Políticos bananeros
por Herbert Mujica Rojas
El 2009 será un año pleno en tormentas, indefiniciones, exposición de memorias y el preámbulo electoral para el bienio en que se definirá la sucesión del gobierno de Alan García y, lo que no es poco, la administración del régimen que recibirá el resultado, bueno o malo, de lo que se decida en la Corte Internacional de Justicia en el tema que por delimitación marítima ha planteado Perú a Chile. Pero aquí los políticos bananeros sufren de una miopía monstruosa que parecieran no entender nada de nada y que pueblos que no aprenden de su historia —y el referente 1879 no es para nada extraño— vuelven a cometer errores suicidas.
¿De qué se preocupan nuestros políticos bananeros? Algunos de odiar a Fujimori y mantener ese filón porque sus réditos y recursos externos así lo obligan. De otro modo se acaban los dólares y euros para pagar las consultorías, titulares y apariciones en los miedos de comunicación.
Otros políticos bananeros creen que la construcción de un país pasa por el mantenimiento sempiterno de sus frases y expresiones vulgares, incultas, ancladas en teorías —todas fracasadas— de hace 30 ó 40 años y que prometían paraísos terrenales que jamás han podido ser verificados en ninguna parte.
Una de las tragedias más características de que adolece Perú y sus políticos bananeros es la indefinición nacional frente a temas que demandan, exigen una respuesta de esas características integrales y únicas. La difícil vecindad con Chile, como la bautizara en libro preclaro el maestro Alfonso Benavides Correa, es una de estas lacerantes carencias. A cien políticos puede usted preguntarle o inquirirle sobre el particular y recibirá una centena de respuestas distintas. Todas bananeras, por cierto. Nutridas de ignorancia histórica, huérfanas de horizonte investigatorio, profundamente desentendidas de una concepción geopolítica nacional, nacionalista o revolucionaria.
Ya sabemos cómo pretende llevar el gobierno una política de "cuerdas separadas" y la vergonzosa y servil actitud claudicante de su Cancillería. ¿Puédese esperar algo de los partidos, asociaciones y demás conjuntos humanos que se llaman a sí mismos representantes de la sociedad? Hasta ahora la pobreza mayúscula de planteamientos no necesita exagerarse para aquilatar su anémica presencia.
En 1879 todos sabían que Chile ya tenía los blindados construidos desde 1873. El civilismo que inventó una historia del Perú, mutilada, plena en fábulas y héroes endogámicos, "logró" la disparidad del poderío naval de la nación y al momento de las acciones barquitos peleaban con una formidable máquina de guerra como la del sur. ¡Y aún así demoró casi seis meses en dar cuenta del Huáscar con Grau en su mando el 8 de octubre de ese año aciago! Y desde el 21 de mayo con el hundimiento de la Independencia aquí se conocía que la guerra había obtenido su certificación logítisca y que —como sucedió— no era sino materia de tiempo y oportunidad. Y aún Mariano Ignacio Prado quedó sorprendido que su compadre, Aníbal Pinto, presidente de Chile, declarara el 5 de abril, la guerra.
Cuando otros arrasan y actúan como lo dice la historia: todo o nada, hacia el norte y por la razón o la fuerza, aquí hay quienes cacarean "cuerdas separadas". Felizmente la historia no es como antes, puédese ahora señalar a los traidores y a los fabricantes de derrotas anunciadas. Por cierto, como suele ser durante toda la historia republicana, los políticos bananeros no entienden nada.
¡Atentos a la historia, las tribunas aplauden lo que suena bien!
¡Ataquemos al poder, el gobierno lo tiene cualquiera!
¡Rompamos el pacto infame y tácito de hablar a media voz!
¡Sólo el talento salvará al Perú!
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