Victimismos agresivos y excluyentes
Por José Carlos García Fajardo*
Cada vez más se promueve la celebración del “Día del Holocausto” en otros países. En España, hasta en la sede del Parlamento. Con el debido respeto, ¿qué ha tenido España que ver con ese espantoso genocidio? Ha habido otras muchas matanzas y exterminios en la historia de la humanidad y no se conmemoran fuera de sus países. ¿A quién se pretende traspasar un sentimiento de culpa por algo que no nos afecta más que otros, como humanos? ¿Por qué, durante los primeros años del gobierno de Israel, sus políticos no daban semejante protagonismo al crimen perpetrado por nazis alemanes, con colaboraciones polacas y de países sometidos al Reich? Fue cuando los políticos de Israel necesitaron conmover a los judíos de la diáspora: a unos, para que emigrasen y a otros, por necesidad económicas, distribuyendo la culpa.
Por José Carlos García Fajardo*
Cada vez más se promueve la celebración del “Día del Holocausto” en otros países. En España, hasta en la sede del Parlamento. Con el debido respeto, ¿qué ha tenido España que ver con ese espantoso genocidio? Ha habido otras muchas matanzas y exterminios en la historia de la humanidad y no se conmemoran fuera de sus países. ¿A quién se pretende traspasar un sentimiento de culpa por algo que no nos afecta más que otros, como humanos? ¿Por qué, durante los primeros años del gobierno de Israel, sus políticos no daban semejante protagonismo al crimen perpetrado por nazis alemanes, con colaboraciones polacas y de países sometidos al Reich? Fue cuando los políticos de Israel necesitaron conmover a los judíos de la diáspora: a unos, para que emigrasen y a otros, por necesidad económicas, distribuyendo la culpa.
Ahora, autoridades israelíes aprovecharon la Memoria del Holocausto para alertar ante el régimen iraní.
“Rechazamos un régimen fanático, que contradice la Carta de la ONU, que amenaza con la destrucción, con plantas nucleares y misiles y que desata el terror”, alertó Shimon Peres. Benjamín Netanyahu, en Auschwitz, “No permitiremos a quienes niegan el Holocausto borrar o distorsionar la memoria [de lo que pasó]”.
A estas alturas, salvo algún descerebrado, ¿quién niega el hecho histórico del Holocausto? Otra cosa es la interpretación de su extensión, de colaboracionismos y del número de judíos que felizmente huyeron a Estados Unidos y a otros países, y por la apropiación del sufrimiento de tantas personas en los campos, no sólo de los judíos. Y esos estudios y razones son legítimos y libres, pero cuando alguien contesta a esta presión de intransigentes grupos judíos le acusan de antisemitismo, antisionismo o antijudaísmo. ¿O “Sólo hay un pueblo y es el judío”, como dijo Golda Meier?
No me parece justo, ni prudente que se abuse de ese doloroso pasado. Sobre todo por líderes extremistas de Israel. No pueden darnos lecciones los responsables del infame Muro, de ocupación de tierras palestinas, de colonizaciones en Cisjordania y en Jerusalén, del desprecio a resoluciones del Consejo de Seguridad y del derecho internacional, a responsables de muertes, expatriaciones y exilios de millones de palestinos mientras alardean de disponer de armas nucleares montadas en cohetes capaces de alcanzar objetivos en todo el Cercano y Medio Oriente, es insoportable y peligroso.
El "Nunca más" que siguió a las atrocidades nazis contra judíos, socialistas, comunistas, gitanos, enfermos crónicos o personas declaradas por el Reich como “enemigos”, rigen para todos. No sólo para el pueblo judío, pues “los pueblos”, como sostienen Jean Daniel y André Morin, ambos judíos, nunca pueden ser responsables de nada, sino sus dirigentes y quienes colaboraran. El director del Nouvel Observateur denuncia la identidad comunitaria y opta por la ciudadanía en su obra “La prisión judía”, de la mente y del corazón en la que viven no pocos judíos. “Pero algunos de ellos, ofuscados para siempre por la fatalidad del mal, se muestran incapaces de distinguir entre los desastres que sufrieron en Auschwitz y las guerras que libran en Israel, en igualdad de condiciones con sus enemigos nazis”.
No confundimos a judíos, hebreos o israelitas con ciudadanos del Estado de Israel o israelíes, vivan allí o con doble nacionalidad en otros países. Entre los israelíes hay personas que defienden los derechos humanos y que se avergüenzan de los crímenes perpetrados en Gaza y Cisjordania. Así lo expresan en la prensa y en declaraciones de judíos de renombre universal, de académicos, de intelectuales y de ciudadanos corrientes. Muchos reservistas del ejército israelí se niegan a combatir en los territorios ocupados por las ilegales colonias de sionistas fanáticos.
