Guerra del Pacífico, yanquis y chilenos
escolares obligados  por chilenos a ver esqueletos de peruanos aesesinados
Chilenos obligaban a escolares de Tacna a ver esqueletos de peruanos asesinados, amenazándolos con que correrían el mismo fin si se levantaban.


La Guerra del Pacífico, un hecho de mucha importancia para el presente y futuro del Perú, presenta para el análisis diferentes aspectos que se debe tomar en cuenta. Un ejemplo de esto es el papel desempeñado por terceros países ante la agresión que sufrieron el Perú y Bolivia. Es necesario que tengamos una idea, por ejemplo, de la conducta de los Estados Unidos de Norteamérica ante el conflicto.

 

Nada hubo de casual en este conflicto, que se inició en 1879. Con muchos años de anticipación Chile —como ocurre hoy— estuvo comprando armamento moderno, cosa que podía hacer porque ese país tenía un régimen político más estable que el de los dos estados agredidos, Perú y Bolivia, que desde su independencia hasta la segunda mitad del siglo XX sufrieron la plaga de dictaduras militares, mayormente corruptas.

Chile simplemente esperó el momento de mayor debilidad de Bolivia y Perú para atacar y apoderarse de territorios. ¡En el colmo del cinismo, propio de rateros y asesinos, los chilenos intentan hacer creer que Bolivia y el Perú querían atacarlos y que ellos actuaron en defensa propia! Sería equivalente a cree que la abuelita va a atacar a un cuartel ella sola.

Ahora bien, estallada la guerra y evidenciada la férrea voluntad chilena de coronar su robo territorial en perjuicio de Perú y Bolivia, casi de nada valieron los intentos de apaciguamiento de otros países que —dentro de lo que permiten las normas y usos de la diplomacia— buscaron detener la agresión de los delincuentes chilenos. Aquí debemos destacar con gratitud la actitud verdaderamente fraterna y solidaria del presidente venezolano Antonio Guzmán Blanco, quien condenó en duros términos los robos y asesinatos que cometía Chile en el Perú y Bolivia1, lo cual explica el intenso odio que hasta hoy sienten contra Venezuela ciertos civiles y militares peruanos que simpatizan con Chile2 y no quieren verlo como lo que es, un país delincuente y enemigo del Perú.

Al concluir la guerra en 1883, el Perú estaba destruido física y espiritualmente; la mejor gente había muerto en combate o, al llegar la paz, estaba marginada. En este ambiente de descomposición moral los chilenos se valieron de corruptos como Miguel Iglesias, títere y traidor que firmó el tratado de Ancón, o como el corrupto Nicolás de Piérola, quien sospechosamente, en las batallas de San Juan y Miraflores, facilitó la victoria de los chilenos y, además, nunca perdonó al mariscal Andrés Avelino Cáceres Dorregaray que hubiese empuñado las armas contra los rateros chilenos3.

Cometiendo un grave error y jugando siempre a favor del enemigo, aceptando los hechos consumados de Chile, país delincuente, la diplomacia peruana creyó ver en los Estados Unidos de Norteamérica una nación neutral que al menos podría atenuar los efectos de la derrota. Para empezar, los yanquis aparentaron intentar una mediación invitando en octubre de 1880 a delegados peruanos, bolivianos y chilenos a conversaciones en el barco Lackawanna, que estaba en nuestra bahía de Arica. Por supuesto que todo fue una farsa, puesto que la reunión sirvió, por el contrario, para que Chile reafirmase sus intenciones de consumar el robo territorial y seguir asesinando peruanos.

Que estas conversaciones no sirvieron de nada se prueba por el hecho de que pocos meses después los chilenos, en enero de 1881, atacaran y ocuparan Lima. Se ve que las conversaciones sirvieron a los rateros chilenos para organizarse mejor y asegurar el éxito de se embestida contra la capital del Perú.

Sin escarmentar, en años posteriores la torpe y chapucera diplomacia peruana siguió buscando la mediación de los Estados Unidos de Norteamérica y así tenemos que durante el gobierno del traidor Augusto Bernardino Leguía, en la segunda década del siglo XX, los representantes yanquis Pershing y Lassiter aparentaron que deseaban que se realizase el plebiscito que decidiese la suerte de los territorios peruanos ocupados por Chile; pero en realidad no objetaron la esencia del problema: no se oponían al robo territorial cometido por los invasores ni a los asesinatos de peruanos que, con fines de amedrentamiento, estos rateros chilenos uniformados ejecutaban en dichos territorios.

