Cómo el embrutecimiento de la desnutrición y la pobreza pueden responder a un deseo y planificación del estado peruano
Pareciera que en el siglo XXI Moloc, en el Perú, está revitalizado, los conductores de la sociedad le rinden pleitesía generando incredulidad, desesperanza e indolencia, trilogía tenebrosa (por oposición a las proclamadas fe, esperanza y caridad) que reclama para sí a los más vulnerables de los vulnerables, con el mismo resultado fatal que hace más de cinco mil años: la muerte de los niños de los pobres.
En la sociedad peruana, caracterizada por la marcada diferencia de ingresos, gran diferencia entre los pobres y los ricos, son los niños pobres quienes llevan la peor parte, ya que no sólo sufren las consecuencias de las fallas estructurales y de distribución de la riqueza en la sociedad sino que en sus familias son víctimas, muchísimas veces fatales, de la conducta descontrolada e irresponsable de sus padres. No se trata de acusar a los padres de familia pobres por el sufrimiento de sus hijos; lo que debe hacerse es entender que ellos mismos vivieron la experiencia traumática y moralmente erosionante de ser hijos de una familia pobre, en la cual no sólo se enfrenta carencias económicas —que desembocan en deficiente nutrición, pésima educación del estado, cuidado de la salud casi inalcanzable, etc.— sino también distorsión o pérdida de valores, de manera que vemos toda clase de comportamientos negativos de parte de los padres hacia los hijos: maltrato infantil, explotación económica (los que mandan a vender golosinas a sus hijos o los alquilan para la mendicidad), explotación sexual (padres o madres que prostituyen a sus hijas), abandono físico y moral, etc., etc.
Cada cierto tiempo los medios de comunicacióParecieran nos informan de encuestas en las cuales se refleja la desconfianza del pueblo hacia el estado (llámese Congreso, poder ejecutivo, poder judicial, policía, etc.), percepción que se manifiesta de manera más aguda en poblaciones del interior del país en las que la presencia del estado es casi nula.
Pero la desconfianza del pueblo no es sólo hacia los políticos, el aparato estatal y sus instituciones; hay que ver también que la generalizada pobreza ha debilitado, además, las redes sociales y familiares de solidaridad. Viendo organizaciones como los comedores populares podríamos pensar lo contrario, pero no; allí apenas se resuelve parcialmente un problema de necesidades básicas, esto es, allí la gente obtiene lo suficiente para no morirse de hambre. Tomando en cuenta estos factores, enfocamos nuestra atención hacia un tipo de noticias que por lo frecuente y reiterativa ya ni llama la atención ni está en primeras planas. Es el caso de madres o padres que asesinan a sus hijos y luego se suicidan. El día 26 de junio del 2007, en la página 6 de El Men, de Lima, bajo el titular “Mamá mata a hija y se suicida”, leemos: “Todos los que la conocieron dijeron que no soportaba más. Que se encontraba deprimida por no tener para darle de comer a su pequeña hija de apenas un año y medio. Que las infidelidades de su pareja la motivaron a tomar una medida tan radical como funesta. Esta es la triste historia de la joven Elizabeth Sonia Roncal Ramos (22), natural de la selva”. Lo que aquí citamos es sólo un ejemplo de una incesante racha de niños asesinados o abandonados en jardines, en puertas de casas, en baños, en basureros...
En situaciones como la descrita en la noticia, la mujer abandonada: a) ya perdió toda esperanza en lograr que el marido irresponsable sustente el mantenimiento de la niña; b) no piensa entregar la niña a sus padres (esto es, abuelos de la niña) porque sabe que son tan pobres como ella y posiblemente la críen siempre al borde de la inanición; c) no opta por entregar la niña a parientes cercanos o compadres, pobres como ella, quienes recibirán a la niña pero para darle crianza como sirvienta (es muy frecuente que tíos(as) o padrinos usen como sirvientes(as) a los sobrinos o ahijados dejados a su cuidado); d) no entrega la criatura a familias sin hijos de más recursos porque en su obnubilación deduce que si no puede confiar en sus propios parientes menos podrá hacerlo en personas que no son de su familia; e) no entrega al niño al cuidado del estado (Ministerio de la Mujer y Desarrollo Social, MIMDES) porque no tiene la información pertinente y porque el estado es sinónimo de escándalo, corrupción y abandono (el sistema de salud en el Perú es para los pobres una burla porque hay médicos y hospitales que intentan remediar los males pero no se proporciona medicinas, imposibles de adquirir para gente que no tiene ni para comer).
