Aparentando preocupación por el espionaje chileno, el señor Jorge del Castillo invocó a unir el país tras la palabra presidencial, para que no se oigan voces disonantes y se entienda el rechazo unánime del Perú ante la ofensa que Chile nos infiere con el espionaje. O sea que para Jorge del Castillo los peruanos, olvidando diferencias políticas e ideológicas, debemos dejar que el siervo complaciente que sirve a Chile se ocupe de poner las cosas en claro ante sus amos chilenos.
Esa invocación sería buena y atendible si no fuera porque sale de la boca de un representante del Partido Aprista Peruano (PAP), fiel defensor de los intereses chilenos y colaborador incansable de la política chilena de convertir al Perú en colonia económica de Chile, con una economía controlada en todos sus aspectos por los chilenos, control que en el caso de los puertos, por ejemplo en Paita, les permite golpear a los exportadores peruanos e incluso ecuatorianos que exportaban por Paita y mantener a Paita en una situación de segundo plano, para que de ninguna manera compita con puertos chilenos.
Anteriormente1 hemos señalado que el PAP tiene una particular deuda de gratitud con Chile, que durante décadas recibió a exiliados apristas que huían de persecuciones dictatoriales, todo como premio por la visita que en 1922 realizó Víctor Raúl Haya de la Torre (VRHT) a Chile, mientras este país perseguía y asesinaba peruanos en Arica y Tacna, al mismo tiempo que se negaba a realizar el plebiscito previsto en el tratado de Ancón, que puso fin a la guerra. VRHT mostró sus mejores modales ante los agresores del Perú y no expresó preocupación alguna por la población peruana que vivía maltratada y perseguida en las entonces provincias cautivas.
Efectos y reacciones. La noticia del espionaje llegó a Alan García mientras estaba en Asia, en una reunión de la APEC que ha tenido lugar en Singapur. Con un mínimo de buen instinto político, la gente de Inteligencia de la FAP soltó la noticia en esa coyuntura, lo que, más que poner en aprietos a Alan García, que suspendió su permanencia en la reunión, ha servido para exponer a todo el mundo la clase de país que es Chile. Esta situación causó estupor entre los apristas, que no podían comprender cómo les pagaba así Chile, país al que con tanto entusiasmo sirven (véase, si no, qué es el cuento de las “cuerdas separadas”). Quien reflejó esto con mayor claridad ha sido Javier Velásquez Quesquén, presidente del Consejo de Ministros, que en un primer momento, con reacción pavloviana de fiel mayordomo, dijo que el espionaje “de ninguna manera” tenía que afectar las relaciones económicas y comerciales entre el Perú y Chile. Dándose cuenta de tamaño disparate, luego dijo solemnemente que se debe investigar las ramificaciones del delito, y ante las torpes declaraciones que sobre el caso dio el canciller chileno Mariano Fernández, retrucó Velásquez diciendo que ante hechos concretos no deben salirse por la tangente.
Habla el siervo complaciente
Cuando todos esperaban una conducta digna de un presidente y acorde con la práctica diplomática internacional, que es expulsar al embajador2 del país que infiere el agravio, Alan García, temeroso de incomodar a la presidenta cuya mano besó sumisamente, se limitó a expresiones no sólo inocuas sino exculpatorias del gobierno chileno. Para el registro histórico de la ignominia quedan estas lacayunas palabras: “Queremos creer que estos son algunos sectores —no el gobierno en su conjunto y por cierto no el pueblo chileno— que todavía conservan las costumbres dictatoriales y pinochetistas en la relación de Chile con sus vecinos”. El mensaje que transmiten estas palabras es ni más ni menos que Alan García exculpa a la presidenta de Chile y a la cúpula político-militar chilena. Comulgando no con hostias sino con ruedas de molino, el siervo complaciente se aferra a la opinión (“Queremos creer…”) de que las acciones hostiles de un estado contra otro (espionaje, usurpaciones territoriales, etc.) no son producto de decisiones tomadas desde las más altas esferas del poder, sino de la acción espontánea y no controlada de mandos medios de la fuerza armada.
Pero este individuo, obnubilado por complacer a Chile —no olvidemos el “no se vayan a enojar los chilenos si no les vendemos gas”—, no sólo no lee la historia del Perú sino que ignora incluso lo que publica la prensa internacional. Si leyera algo y si lo tomara en cuenta, sabría que su querida presidenta Bachelet es una veterana en las artes del espionaje. En 2003, siendo ella ministra de Defensa, agentes de inteligencia de Chile irrumpieron en la oficina consular argentina de Punta Arenas. El cónsul argentino los sorprendió, opuso resistencia y llegó a quitar a uno de los chilenos su documento de identidad. Este grosero caso de espionaje con asalto no cumplió el objetivo chileno de apoderarse de determinada documentación.
