“Las alas de la vida”
Por José Carlos García Fajardo*
Todos nacemos con fecha de caducidad, pero ni la conocemos ni la podemos prolongar con violencia.
“Lo entiendes con la cabeza, pero no con el corazón”, dijo el paciente al escuchar el diagnóstico: A.M.S. atrofia sistémica múltiple, una enfermedad neuro degenerativa, invalidante y mortal.
Todos nacemos con fecha de caducidad, pero ni la conocemos ni la podemos prolongar con violencia.
“Lo entiendes con la cabeza, pero no con el corazón”, dijo el paciente al escuchar el diagnóstico: A.M.S. atrofia sistémica múltiple, una enfermedad neuro degenerativa, invalidante y mortal.
Carlos Cristos, licenciado en Medicina y Cirugía, ejerció como médico de familia, con su mujer, también médico en Mallorca.
Amante de la investigación y de la ciencia. Músico. Piloto de vuelo libre. Patrón de vela. Montañero. Colaboraron ambos con ONGs en Ruanda. Como médico ha tenido que transmitir diagnósticos fatales y ha tenido que acompañar a algunos pacientes hasta el final de sus vidas.
Carlos Cristos reclama una vida y una muerte dignas; su familia y sus amigos también. Por eso invita a su amigo y director de cine, Antoni Canet, a que le acompañe en una narración única: su camino hacia la muerte, una historia esencialmente irrepetible.
Cogidas de la mano, enfermedad y película han viajado con Carlos para reflexionar junto con su familia, sus amigos, sus compañeros, médicos y científicos, sobre las vivencias y los grandes temas asociados al final de la vida. Y el último tramo del camino lo han transitado como Carlos ha querido: mirando a la muerte a la cara, con serenidad…., pero, “mientras que suene la música, seguiremos bailando. Y a ser posible, con una sonrisa”.
Estamos ante un testimonio conmovedor sobre la vida. Esta película transmite sosiego y paz, porque asume la muerte como justa, “sin la cual, la existencia sería inimaginable, horrible”. Una circunstancia a la que intenta enfrentarse con una curiosidad incluso científica, un presentimiento de trascendencia ajeno a cualquier atisbo de misticismo o religiosidad e incluso con un envidiable buen humor. “Que en los últimos momentos no se me acerque nadie disfrazado a contarme no sé qué. Quiero morir como he vivido”.
El espectador acompaña la voz fragmentada del médico en su última consulta, un viaje cinematográfico y vital hacia la consumación de un periplo, porque vivir hasta morir es vivir lo suficiente. “Aunque el yo que habita en este cuerpo enfermo y terminal tenga sentimientos que no se pueden ignorar”.
En contra de estas inercias actúa la película. El entorno favorable, la fortaleza intelectual y humana de Carlos, su poder comunicativo, la serenidad en la aceptación de lo inevitable, el arrojo para seguir activo y útil hasta el último momento, muestran que el final de la vida debe ser digno y confortable. En manos de la medicina está el deber de evitar el dolor, por medio de los cuidados paliativos, y en manos de los seres queridos está la posibilidad de ayudar a vencer la muerte solitaria del enfermo mediante la cooperación y el respeto a su libertad.
“Las alas de la vida” reflexiona sobre la vida que se escapa y la muerte en una cultura, la nuestra, que la esconde como un tema tabú, ajeno y desconocido. La sencillez de una persona que ama a la vida en el proceso consciente, acelerado e irreversible de la separación de este mundo es conmovedora.
Es una sesión cinematográfica donde el amor y la amistad, la vida y la muerte ocupan todo el espacio.
Dotado de una mente poderosa, con un discurso de estremecedora clarividencia y de una entereza moral inquebrantable, el médico da una lección de humanidad, pero también de fragilidad ante su destino. Su deseo de saber más sobre su propio calvario, la manera tan tierna, pero también tan discreta, de irse despidiendo de todo lo que le importaba en la vida, nos conmueven sin sentimentalismo alguno.
No excluye la importancia de la eutanasia, algo tratado en la lectura del testamento, una de las secuencias más electrizantes de este valioso film.