¡Por supuesto que sin medicinas para los pacientes pobres, los médicos y hospitales son apenas algo que existe para guardar las apariencias, para decir que hay un estado que atiende la salud del pueblo! ¡Tremenda mentira! Retomando el asunto de las madres que matan, vemos que a diferencia de las madres paupérrimas filicidas y suicidas, una madre de familia que no esté en la pobreza ni en la extrema pobreza puede pensar en suicidarse y hacerlo por diversas razones, pero es raro que decida asesinar a sus hijos y matarse en seguida, porque sabe que su marido o ex marido o su familia podrán hacerse cargo de los niños.
Los gobernantes, sacerdotes del culto a Moloc
Los sacerdotes del culto a Moloc serena y calculadoramente preparan la coreografía de la hecatombe y dejan la consumación del filicidio a cargo de desesperados actores enloquecidos por la miseria y el engaño de los gobernantes, que sonríen satisfechos ante la desaparición de seres humanos que ellos consideran sin futuro, sin valor, excepto cuando es temporada electoral. Por supuesto que los políticos, los congresistas y otros —si se toman la molestia de dirigir su atención a este tipo de filicidios seguidos de suicidio— dirán que esas personas muertas poco iban a aportar al país y al “mundo globalizado” de los triunfadores y que más bien se han librado de una vida llena de sufrimientos.
Así como el estado, por su cómoda e intencional inacción, provoca la extendida desnutrición que daña las neuronas y produce gente con bajo nivel intelectual, diremos también que esto —que en el mejor de los casos podríamos llamar “omisión”— se complementa con un sistema educativo planificadamente deficiente y negativo, todo lo cual asegura a la clase gobernante que la mayoría de la población esté formada por una masa de zombis menesterosos y no contestatarios, acatadores de los abusos y olvidos de un estado corrupto e ineficiente, a quienes de vez en cuando se calma con mendrugos o farsas asistencialistas.
Claro está que tratar a los pobres de esta manera es algo suicida, porque sólo permite al gobierno disfrutar de la relativa tranquilidad de una masa adormilada y no pensante; pero esta misma situación de tener masas gobernables siempre cuasi mendicantes, de bajo nivel intelectual y en la miseria es un serio impedimento para el progreso del país. Ya está comprobado que ampliar la cobertura educativa (poner escuelas en todas partes) sin asegurarse de la calidad de la enseñanza no es sólo una estafa sino una carencia fatal que nos impide dar el salto hacia el progreso. ¿Cómo así Corea o Taiwán son ahora países desarrollados teniendo tan pocos recursos naturales? La respuesta está en que en esos países se respeta de verdad a los niños, que están bien alimentados y asimilan bien los contenidos educativos; así resultan siendo gente con buena formación educativa que puede contribuir —y eso se ve en los hechos— en el desarrollo del país y asimilarse sin dificultades a las tareas del mundo moderno que requieren de mano de obra calificada.
El baile fúnebre de los que sobran
Cierto es que no vivimos en un país cuyo sistema económico-social esté orientado a la redistribución de la riqueza, pero está claro que los niños de los sectores de pobreza y extrema pobreza deberían recibir, hasta los cinco años de edad, una buena alimentación que no sólo los mantenga con vida (como sucede ahora) sino que garantice su desarrollo neuronal, de modo que cuando estudien puedan asimilar bien lo que se les enseña. Por supuesto que el sistema educativo estatal debe cambiar completamente, para que deje de ser la estafa que es hoy, recordemos que la estafa es un delito, en este caso contra los niños, padres y la sociedad. Para esto no tenemos que imitar modelos extranjeros; es suficiente ver cómo funcionan en nuestro país los colegios de primera categoría: esa misma educación debemos dar a los niños del pueblo. ¿Acaso no estamos en un país con economía boyante y crecimiento económico constante y sostenido?
Si no invertimos suficiente dinero en los niños, a quienes llamamos “el futuro del Perú”, ¿para qué y a quiénes sirve el tan mentado auge económico? Los corruptos de siempre que se turnan en el gobierno del Perú reaccionarán diciendo que dar esas facilidades es fomentar la irresponsabilidad de los padres, y que éstos deben hacerse cargo de la alimentación y educación de sus hijos. Los ladrones que tienen este raciocinio olvidan cuál es el punto de partida, por qué empieza todo el círculo vicioso de pobreza, desnutrición, educación deficiente, desempleo y más pobreza. Veamos un factor obvio: la gente pobre siempre tiene más hijos de los que puede mantener. Cuando al campo o a zonas urbanas pobres van médicos, asistentas sociales y promotores que difunden metodologías para evitar la concepción no deseada o para mejorar los hábitos alimenticios y, en general, la salud, enfrentan invariablemente el rechazo o indiferencia fáctica (esto es, puede ser que la gente escuche con atención y diga “Sí, qué bien”, pero en los hechos no pondrá en práctica lo que se les recomienda).