Lamentablemente, en el caso del espionaje chileno cometido contra el Perú, los chilenos sí lograron su objetivo de conseguir la información que les interesaba. Si consideramos los antecedentes históricos de agresión chilena y su actual ansia imparable de usurpar tierra y mar del Perú, es pertinente preguntar por qué el gobierno peruano no da una respuesta adecuada y contundente. No lo hace porque este gobierno es promotor del copamiento chileno de nuestra economía; el siervo complaciente y su partido aprista trabajan denodadamente para consolidar el dominio de Chile; siendo así, mal podríamos esperar que el siervo complaciente y el Apra trabajen para beneficio del Perú. Por la antes mencionada deuda de gratitud del Apra hacia Chile, los apristas hacen lo indecible por pagar esa deuda…pero no con su dinero, que muy bien podrían aportar los disciplinados militantes apristas, sino abriendo de par en par las puertas del Perú para que los chilenos traigan su maloliente aerolínea LAN para espiar y quitar trabajo a los pilotos peruanos, les ofrece venderles gas, alientan o presionan a los peruanos para que vendan tierras de cultivo y bienes inmuebles a los chilenos, etc., etc.
Sobreestimando sus dotes de artífice de la palabra y de hombre capaz de convencer y conmover conciencias, vemos al siervo complaciente abogar por la reducción de gastos militares en toda la región; y por supuesto que los menos atentos a ese desesperado clamor son los chilenos, que siguen adelante con su plan de adquisición de armas para atacar al Perú en una nueva guerra. En lo que dijo Alan García y que hemos citado hay otra barbaridad que merece comentarse. Dice él que ni el gobierno ni menos el pueblo chileno están detrás de este gravísimo hecho; estemos atentos a la mención al pueblo chileno. Los políticos y periodistas corruptos, vendidos a Chile, presentan la guerra de 1879-1883 como un accidente de la historia, como una manipulación de las grandes potencias de la época, que enfrentaron a los pueblos de Perú y Chile; según esto, la agresión chilena, que se produjo aprovechando que en todo orden de cosas Bolivia y el Perú estaban en extrema debilidad y sin condiciones de defenderse —mucho menos de embarcarse en guerras contra otros países, pues ya tenían bastante con las crónicas sublevaciones y golpes de estado—, fue obra de la clase dirigente chilena y del imperialismo británico, pero no del pueblo chileno. A esos corruptos e ignorantes, a los apristas y al siervo complaciente les decimos que está registrado en la historia que luego de apoderarse del sur del Perú (Tarapacá, Arica y Tacna), los militares chilenos ya querían dar por cumplidos sus objetivos de robo territorial; pero no contaban con que la población chilena saliera a las calles y apedreara a militares y congresistas, gritando “¡A Lima, a Lima!” Esto terminó de decidir las cosas y así tenemos que la invasión se extendió hasta Lima. Ése es el pueblo chileno a quien tanto aprecian los apristas y otros corruptos.
Trabajo antiperuano hecho desde dentro. Ya sabemos de qué pie cojea el Apra en lo referente a relaciones con Chile. De ese partido y su gente sólo podemos esperar mayor sometimiento a Chile, mayor presencia económica en el Perú de ese país enemigo. No sólo eso: lo más grave es que al mismo tiempo en que Alan García proclama que el crecimiento económico del Perú va viento en popa y anuncia que tenemos más de 35 mil millones de dólares en reservas internacionales, se niega tercamente a adquirir armamento, equipo militar3, en una cantidad proporcional al peligro que para el Perú representa Chile, país delincuente, probadamente violador del Derecho Internacional. Esto nos deja en una situación que prácticamente es de indefensión, considerando las exorbitantes sumas de dinero que invierte Chile en dotarse de armamento moderno. Tan cierto es esto, que al ser entrevistados en diarios o en la televisión, militares peruanos en situación de retiro han declarado que en la próxima guerra con Chile el Perú tendría que combatir principalmente con sus fuerzas especiales y recurriendo a tácticas de guerra de guerrillas.
Así, a la subordinación económica del Perú respecto de Chile, se suma la negligencia traidora y punible de negar armamento a nuestras fuerzas armadas, lo cual pone en gravísimo peligro nuestra integridad territorial y nuestras posibilidades de desarrollo. Recordemos que los chilenos, a quienes tanto estiman los apristas, declararon que en la guerra de 1879-1883 su objetivo no sólo era robarnos territorios, sino dejarnos en tal estado de ruina y calamidad, que demoraríamos cien años en reponernos, cosa que se cumplió. Ése es el horizonte histórico que en complicidad con Chile prepara el Apra para el Perú.
La respuesta adecuada. Así como un médico necesita diagnosticar para recetar una medicina, frente a Chile los peruanos debemos entender con qué país tratamos, cómo nos robó territorio, cómo se vale de corruptos para penetrar en nuestra economía, cómo nos usurpa tierra en Tacna y mar territorial, cómo se arma para atacarnos. Eso nos lleva inevitablemente a la conclusión de que estamos tratando con un país enemigo; hay que decirlo con todas su letras: Chile es enemigo permanente del Perú. Consecuentes con este análisis, para que peruanos y chilenos podamos vivir en paz debemos tener en cuenta las siguientes consideraciones.