Escribe C. Boyero, uno de los más prestigiosos críticos: Esta hermosa, necesaria y conmovedora película me inyecta vida, conocimiento, alegría y emoción. Me hace pensar, dudar y sentir. Y me enamoran el coraje, la lucidez, la dignidad, el terror, la generosidad, la inteligencia, la incertidumbre, la alegría, la angustia, la autenticidad, la complejidad y el humor de ese admirable ser humano llamado Carlos Cristos. También me hace llorar, pero esas lágrimas no son desesperadas, sino buenas para el alma.
*Nota.- Esta película se puede conseguir en la web:
http://www.lasalasdelavida.com/index.html // http://www.lasalasdelavida.com/popup.asp
* Profesor Emérito de la UCM
Carlos Cristos reclama una vida y una muerte dignas; su familia y sus amigos también. Por eso invita a su amigo y director de cine, Antoni Canet, a que le acompañe en una narración única: su camino hacia la muerte, una historia esencialmente irrepetible.
Cogidas de la mano, enfermedad y película han viajado con Carlos para reflexionar junto con su familia, sus amigos, sus compañeros, médicos y científicos, sobre las vivencias y los grandes temas asociados al final de la vida. Y el último tramo del camino lo han transitado como Carlos ha querido: mirando a la muerte a la cara, con serenidad…., pero, “mientras que suene la música, seguiremos bailando. Y a ser posible, con una sonrisa”.
Estamos ante un testimonio conmovedor sobre la vida. Esta película transmite sosiego y paz, porque asume la muerte como justa, “sin la cual, la existencia sería inimaginable, horrible”. Una circunstancia a la que intenta enfrentarse con una curiosidad incluso científica, un presentimiento de trascendencia ajeno a cualquier atisbo de misticismo o religiosidad e incluso con un envidiable buen humor. “Que en los últimos momentos no se me acerque nadie disfrazado a contarme no sé qué. Quiero morir como he vivido”.
El espectador acompaña la voz fragmentada del médico en su última consulta, un viaje cinematográfico y vital hacia la consumación de un periplo, porque vivir hasta morir es vivir lo suficiente. “Aunque el yo que habita en este cuerpo enfermo y terminal tenga sentimientos que no se pueden ignorar”.
En contra de estas inercias actúa la película. El entorno favorable, la fortaleza intelectual y humana de Carlos, su poder comunicativo, la serenidad en la aceptación de lo inevitable, el arrojo para seguir activo y útil hasta el último momento, muestran que el final de la vida debe ser digno y confortable. En manos de la medicina está el deber de evitar el dolor, por medio de los cuidados paliativos, y en manos de los seres queridos está la posibilidad de ayudar a vencer la muerte solitaria del enfermo mediante la cooperación y el respeto a su libertad.
“Las alas de la vida” reflexiona sobre la vida que se escapa y la muerte en una cultura, la nuestra, que la esconde como un tema tabú, ajeno y desconocido. La sencillez de una persona que ama a la vida en el proceso consciente, acelerado e irreversible de la separación de este mundo es conmovedora.
Es una sesión cinematográfica donde el amor y la amistad, la vida y la muerte ocupan todo el espacio.
Dotado de una mente poderosa, con un discurso de estremecedora clarividencia y de una entereza moral inquebrantable, el médico da una lección de humanidad, pero también de fragilidad ante su destino. Su deseo de saber más sobre su propio calvario, la manera tan tierna, pero también tan discreta, de irse despidiendo de todo lo que le importaba en la vida, nos conmueven sin sentimentalismo alguno.
No excluye la importancia de la eutanasia, algo tratado en la lectura del testamento, una de las secuencias más electrizantes de este valioso film.
Escribe C. Boyero, uno de los más prestigiosos críticos: Esta hermosa, necesaria y conmovedora película me inyecta vida, conocimiento, alegría y emoción. Me hace pensar, dudar y sentir. Y me enamoran el coraje, la lucidez, la dignidad, el terror, la generosidad, la inteligencia, la incertidumbre, la alegría, la angustia, la autenticidad, la complejidad y el humor de ese admirable ser humano llamado Carlos Cristos. También me hace llorar, pero esas lágrimas no son desesperadas, sino buenas para el alma.
*Nota.- Esta película se puede conseguir en la web:
http://www.lasalasdelavida.com/index.html // http://www.lasalasdelavida.com/popup.asp
* Profesor Emérito de la UCM