Las medicinas de las plantas, indispensables en la producción de alimentos

Según la Food Standard Agency (FSA) 'Agencia de Estándares Alimenticios del Gobierno Británico', la investigación y el desarrollo tecnológico posibilitan la producción suficiente de alimentos seguros y de alta calidad.

¿Qué ocurriría si las plantas o los cultivos con los que nos alimentamos, enfermasen de repente por una plaga o por el ataque de insectos? ¿Cómo podríamos hacer frente a la falta de alimentos si esto ocurriera?

La creencia de que las frutas y verduras de hoy no saben como las de ayer, es un hecho generalizado en el Modelo de Producción Europeo', ya que han cambiado algunos factores a la hora de su producción, desde la  maduración, hasta el momento en el que son recolectadas, transportadas y almacenadas.

Según una investigación ordenada por la Agencia de Estándares Alimenticios del Gobierno Británico (FSA) en el año 2009, y publicada en American Journal of Clinical Nutrition, 'la investigación y el desarrollo tecnológico han puesto en manos de nuestros agricultores un amplio abanico de herramientas que refuerzan la eficacia y rentabilidad de su actividad, gracias a ello es posible una producción suficiente de alimentos seguros y de alta calidad nutricional a un precio razonable'.

Algunas de estas herramientas son los fitosanitarios ('medicinas para las plantas'), unos productos naturales o sintéticos, que equivalen en el ámbito vegetal a las medicinas que utilizan los médicos para proteger nuestra salud. Una planta sana produce una cantidad de fruto mayor, que una que está enferma o continuamente amenazada por plagas.

Existen  diferentes categorías de este tipo de productos: los insecticidas, se emplean para controlar los insectos que atacan plantas y cultivos; los fungicidas, combaten estas enfermedades causadas por hongos patógenos que afectan a la germinación de las semillas, el crecimiento de las plantas y calidad del producto cosechado; y los herbicidas, controlan las malas hierbas que compiten con las plantas por la luz, el agua y los nutrientes.

Los productos fitosanitarios autorizados para uso en la U.E están sometidos a una estricta regulación, de manera que ningún producto puede comercializarse sin que la autoridad nacional competente haya dado su autorización. Esto ocurre después de un largo y estricto proceso de registro y control a nivel europeo y nacional.

Para desarrollar un nuevo producto fitosanitario, los científicos analizan en primer lugar las plagas y enfermedades que atacan los cultivos, pretenden así identificar sus puntos débiles, para a continuación desarrollar la molécula que actúe con mayor eficacia frente a los mismos. Se trata de encontrar el ingrediente activo capaz de controlar las malas hierbas, los hongos y los insectos, sin afectar a los organismos 'no objetivo'. En este desarrollo, se tiene además en cuenta la resistencia que pueda generarse al producto y sobre todo, el impacto en el medio ambiente.

Sin embargo, la búsqueda de la molécula activa, es sólo el comienzo del proceso. Para cada ingrediente activo que finalmente llega al mercado, otros 139.000 no superan las fases de I+D. Esto se debe a que, como ocurre con los productos farmacéuticos, cada molécula debe superar para su final aprobación un largo y complicado proceso de autorización, tanto a nivel nacional como comunitario. Como promedio, se tardan 9 años y se invierten entre 250 y 300 millones de euros para que un producto acceda al mercado en la UE.

En España, los fitosanitarios que se ponen a la venta son evaluados por expertos de tres ministerios diferentes: el Ministerio de Medio Ambiente, Medio Rural y Marino; el Ministerio de Sanidad y Consumo; y el Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales a través del Instituto Nacional de Higiene y Seguridad en el Trabajo. Además, antes de ser aprobados, pasan por el escrutinio del Instituto Nacional de Investigaciones Agrarias, el de la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y todas las Consejerías de Agricultura de las 17 comunidades autónomas.

Como resultado, al final podemos obtener productos seguros y de calidad, que gracias a la innovación que conllevan mejoran el sistema productivo agrario, al mismo tiempo que garantizan a los consumidores productos sanos, seguros, de calidad y a precio razonable.

Plataforma Tecnológica de Agricultura Sostenible

Nació en 2009, a partir de la Orden CIN/1728/2009, como un foro de trabajo  para el intercambio de información y conocimiento, que pretende mejorar la  percepción de las  tecnologías aplicadas a las áreas agrícola y ganadera. Está financiado por el MICIN (Ministerio de Ciencia e Innovación).

Por otro lado, entienden la agricultura sostenible como un modelo irrenunciable e incuestionable, con el que satisfacer las necesidades alimentarias actuales de los ciudadanos, garantizando la  productiva, la calidad de los productos y la seguridad alimentaria.

Para ello, es imprescindible el apoyo institucional tanto al avance tecnológico y a la investigación, como la elaboración de un marco legislativo adecuado que posibilite la aplicación de estos avances.

El futuro del sector se cimenta en la investigación y el desarrollo tecnológico que contribuya al incremento de la productividad agroalimentaria a la vez que se asegure el mantenimiento y buen uso de los recursos naturales existentes, sin la renuncia del acceso por parte de los ciudadanos, con independencia de su clase social y situación económica, a alimentos con vistas a una dieta variada y a un precio asequible. La mejora en la agricultura y las innovaciones tecnológicas es la única baza para mantener el abastecimiento de alimento necesario para cubrir la demanda mundial, consiguiendo al mismo tiempo equilibrar los precios.

Desde la década de los 50, la población mundial se ha multiplicado por dos. En un horizonte muy próximo, se alcanzarán los 7.000 millones de habitantes en el planeta Tierra. El crecimiento demográfico que presentan los países subdesarrollados y la mayor esperanza de vida en el Primer Mundo provocan que las previsiones de crecimiento se disparen: la ONU baraja la posibilidad de llegar a 9.000 millones de habitantes en 2050 y a los 27.000 millones un siglo después.