.........Walter Menchola |
Por Gustavo Espinoza M.
Con varios ademanes horrorosos
Los montes de parir dieron señales;
Consintieron los hombres temerosos
Ver nacer los abortos más fatales.
Después que con bramidos espantosos
Infundieron pavor a los mortales,
Estos montes, que al mundo estremecieron,
Un ratoncillo fue lo que parieron.
Dispusieron de casi 600 días calendarios para investigar, nada menos, que la infiltración ideológica y política de las concepciones chavistas —vía el pensamiento bolivariano— en la compleja realidad peruana, a través de las llamas "Casas del Alba".
Pidieron tres veces que las ampliaran los plazos de la investigación para adecuar un informe apropiado a tan alta función.
Debían probar de manera irrebatible lo que anunciaron tan pomposamente: que los obreros de Topy Top hacían huelgas recibiendo consignas de Chávez que llegaban por Internet a la hora que los honorables miembros de la Comisión Investigadora estaban durmiendo; que en submarinos que navegaba en secreto por las caudalosas aguas del río Amazonas, venían vestidos de verde olivo los enlaces que debían encontrarse aquí con Roque Gonzales para trasmitirle en vivo y en directo las consignas más recientes; que las demandas de las Madres de los Vasos de Leche, eran consecuencia directa e inmediata de las órdenes extendidas por el Palacio de Miraflores —en el mismo corazón de Caracas— y estaban destinadas a alterarle la presión el Ministro de Economía peruano que les negaba las partidas presupuestales; que las quejas de los médicos a los que no les pagan las AETAS, no eran sino la expresión de una maniobra siniestra incubada en el pensamiento bolivariano con el propósito de hacer quebrar nuestra boyante economía. En suma, que las Casas del Alba y otras afines eran las correas de trasmisión del accionar sedicioso que —según dicen— atraviesa el continente.
Para el efecto, prepararon documentos, pagaron a decenas de funcionarios y asesores, citaron a centenares de testigos y declarantes, visitaron diversos países de América, levantaron secretos bancarios, adelantaron primicias en todos los medios, amenazaron con develar la verdad "caiga quien caiga". y, finalmente, emitieron un informe.
El mismo fue suscrito por tres sobrevivientes de la Comisión porque dos renunciaron, denunciando que nadie había encontrado pruebas de nada. Pero los congresistas Menchola, Raffo y Vargas —que nunca asomó al Grupo Investigador— convinieron en lo que asomaba ya inevitable e ineludible: presentar un documento con sus conclusiones, cualesquiera ellas fueran.
Y la única conclusión a la que arribaron, la que justificó todo lo que hicieron, fue muy simple: Virly Torres, ex funcionaria de la embajada de Venezuela en el Perú —aseguraron solemnemente— se reunió en algunas ocasiones en la sede diplomática de su país con ciertos dirigentes políticos de la oposición peruana a los que sibilinamente explicó las bondades del proceso venezolano, en un intento —sin duda, siniestro— de persuadirlos para que miraran con simpatía al Presidente Hugo Chávez y no se sumaran a la carga de injurias que desataba contra él la denominada "prensa grande".
En otras palabras, que Virly Torres, la funcionaria de la embajada de Venezuela, había trabajado y cumplido la función que le encomendara su gobierno, el mismo que la acreditó en nuestro país.
Dicho de otro modo, que Virly Torres —que podía vivir sin trabajar y hasta cobrar, sin trabajar— había tenido la desfachatez de cumplir con su deber y llevar a la práctica la función diplomática que cumplen todos los funcionarios de todos los gobiernos que desempeñan funciones acá y en cualquier otro país de la tierra.
El señor Walter Menchola hubiese querido, según parece, que la señora Torres no trabajara, aunque cobrara, como ocurría con la muchacha que él mismo llevara a figurar y cobrar —sin trabajar— en la planilla del Congreso.
Pero la señora Torres no se sentía a gusto cobrando sin trabajar y optó entonces, por hacer lo que el señor Menchola le reprocha: explicarles a los políticos de la oposición peruana que su Presidente, el señor Hugo Chávez no era el orangután siniestro que devoraba niños, como lo suele sugerir Aldo Mariátegui, ni el atrabiliario dictador que presente don Jaime Althaus; que era más bien un hombre capaz de alterarle el ritmo coronario a George W Bush y ganar elecciones en su país porque tenía un muy alto nivel de respaldo ciudadano.
Por eso, el ya célebre Informe de la Comisión Investigadora de las Casas del Alba concluye con una demanda que los tres gonfaloneros del Mccarthismo más desenfrenado gritan hoy a todo pulmón: que declaren persona no grata a la señora Torres, y la expulsen del Perú porque su trabajo pone en riesgo la estabilidad económica, atenta contra la soberanía nacional, ahuyenta la inversión extranjera, sabotea los Tratados de Libre Comercio, desprestigia la imagen del gobierno, solivianta a las masas descontentas y, sobre todo, le resta credibilidad a una institución tan prestigiada como es el Congreso de la República.
Félix María Samaniego, el célebre fabulista español nacido en Aldava en octubre de 1745 tuvo muchas virtudes, y su genialidad le permitió intuir que alguna vez en el Perú don Walter Menchola encarnaría una de sus más polémicas creaciones: Cuando todos esperaban que el bramido de las montañas anunciara un cataclismo, salió corriendo un ratón.
(*) Del Colectivo de Dirección de Nuestra Bandera. http://nuestra-bandera.com