1) Mantener relaciones diplomáticas es contraproducente. La negra y sangrienta historia de agresiones de Chile al Perú nos enseña que la presencia de chilenos y de empresas chilenas no sólo trae malos recuerdos sino que es un peligro para la seguridad del Perú. La cantidad de inversiones chilenas en nuestro país “da derecho” a que su fuerza armada “las proteja”. Las relaciones diplomáticas y el intercambio comercial sólo nos han subordinado a Chile y han aumentado nuestra vulnerabilidad. El espionaje descubierto debe servir de oportuno motivo para el corte permanente de relaciones diplomáticas con Chile.
2) Alerta militar. Por las lecciones de la Historia y por la agresiva conducta de Chile, la cual nos ha obligado a recurrir a la Corte Internacional de La Haya, es necesario adquirir el armamento que necesitan nuestras fuerzas armadas, que en las actuales circunstancias están peligrosamente desatendidas. ¿Qué son tres mil o cuatro mil millones de dólares comparados con la pérdida de más territorio? Si no invertimos en defensa en este momento tan difícil, ¿de qué nos sirve ese dinero acumulado?, ¿será para que los chilenos lo roben completito en una nueva invasión? No atender las necesidades de la defensa nacional adquiriendo oportunamente las armas necesarias es colaboración directa con el enemigo chileno, al que se le da todas las ventajas para que nos agreda y robe más territorio.
3) El intercambio comercial favorece a Chile. Producto de su mal habido patrimonio, Chile tiene una economía más fuerte que la nuestra. Por tanto, que el Perú comercie con Chile les beneficia grandemente y a nosotros sólo marginalmente. No nos dejemos engañar por cifras que muestran superávit a favor del Perú. A las finales, como en todo negocio, gana más quien pone más, quien tiene más. Hay que mirar a otros puntos del horizonte. Tanto Chile como el Perú tienen muchos lugares del mundo en los que pueden vender y comprar; rechazamos las voces corruptas que dicen que es necesario comerciar precisamente con Chile.
4) Anular el caballo de Troya. Considerando lo peligroso que es supeditar nuestra economía a la de un país enemigo, es urgente sacar del país a todas las empresas chilenas, incluyendo a las que se valen de asociados o testaferros. Dinero no nos falta para indemnizar si ello resulta necesario4. Es cosa sabida, como dice su cavernario Libro Blanco, que la declarada expectativa de acción de la fuerza armada chilena se extiende hasta donde están instalados sus intereses económicos, sus capitales. Visto así el caso, es traición a la patria invitar al Perú a capitales y empresas de Chile, porque eso crea las condiciones para que el gobierno chileno y la fuerza armada chilena se crean con derecho a invadir el Perú.
5) Hagamos valer nuestras ventajas. El corte de relaciones económicas debe ser extenso, a lo más podría quedar —y eso— comercio entre localidades fronterizas. En este contexto de desacoplarnos de la locomotora chilena que nos lleva a la destrucción como nación, un elemento importante es interrumpir completamente el transporte aéreo y marítimo entre Chile y el Perú. Nosotros no necesitamos nada de Chile ni nos interesa el turismo a la Antártida para ver pingüinos; pero para las aerolíneas chilenas el Perú sí es un excelente trampolín hacia el norte: los EE. UU. y Europa. Estamos en nuestro derecho de no otorgar permisos a aeronaves de un país enemigo; o si se les deja operar, se les aplica impuestos que generen gastos prohibitivos a los aviones chilenos, de manera que entiendan que mejor es volar directo de Santiago a Quito o a Panamá (pero no sobrevolando cielos peruanos).
Contrariamente a lo que piensan y expresan algunos chilenos con sus sirvientes peruanos, medidas de este tipo tendrán un efecto muy positivo. Ni los chilenos querrían venir al Perú ni ocuparse del Perú ni los peruanos tendríamos que preocuparnos de los chilenos. Para empezar, Chile, sometido a cuarentena en su frontera norte, se convencerá de que el cierre de fronteras tiene el sano objetivo de separar y alejar peligros a ambas partes. Con el tiempo se reducirán los gastos militares y el pueblo chileno se verá libre de los parasitarios que absorben buen porcentaje del presupuesto alimentando las expectativas de más robo territorial. En el Perú, solamente los traidores a la patria, políticos corruptos y periodistas mermeleros abogan por las buenas relaciones entre el Perú y Chile. No se puede mezclar el agua con el aceite; la víctima no puede vivir tranquila teniendo al ladrón a su lado.
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1 Leer Cuestionable “patriotismo” de dos personajes
2 En 1979, con motivo del espionaje que terminó en un fusilamiento, se expulsó al embajador de Chile en el Perú.
3 En vez de eso, para disimular intenciones favorables a Chile, lo que tenemos es una ridícula, vergonzosa e ineficaz campaña del gobierno peruano destinada a conmover las conciencias y lograr un desarme o disminución en el gasto militar. Por supuesto que esta campaña ya nos va creando a los peruanos una fama de locos o ilusos.
4 En cuanto al retorno de los miles de peruanos que están en Chile, no dudamos de las habilidades de Alan García para resolver ese pequeño problema. ¿Acaso no estamos en una situación económica boyante?