¿Por qué sucede esto?
Por supuesto que no es por la desconfianza personal hacia los especialistas que participan en estas campañas, sino que hace muchísimo tiempo el estado y sus agentes (incluyendo los honestos y bien intencionados) han perdido credibilidad por parte del pueblo. Y la insuficiente y desacreditada acción del estado en los aspectos de salud pública se ve “complementada” por el sistema educativo, siempre de espaldas a la realidad. En lo referente a la educación sexual se da una información que puede ser actualizada, pero siempre disociada del contexto social. ¿De qué sirve que se dé a los adolescentes información sobre anatomía, fisiología y métodos anticonceptivos si no se les dice que en nuestro medio el deporte favorito de los varones es embarazar mujeres y no responsabilizarse de nada?
Si fuéramos realistas, las niñas deberían saber muy bien que lo que los muchachos desean es tener sexo con ellas, embarazarlas y huir; pero en vez de exponer este hábito de irresponsabilidad masculina tan arraigado en nuestro país, les hablan de cosas irreales como que la familia es la célula de la sociedad, que hombre y mujer forman una pareja destinada a asegurar la perpetuación de la especie teniendo hijos y criándolos, etc., etc. ¡Sólo a personajes intoxicados por la corrupción, el robo y la ignorancia se les puede ocurrir tremendas barbaridades! Mientras no cambie la realidad económica, social y cultural del Perú, hay que decir la verdad tal como es y poner en guardia a las adolescentes, principales perjudicadas por esta intencionada desinformación del estado. Gente bien informada y bien formada podrá conducir con éxito su vida personal y familiar.
Siguiendo esta línea de decir la verdad, en los centros educativos del estado, que es donde va la gente pobre, se debe enseñar a los adolescentes que si no obtienen un buen trabajo difícilmente podrán mantener a sus hijos y que el estado ofrece la opción de recibir a los hijos que los pobres no pueden mantener bien, los cuales serán entregados a familias que sí pueden hacerse cargo de ellos; o si no, que habiendo nacido un niño que la pareja sabe no podrá mantenerlo bien, puede entregarlo directamente a un matrimonio sin hijos que esté en condiciones de ofrecerle un mejor futuro.
Nadie niega que lo normal y lo ideal es que los padres se hagan cargo de la crianza de sus hijos, pero en las condiciones de pobreza en que vivimos es preferible enfrentar la realidad, alejándonos de hipócritas retóricas idealistas que por parte de los gobernantes mal esconden el deseo de tener siempre gente pobre, sumisa y manipulable.
En Alemania, por ejemplo, país cuyo estado cuida el bienestar de sus ciudadanos y se preocupa en serio por sus niños, existe un sistema mediante el cual cualquier mujer que no pueda criar a su hijo recién nacido, o que no quiera hacerlo, puede entregarlo anónimamente a una institución estatal, la cual cuidará de él hasta encontrar una familia que desee adoptarlo y tenga los medios económicos necesarios1. Por supuesto que soluciones humanitarias de este tipo horrorizan a los gobiernos que suben al poder con apetitos personales y a cucufatos que desean de todo corazón que el Perú esté habitado por gente dócil y embrutecida, resultado de la mala nutrición que recibió en sus primeros años. ¡Nunca comprenderán lo que es querer y respetar a los niños de nuestra patria! Ésta es la misma gente que no quiere ver el lado humano del malestar social que vive el país, con manifestaciones como la violencia de las pandillas juveniles.
¿Alguien se ha puesto a pensar qué porcentaje de esos jóvenes pandilleros son hijos de prostitutas, ladrones y adictos a los estupefacientes que tienen una gran agresividad, baja autoestima y rabia al tomar consciencia de quiénes son ellos y quiénes son sus padres y sus madres? ¿A quién le gusta ser hijo de prostituta, ladrón o drogadicto, productos de la miseria y del caos social?
El ruido de los tambores y las flautas
Por último, así como en el culto a Moloc los ruidos acallaban los gemidos del infante, en el siglo XXI, las promesas, los psicosociales, las limosnas esporádicas, los “Sembrando”, los actos de presencia compasivos ―en lugar de las soluciones de fondo que hacen falta―, además de las ONGs que reciben la ayuda internacional en nombre de los pobres del Perú, pero lo primero que hacen es asegurar el buen pago a sus funcionarios, son el estruendo que permite a los oficiantes y espectadores no sentir los alaridos de la hecatombe en curso.
1 Si cambia de opinión, la mujer que deja su hijo en ese lugar de recepción tiene un plazo de dos meses para regresar y recogerlo. Ver información en http://www.dw-world.de/dw/article/0,,718631,00.html