Por Nicole Schuster
Hoy en día estamos sumergidos en un mundo azotado por las guerras que nos hace pensar que la política de los Estados hegemónicos se realiza ahora sólo en la dimensión polemológica. Se estaría invalidando de esa manera el axioma de Clausewitz que hacía de la guerra un fenómeno subordinado a la política, sustituyéndole en cambio la proposición del filósofo francés Michel Foucault, quien estipulaba que “la política es la continuación de la guerra”. Muchas similitudes tiene la situación mundial actual con el marco de guerra total descrito por el jurista alemán Carl Schmitt en las décadas de los años 1920 y 1930 cuando analizaba las relaciones internacionales en función de la predominancia no de la diplomacia y la paz sino de la hostilidad, por lo que desarrolló su concepto de amigo/enemigo. Efectivamente, desde el 11 de setiembre 2001, la Casa Blanca, el Pentágono y los círculos cercanos al sector militar estadounidense han diseñado un conjunto de políticas belicistas que los gobiernos occidentales puestos al servicio de la OTAN ejecutan para que sus transnacionales, y sobre todo las de Estados Unidos, tengan un acceso directo a los recursos naturales del mundo entero. Siempre más pueblos de países fuera de la órbita occidental resultan ser víctimas de esa geopolítica. Por ejemplo, desde el inicio del año, tropas de soldados francesas han sido enviadas a Malí bajo el pretexto de limpiar a este país de los terroristas islamistas que supuestamente pondrían en peligro la democracia maliense cuando sabemos que Francia ha ido ofreciendo en las últimas décadas su apoyo a gobiernos corruptos de Malí, cuya preocupación por los derechos humanos parece más bien limitada. En realidad, Francia anhela controlar no sólo las minas de uranio que se encuentran al norte de Níger, en proximidad de Malí, y que la transnacional francesa Areva ya está explotando. Busca igualmente tener acceso a los recursos en uranio y a los hidrocarburos que abundan en el suelo maliense, los cuales son objeto de la codicia de la empresa petrolera transnacional Total(1). Sin embargo, es cierto que Francia no está actuando en nombre propio, ya que Estados Unidos está también interesado por las riquezas naturales que abundan en esa región.
En Medio Oriente, Siria constituye ahora una apuesta geoestratégica decisiva para los occidentales e Israel. Es por ello que esas potencias han ido recibiendo la asidua contribución militar, entre otros, de Turquía y de las monarquías petroleras árabes (las cuales poco de común tienen con la democracia) para que esos países instruyan a los “rebeldes” islamistas sobre cómo llevar a cabo las operaciones de desestabilización que se están dando desde hace dos años a fin de derrocar a Al-Assad(2). Si bien se pretende que los conflictos en Siria liderados por “rebeldes islamistas” afines a los intereses de los Hermanos musulmanes tienen por único objetivo la instauración de la democracia, la verdadera razón es que Siria representa un obstáculo para la hegemonía occidental en la región. Se ha convertido en un estorbo luego de que firmara en 2011 con Irak e Irán un acuerdo con relación a la construcción de un gaseoducto prevista para el 2016(3) y que unirá a esos tres países. Como se esperaba, el acuerdo es rechazado por Estados Unidos y la OTAN, ya que el terminal del gaseoducto de South Pars en Irán es el más grande del mundo(4). La realización del proyecto entre Irán, Irak y Siria entraría así directamente en competencia con los conductos gasíferos de Turquía(5), lo que perjudicaría directamente la economía turca y haría vacilar los pilares geoestratégicos de occidente en la zona. Pero además, en el territorio sirio fueron detectadas vastas reservas de gas. Sabiendo que la Unión europea y los países occidentales en general están en búsqueda de una energía alternativa a la energía nuclear y al petróleo(6), el gas se está convirtiendo en el nuevo oro del planeta y, por ende, contribuye a reforzar la política belicista de occidente.
Es evidente que esos intereses que llevan a occidente a librar guerras en el mundo entero no pueden ser desvelados públicamente ya que serían susceptibles de ser objeto de rechazo por parte de las poblaciones occidentales, que supuestamente tienden a preferir métodos “democráticos”. Entonces, para llevar a cabo tales políticas belicistas y hacer que sus poblaciones se adhieran a ellas, occidente usa de una propaganda que coadyuve a que las operaciones de guerra escapen a la reglamentación prevista por el Derecho Internacional. Esta propaganda es la misma que puso al descubierto el Inglés Arthur Ponsonby, diplomático y ferviente pacifista quien, a inicios del siglo XX, protestó en contra de la política belicista exterior de Gran Bretaña y fundó un partido dedicado a la defensa del pacifismo cuyas repercusiones fueron mundiales(7). Ponsonby reveló las falacias de la propaganda que sirvió para alimentar el odio entre las poblaciones y que contribuyó a que millones de soldados y civiles fuesen exterminados y resultasen heridos durante la primera guerra mundial. De este discurso propagandista, Ponsonby resaltó diez comandos engañosos utilizados en la campaña de los gobiernos occidentales para justificar su involucramiento en la primera guerra mundial, comandos que se reencuentran hoy en día en los discursos oficiales de los mismos países.
