Garatea debe reflexionar y obedecer

Por: Ricardo Sánchez-Serra (*)

Existen sacerdotes que se desvían de los principios de la Iglesia Católica, madre y maestra, o que no tienen un comportamiento acorde a su investidura y ello es sancionado en base al Código de Derecho Canónico.

Un padre tiene la obligación de aconsejar a un hijo que no se porta bien y si reincide, sancionarlo. Esto es lo que ha hecho el Cardenal Juan Luis Cipriani, como Pastor de la Iglesia y Arzobispo de Lima con el Padre Gastón Garatea Yori, SS. CC, quien lejos de escuchar las exhortaciones del Primado por más de seis años insistió en pregonar doctrinas lejanas, muy lejanas, de la Iglesia y que confunde a la feligresía. Por ello el Cardenal, con dolor y después de mucha reflexión decidió no renovarlelas Licencias Ministeriales para realizar su trabajo pastoral en la Arquidiócesis de Lima.

 

Lo más lamentable es que esta sanción, que era estrictamente confidencial, se hizo pública y no por fuentes del Arzobispado, por lo que lógicamente hay que atribuirlo al propio Padre Garatea quien habría dado la información a mi colega y amigo Luis Jaime Cisneros, periodista muy cercano a él, que lo tuiteó.

Ello motivo un escándalo y una deplorable e injustificada campaña de agresión al Cardenal Juan Luis Cipriani y peor aún a la Iglesia. Doloroso, muy doloroso. El Padre Garatea ha hecho votos de "filial respeto y obediencia" y penosamente los ha faltado. En esas manifestaciones de “solidaridad” al clérigo se ha visto a todos los abanderados de la Teología de la Liberación, comunistas, socialistas, ateos, gente desinformada y desubicada. Garatea debe reflexionar sobre las palabras de San Pablo: "Ustedes son causa de que los paganos insulten el nombre de Dios”. Maltratar al Cardenal es maltratar a la Iglesia, madre y maestra.

Garatea tendrá muchas virtudes, pero no puede confundir a la feligresía católica. Él, como religioso, ha sido llamado a ser maestro en la fe y educador de la conciencia de los fieles, por lo tanto, no puede, ni debe manifestarse a favor de la unión gay, la píldora del día siguiente, cuestionar el celibato sacerdotal, que va contra la doctrina, no del obispo, no de su superior, sino de la Iglesia Católica, además de criticar a El Vaticano por el asunto de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP). Todo ello configura rebeldía. Fueron seis años de divina paciencia, no una decisión de última hora.

En el contexto de esta triste situación maquiavélicamente la PUCP quiere darle a Garatea una especie de “reparación”, nombrándolo “profesor honorario”. La intención no es, pues, prístinamente premiarlo, sino aprovechar propagandísticamente el hecho para hacerle más daño al Cardenal. Ojalá se dé cuenta que está siendo utilizado, ya que ante Dios esa “chapita” no le sirve de nada.

El Padre de marras, lejos de arrepentirse por su desviacionismo doctrinal declara desafiante y con soberbia “A mí no se me expectora de Lima así tan fácilmente”. Garatea ha estado expuesto ha demasiada publicidad, grandes elogios y lisonjas que pueden haber mellado en él y convertirlo en soberbio. “Yo ya soy famoso a mí nadie se atreverá a tocarme”, habría pensado. Pero como dice San Agustín “la soberbia no es grandeza sino hinchazón; y lo que está hinchado parece grande pero no está sano”. Lucifer, ángel de luz, cayó del cielo por su soberbia.

De acuerdo a la revista Forbes, el sacerdocio es “la profesión más feliz del mundo” y como discípulo de Jesucristo la Iglesia habla con verdad: “Yo soy... la verdad» (Jn 14,6) y he venido “para dar testimonio de la verdad” (Jn 18,37).

Padre Garatea por favor reflexione y obedezca y si le parece la sanción injusta apele a El Vaticano, pero no haga más daño al Cardenal Cipriani y a la Iglesia.

*Periodista. Miembro de la Prensa Extranjera.