Rabinos, como Lerner, desde San Francisco, se avergüenzan de esta locura por iluminados de un delirante Eretz Israel. Los judíos como los musulmanes, budistas, africanos, hispanos, eslavos tienen derecho a coexistir en paz con los demás y en un Estado similar en derechos al nonato de Palestina, sin temor a xenofobia ni exclusión. Ningún pueblo, etnia, ideología o nación tiene derecho a despreciar a los demás e imponer su poder en nombre de una supuesta “elección” que sólo a ellos incumbe.
Israel ha sido reconocido como Estado dentro de las fronteras de 1967, a las que tiene que regresar, al tiempo que reconoce idéntico derecho al pueblo palestino a erigirse en Estado con soberanía, recursos suficientes y con el derecho a recibir a sus poblaciones deportadas. Explotar el victimismo de hechos repetidos a lo largo de los siglos en destierros, dominaciones, expulsiones, progroms y gueto y podría tener consecuencias indeseables porque las gentes se cansan de que les echen imaginarias culpas ancestrales.
*Profesor Emérito de la Universidad Complutense de Madrid (UCM). Director del CCS
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“Rechazamos un régimen fanático, que contradice la Carta de la ONU, que amenaza con la destrucción, con plantas nucleares y misiles y que desata el terror”, alertó Shimon Peres. Benjamín Netanyahu, en Auschwitz, “No permitiremos a quienes niegan el Holocausto borrar o distorsionar la memoria [de lo que pasó]”.
A estas alturas, salvo algún descerebrado, ¿quién niega el hecho histórico del Holocausto? Otra cosa es la interpretación de su extensión, de colaboracionismos y del número de judíos que felizmente huyeron a Estados Unidos y a otros países, y por la apropiación del sufrimiento de tantas personas en los campos, no sólo de los judíos. Y esos estudios y razones son legítimos y libres, pero cuando alguien contesta a esta presión de intransigentes grupos judíos le acusan de antisemitismo, antisionismo o antijudaísmo. ¿O “Sólo hay un pueblo y es el judío”, como dijo Golda Meier?
No me parece justo, ni prudente que se abuse de ese doloroso pasado. Sobre todo por líderes extremistas de Israel. No pueden darnos lecciones los responsables del infame Muro, de ocupación de tierras palestinas, de colonizaciones en Cisjordania y en Jerusalén, del desprecio a resoluciones del Consejo de Seguridad y del derecho internacional, a responsables de muertes, expatriaciones y exilios de millones de palestinos mientras alardean de disponer de armas nucleares montadas en cohetes capaces de alcanzar objetivos en todo el Cercano y Medio Oriente, es insoportable y peligroso.
El "Nunca más" que siguió a las atrocidades nazis contra judíos, socialistas, comunistas, gitanos, enfermos crónicos o personas declaradas por el Reich como “enemigos”, rigen para todos. No sólo para el pueblo judío, pues “los pueblos”, como sostienen Jean Daniel y André Morin, ambos judíos, nunca pueden ser responsables de nada, sino sus dirigentes y quienes colaboraran. El director del Nouvel Observateur denuncia la identidad comunitaria y opta por la ciudadanía en su obra “La prisión judía”, de la mente y del corazón en la que viven no pocos judíos. “Pero algunos de ellos, ofuscados para siempre por la fatalidad del mal, se muestran incapaces de distinguir entre los desastres que sufrieron en Auschwitz y las guerras que libran en Israel, en igualdad de condiciones con sus enemigos nazis”.
No confundimos a judíos, hebreos o israelitas con ciudadanos del Estado de Israel o israelíes, vivan allí o con doble nacionalidad en otros países. Entre los israelíes hay personas que defienden los derechos humanos y que se avergüenzan de los crímenes perpetrados en Gaza y Cisjordania. Así lo expresan en la prensa y en declaraciones de judíos de renombre universal, de académicos, de intelectuales y de ciudadanos corrientes. Muchos reservistas del ejército israelí se niegan a combatir en los territorios ocupados por las ilegales colonias de sionistas fanáticos.
Rabinos, como Lerner, desde San Francisco, se avergüenzan de esta locura por iluminados de un delirante Eretz Israel. Los judíos como los musulmanes, budistas, africanos, hispanos, eslavos tienen derecho a coexistir en paz con los demás y en un Estado similar en derechos al nonato de Palestina, sin temor a xenofobia ni exclusión. Ningún pueblo, etnia, ideología o nación tiene derecho a despreciar a los demás e imponer su poder en nombre de una supuesta “elección” que sólo a ellos incumbe.
Israel ha sido reconocido como Estado dentro de las fronteras de 1967, a las que tiene que regresar, al tiempo que reconoce idéntico derecho al pueblo palestino a erigirse en Estado con soberanía, recursos suficientes y con el derecho a recibir a sus poblaciones deportadas. Explotar el victimismo de hechos repetidos a lo largo de los siglos en destierros, dominaciones, expulsiones, progroms y gueto y podría tener consecuencias indeseables porque las gentes se cansan de que les echen imaginarias culpas ancestrales.
*Profesor Emérito de la Universidad Complutense de Madrid (UCM). Director del CCS
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