El primer principio(8) que Ponsonby conceptualizó reside en que el Gobierno interesado en lanzar una ofensiva belicista siempre negará en un primer tiempo su voluntad de hacer la guerra y afirmará querer sólo la paz. Aseverará que el enemigo es el belicista(9). Recordemos que occidente siempre ha pretendido que eran Saddam Hussein, Gadafi, el presidente de Siria Al-Assad y el presidente de Iran Mahmoud Ahmadinejad los que provocan al mundo y desean hacer la guerra.
El segundo principio contradice el primero ya que el agresor que señala querer mantener la paz es él que inicia la ofensiva militar aun si el adversario no ha mostrado ninguna intención de agresión. Por lo tanto, se invocará para justificar la ofensiva la necesidad que tiene el agresor de respetar sus acuerdos con los aliados. Por ejemplo, países de la Unión Europea alegaron el hecho de pertenecer a la OTAN para legitimar su entrada en la guerra contra Serbia en 1999(10). El agresor aseverará que si la guerra tiene lugar, es culpa del campo adverso, execrable y bárbaro, que no sólo no respeta los acuerdos internacionales(11) sino que además se atreve a desafiar a los otros, por lo que es ineludible realizar una operación de fuerza destinada a reponerlo en su verdadero sitio. Es decir, el adversario es responsable de la guerra, y para proteger al mundo de la violencia que puede ocasionar, no queda otra solución al país que se pretende amenazado que lanzar una guerra preventiva.
El tercer principio es hacer que el enemigo se materialice a través de una sola persona, la cual es el jefe del país o del grupo o movimiento que se quiere derrocar o eliminar (Ossama Bin Laden en el caso del movimiento Al Qaeda). Es efectivamente mucho más fácil satanizar al enemigo cuando éste está encarnado en un solo individuo(12) y difundir rumores falsos sobre él (método ya usado desde Sun Tsu), como por ejemplo hacerlo pasar por un loco que pone en peligro el mundo. No importa que algunos meses antes de la guerra esos líderes hayan sido loados por las mismas potencias que hoy los descreditan. Ahora son convertidos en tiranos, en las peores bestias del mundo, en degenerados e individuos con serios problemas psíquicos(13) por lo que su erradicación es un imperativo de orden existencial.
Cuarto principio: la causa defendida es noble y trasciende los intereses particulares(14) (aun si cada uno de los gobiernos que participa en el conflicto contra el adversario defiende en realidad sus intereses, que son los de sus transnacionales y de los grupos de poder que representan). Las razones oficiales alegadas para entrar en la guerra son variadas: por ejemplo, defender o imponer la democracia que los gobiernos autoritarios amenazarían, intervenir para liberar a la población del tirano e imponer medidas de orden humanitario. En la guerra de Irak, el pretexto era defender Kuwait de la invasión de Irak. En África y Medio Oriente era la presunta necesidad de brindar apoyo a los pobres pueblos oprimidos y ofrecerles su “primavera árabe” acompañada de la democracia neoliberal lo que habría forzado a los países occidentales a apoyar las revueltas locales que presuntamente amenazaban con degenerar en guerras civiles.
Quinto Principio: es el enemigo el que comete errores garrafales y matanzas. Las muertes que los países agresores cometen son involuntarias(15) o desafortunadamente necesarias. A ello se añaden crímenes masivos que el enemigo hubiera perpetrado, el descubrimiento de fosas comunes que prueban que el “tirano” a derrocar es un carnicero. Sin embargo, nunca se habla de los millones de personas delocalizadas o muertas por los bombardeos ocasionados por los que lanzan las ofensivas militares en los países ajenos.
El sexto principio afirma que sólo el enemigo usa armas de destrucción masiva. Durante la guerra de Irak, Saddam Hussein fue acusado de tener armas de destrucción masiva. Lo mismo ocurrió con Gadafi durante la guerra en Libia. Actualmente, se está culpando a Irán de querer desarrollar armas nucleares y al gobierno de Siria de usar armas de destrucción masiva en contra de su población y de los “rebeldes”. Pero se hace silencio sobre las armas nucleares que causan daños durante generaciones en los países bombardeados. No se habla del agente naranja usado en Vietnam ni de las bombas a fragmentación o al uranio empobrecido que son regularmente esparcidas por las fuerzas aéreas de los países agresores en los países atacados(16).