Una interpretación inocente, proyanqui y prochilena de estos hechos llevaría a pensar que los mediadores estadounidenses no querían poner las manos al fuego por nadie y que, en último término, se limitaban a aceptar como hecho consumado el robo territorial perpetrado por los chilenos. Pero no es así; desde que estalló la guerra y antes los Estados Unidos de Norteamérica, al igual que Inglaterra, deseaban que Chile se apoderase de las tierras y recursos naturales del Perú y Bolivia porque los rateros chilenos, como bien organizada cuadrilla criminal que siempre han sido, ofrecían más seguridad y estabilidad para invertir dinero y hacer negocios. Para ellos (británicos y estadounidenses) resultaba más práctico tratar con los rateros y asesinos chilenos que con los desorganizados e impredecibles peruanos y bolivianos.

Que los yanquis deseaban que los rateros y asesinos chilenos lograran un éxito completo en su robo territorial se prueba por el hecho de que los Estados Unidos de Norteamérica impidió en plena guerra que el Perú buscase la mediación de países neutrales. Ocurrió que al ser ocupada Lima por el ladrón, asesino y terrorista chileno Patricio Lynch4, el presidente peruano Aurelio García Calderón trató de establecer contacto diplomático con países europeos como Francia, lo cual provocó la ira de los yanquis y de los chilenos. Nuestro historiador Jorge Basadre reproduce declaraciones del mencionado presidente peruano: “El gobierno de los Estados Unidos exigió del gobierno provisional5 que no admitiera la mediación de ningún gobierno europeo y dijo al gobierno francés que los Estados Unidos por sí solos arreglarían las cuestiones del Pacífico; y en definitiva nada hizo y tampoco dejó hacer”.

Esto es como si en un encuentro de box el árbitro se parcializara con el más fuerte, para asegurarle un triunfo por fuera de combate. Algunos historiadores corruptos y otros vendidos a Chile quisieran decir que esta actitud de los yanquis refleja, por ejemplo, la doctrina Monroe, que buscaba asegurar la hegemonía de los Estados Unidos de Norteamérica en el territorio que va desde la frontera mexicana hasta el estrecho de Magallanes; pero esto es algo diferente. Para los yanquis y chilenos la conducta del almirante francés Abel Bergasse du Petit Thouars era muy mala señal, puesto que la intervención de este marino francés que salvó a Lima de la destrucción total que le tenían preparada los terroristas chilenos era claro indicador de que si intervenía Francia como mediadora neutral, no hubiese tolerado el robo territorial de los chilenos (¡ya sabían los franceses lo que era tener al enemigo alemán invadiendo su territorio en 1870!). Está clarísimo que los yanquis deseaban que la victoria de los rateros chilenos fuese total, con robo territorial incluido. Esto explica las ambigüedades e hipocresías de falsos mediadores yanquis como Pershing y Lassiter, que aparentaron, fingieron, una conducta imparcial que podría hacer entrar en razón a los delincuentes chilenos. Pero todo fue un engaño; se dejaba pasar el tiempo para que al final las cosas saliesen como deseaban los asesinos chilenos.

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1 Ver: Y ahora Ecuador… Alianzas, acercamientos y distanciamientos

2 Tan cierto es que simpatizan que durante el actual gobierno del Apra, sirviente de Chile, se ha deshonrado a la Marina de Guerra del Perú poniendo —con la entusiasta anuencia de los jefes de esa institución armada— un monumento al chileno delincuente basura Arturo Prat, cuya pútrida y degenerada alma de asesino descendió a las cloacas del infierno cuando trató de matar al almirante Miguel Grau.

3 Como corrupto taimado y calculador, Nicolás de Piérola esperó hasta 1895 para castigar al vencedor de la batalla de Tarapacá mediante una sangrienta insurrección, con el pretexto de defender la democracia, cuando la realidad era que por encargo de Chile Piérola tenía que frustrar la reorganización de nuestra fuerza armada que propiciaba Cáceres, con valores nacionalistas. Así se explica que en su momento haya venido la Misión Militar Francesa a capacitar a nuestros uniformados. ¡Mejor los franceses que Cáceres!

4 Sobre el terrorismo del capitán de navío chileno Patricio Lynch, ver:
Guerra del Pacífico, terrorismo y armamentismo
A 128 años del 5 de abril, Chile es el mismo homicida
Expedición Lynch: acciones dirigidas con verdadero salvajismo y premeditación

5 Aclaramos que aquí cuando García Calderón se refiere al “gobierno provisional” está aludiendo a su gobierno de presidente prisionero de las tropas del terrorista chileno Patricio Lynch.