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El autor ha hecho bien en señalar que el camino para poner fin la pretensión de robar nuestro mar es La Haya, pero ha hecho mal en circunscribir la intención imperialista de Chile al asunto marítimo.
Las audacias imperialistas de Chile van más allá del mar: están robando casi 37 mil metros cuadrados de terreno de Tacna, están penetrando a sectores estratégicos de nuestra economía, gracias a las puertas que les abrió Fujimori (y que no han sido cerradas por los sucesivos gobiernos), cometen actos de espionaje y muchos otros actos de hostilidad. No se puede hablar de imperialismo limitándose a la cuestión marítima.
Pero las pretensiones imperialistas de Chile no sólo son materiales, quieren destruir el alma nacional destruyendo nuestra historia, para lo cual cuentan con asquerosos sirvientes en las facultades de historia, en el magisterio y en la prensa, como consecuencia del acta secreta que firmó el traidor Allan Wagner con los chilenos en 1985, infamia ante la cual tanto las facultades de historia como el magisterio y la gran prensa guardan el más sepulcral silencio. La excepción es la prensa escrita, con el diario La Razón.
La penetración cultural también incluye el lavado cerebral a los caviares. Ya sea por lisonjas o pago por medio, estos pseudoizquierdistas de salón se han convertido en verdaderos agentes de la causa chilena y son los más abyectos sujetos al sostener las causas antiperuanas en recintos oenegeros, políticos y académicos.
Por lo anterior, se evidencia que el avance imperialista ha pasado de una fase incipiente a una avanzada, que es cuando están en plan de conquista cultural, con el agravante de que están recurriendo inclusive a producciones fílmicas, como Epopeya, igual que hacían los países que entraron en conflicto antes de la Segunda Guerra Mundial.
A Valle Riestra le faltó decir más verdades, sobre todo la principal en esta coyuntura: que pese a todos los actos delictivos, imperialistas y hostiles de Chile, Alan García está actuando con sumisión, permitiendo a los chilenos que avancen en su plan de conquista del Perú, apoyando su actitudes imperialistas en un grado tal que podría ensayarse una respuesta con el supuesto de la compra monetaria de su voluntad (al fin y al cabo, García se amparó en la prescripción para no dar explicaciones sobre las denuncias por enriquecimiento ilícito que recayeron sobre él).
De esta manera García no sólo traiciona a la doctrina del fundador de su partido, Haya de la Torre, sino a todos los peruanos pasando del antiimperialismo de Haya de la Torre (de él dijo que sufrió más por su muerte que por su mismo padre) al proimperialismo, ni siquiera de Estados Unidos, que es potencia de primer mundo, sino de un país delincuente y de tercer mundo: Chile.
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