El sétimo principio es un principio tan antiguo como la guerra misma: nuestras pérdidas en hombres y armas son mínimas en comparación con las del enemigo(17). Este principio no sólo alienta a la opinión pública del país agresor sino, sobre todo, a la moral de sus tropas.
El octavo principio es el de pretender que los círculos intelectuales y artísticos adhieran a la causa del país que entra en la guerra(18). Desde el 11 de septiembre 2001, cohortes de periodistas, escritores y actores (Hollywood es conocido por su difusión de películas propagandistas a favor de la guerra) están al servicio de los gobiernos belicistas. En Francia, dizques filósofos han sido totalmente descreditados por tomar partido de forma incondicional y engañosa a favor de las intervenciones militares del gobierno francés en Libia o en Siria. El “filósofo” Bernard-Henri Levy es conocido por haber participado fervientemente en este tipo de campañas, con lo que quedó descalificado ante muchos franceses y, sorprendentemente, hasta ante los mismos libios. Efectivamente, las autoridades ediles de Trípoli acaban de rechazar la participación del “filósofo” en la fiesta que se planea realizar en esta ciudad con motivo del segundo aniversario de la caída de Gadafi a la que contribuyó el ex presidente Sarkozy(19).
El principio número nueve es que la guerra se está dando en el marco de una causa santa, religiosa: la historia nos recuerda que los cruzados peleaban contra los sarracenos en nombre de la religión, los cristianos de hoy contra los fundamentalistas islamistas. Ello lleva a que la población del gobierno atacante se crea protegida por dios y piense que está representando a la civilización contra la barbarie(20). Basta ver en Estados Unidos el ritual religioso al que participan las tropas antes de su partida a la guerra.
Principio número diez: ¡Que se cuiden los periodistas e intelectuales en contra de la guerra! Siempre más se está tildando a las voces disidentes que rechazan la guerra de renegados y traidores a la patria, ya que el último principio es que “los que cuestionan la propaganda son traidores”(21). Esos traidores y refractarios a la guerra serán, en caso de cuestionamiento por su parte, difamados, su vida personal puesta al desnudo(22). De esa manera, se les impide toda posibilidad futura de crecer dentro del sistema que denuncian.
Es verdad que esos principios que sustentan la propaganda de guerra, aun si no fueron conceptualizados en la forma denunciadora tan clara como lo hizo Lord Ponsonby, siempre fueron aplicados durante la guerra. Por ejemplo, los métodos empleados en la guerra psicológica en nuestra época corresponden a los que se mencionan en el tratado de la guerra atribuido al estratega Sun Tsu. Pero es conveniente sacarlos de nuevo a la luz para que la población de los países occidentales despierte y contribuya también a parar la ola belicista que sus gobiernos promueven y que convierte el mundo en un espacio invivible para muchos pueblos.
NOTAS DE PIE:
1 Ver Les intérêts économiques limités de la France au Malí. http://www.lefigaro.fr/conjoncture/2013/01/17/20002-20130117ARTFIG00381-les-interets-economiques-limites-de-la-france-au-Malí.php y también Guerre au Malí : sécuriser notre approvisionnement en uranium en http://www.rue89.com/2013/01/15/securiser-le-Malí-ou-assurer-notre-approvisionnement-en-uranium-238620
2 Ver US Aid to Syria’s Revolution Not Just to the Jihadists en http://www.algemeiner.com/2013/03/03/us-aid-to-syria%E2%80%99s-revolution-not-to-the-jihadists/
3 Ver Manlio Dinucci. L’art de la guerre. Syrie: l’Otan vise le gazoduc. Global Research. Octobre 09, 2012. http://www.mondialisation.ca/lart-de-la-guerre-syrie-lotan-vise-le-gazoduc/5307632
4 Ibid.
5 Ibid.
6 Ver Syria, Turkey, Israel and a Greater Middle East Energy War by F. William Engdahl. http://www.rumormillnews.com/cgi-bin/archive.cgi?read=256490
7 Anne Morelli. Principes élémentaires de propagande de guerre. Utilisables en cas de guerre froide, chaude ou tiède. Editions Aden. 2010.
8 La lista de los principios de propaganda listados en este trabajo es extraída del libro de Anne Morelli. Principes élémentaires de propagande de guerre. Op. cit.
9 P.1-17.
10 P.34-35.
11 P.20-21
12 P.42
13 P.50.
14 P.55.
15 P.75
16 P.99-100
17 P.120-121.
18 P.125-144.
19 Ver BHL n’ira pas à Tripoli avec Sarkozy car « il est juif ». http://www.rue89.com/2013/03/18/bhl-le-juif-ne-fera-pas-le-voyage-tripoli-avec-sarkozy-240661
20 P.147-149
21 P.155.
22 P.167.
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