 54, Lima, Consejo Superior de Investigaciones de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, pp. 20-26.
10 Y los alumnos están contentos con el profesor “que enseña bien”, que “se hace entender”, cuando los criterios para juzgar al profesor universitario son básicamente dos: que haga investigaciones y publique los resultados en revistas o boletines serios, y que asesore tesis (es sabido que en muchas universidades nacionales los profesores tienen terror de asesorar tesis, lo cual deja a los alumnos con la perspectiva de mendigar asesor de tesis, hasta que alguien se digne asesorarlos; intencionalmente, los reglamentos no establecen con claridad ni plazos ni obligaciones, lo cual facilita que los docentes jueguen al gran bonetón con los alumnos que buscan asesoría).