Carlos Marx, siempre
Por Gustavo Espinoza M.*
El pasado 5 de mayo se recordaron 191 años del nacimiento de Carlos Marx. Como seguramente ocurrió en otras latitudes, en el Perú también se rindió homenaje a la vida y a la obra de esta descollante figura de la historia en el lugar más apropiado para el efecto: la Casa Mariátegui donde se trabaja esforzadamente por perpetuar la obra de su mejor discípulo en América, el autor de los "7 Ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana"
El pasado 5 de mayo se recordaron 191 años del nacimiento de Carlos Marx. Como seguramente ocurrió en otras latitudes, en el Perú también se rindió homenaje a la vida y a la obra de esta descollante figura de la historia en el lugar más apropiado para el efecto: la Casa Mariátegui donde se trabaja esforzadamente por perpetuar la obra de su mejor discípulo en América, el autor de los "7 Ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana"
Marx, como se recuerda, fue considerado el más brillante pensador de la historia humana después de una encuesta que hizo entre sus oyentes la BBC de Londres a fines del siglo XX.
En la circunstancia, el Titán de Tréveris obtuvo el 27.93% de las adhesiones. Después de él, en riguroso orden, se registraron: David Hume, con el 12.17%; Ludwig Wittgenstein, con el 6.8%; Federico Nietzche, con 6.49%; el griego Platón, con 5.65% y Enmanuel Kant con 5.61%.
De El Moro —como también se le conocía— Federico Engels, su entrañable compañero de lucha, diría: "Marx era un genio; los demás, a lo sumo, somos hombres de talento. Sin él, la teoría no sería hoy, ni con mucho, lo que es. Por eso ostenta legítimamente su nombre"
Y es que Marx un ideólogo, un filósofo, y un economista. Pero ante todo, fue un revolucionario que entregó su vida a una causa y que ligó su suerte a la lucha por un mundo distinto y superior en el que el hombre dejara de ser para siempre el lobo del hombre y estuviera en capacidad de encumbrarse por encima de sus miserias para construir una vida mejor.
Tal como lo reconociera el periódico "Progress", del Sindicato de Tabaqueros de los Estados Unidos, Marx fue "el mejor amigo de los obreros y su más grande Maestro".
En 1859 —ocho años antes de la publicación de "El Capital"—, cuando el propio Marx evaluó su producción intelectual, reivindicó cuatro de sus obras como las que hubiese querido legar realmente a la posteridad.
Una de ellas, por cierto, fue el Manifiesto del Partido Comunista, editado en 1848, como llamamiento polémico de la antigua Liga de los Justicieros, a la que se incorporaran Marx y Engels poco antes. Las otras, fueron "La Miseria de la Filosofía", el "Discurso sobre el Libre Cambio" y una serie de artículos recogidos después con el nombre de "Trabajo Asalariado y Capital".
No resulta casual, por cierto, el que haya considerado "El Manifiesto..." como una de sus obras principales si se tiene en cuenta que a través de ella pudo desarrollar la idea de que la historia —toda la historia— no ha sido sino "una historia de lucha de clases, de lucha entre clases explotadoras y explotadas, dominantes y dominadas, en las diferentes fases del desarrollo social". En ese esquema, Marx concluye que "la clase explotada y oprimida (el proletariado) no puede emanciparse de la clase que la explota y oprime, sin emancipar, al mismo tiempo y para siempre, a la sociedad entera de la explotación, la opresión y la lucha de clases".
Después de esta afirmación categórica ocurrieron muchos episodios en la historia humana. Uno de ellos fue La Comuna de París, el ejemplo de Primer Gobierno Obrero que asomó en la faz de la tierra, y que sólo pudo mantenerse en el Poder algunas semanas.
Otro, de mayor profundidad y consistencia fue ciertamente la Revolución Socialista de Octubre, que sacudiera el mundo desde su raíz y cambiara radicalmente las relaciones de producción a lo largo del Siglo XX. Pero como la vida es más compleja en la realidad que en la novela, no todo fue un avance lineal en la vida de los pueblos. También hubo contrastes.
La quiebra de la experiencia socialista en Europa del Este y la desaparición de la URSS llevaron a algunos a suponer que el "Mensaje de Marx" había resultado improductivo, que sus enseñanzas habían concluido en derrota, y que finalmente el "sueño" de la sociedad sin clases resultaba una Utopía. No faltaron quienes celebraron los funerales de Marx casi cien años después de la muerte física de este epónimo hombre de la historia. O quienes "lamentaron" sibilinamente que un nombre tan ilustre haya estado vinculado al de Lenin, al desarrollo real de la historia, o a la experiencia socialista frustrada.
El "argumento" que se diseñó en ese entonces, y que algunos esbozan hoy, parte de la idea de que "la clase obrera ha cambiado", que "el proletariado, ya no es el mismo". Deducen, de allí, que el pensamiento de Marx forma parte del pasado y que sus ideas centrales no corresponden a nuestro tiempo; que hoy la tecnología y de la ciencia consagran un mundo "integrado" cuyo valor más consistente es la llamada "globalización". Para quienes así piensan, la existencia de las Clases, y la lucha entre ellas, no tendría ya sentido.
Los cambios en la Clase Obrera, como en la estructura misma de la sociedad, fueron constantes. Como lo dijimos n otra ocasión, la clase obrera de 1874, cuando dejó de existir la Primera Asociación Internacional de los Trabajadores, era distinta a la que existiera diez años antes, cuando esta entidad fue creada. La Clase Obrera que en 1905 formó las Barricadas de Moscú, era también distinta a la del siglo anterior. Y diferente a todas, era la Clase que en octubre del 17 tomó el Cielo por Asalto y perfiló la construcción de un modelo social hasta entonces inédito. La Clase Obrera de nuestro tiempo, no tendría por qué ser igual, entonces, a la Clase del pasado. Pero el hecho, no cambia su esencia, ni el papel social que está históricamente llamada a cumplir.
Aunque resulté reiterativo, debe recordarse que ni la existencia de las Clases ni la Lucha entre ellas fue inventada ni descubierta por Marx. A él le corresponde como lo subrayara en 1852, precisar que la existencia de las clases, sólo va unida a una etapa del desarrollo de la producción; que la lucha de clases conduce a la Dictadura del Proletariado y que ésta misma Dictadura -que tanto horroriza a los filisteos de ayer y de hoy- "no es más que el tránsito hacia la abolición de todas las clases y hacia una sociedad sin clases".
Y es que, de acuerdo a la esencia del pensamiento marxista, los hombres hacen su propia historia, "pero no la hacen a su libre arbitrio, bajo circunstancias elegidas por ellos mismo, sino bajo aquellas circunstancias con que se encuentran directamente, que existen, y que les han sido legadas...". El peso de la historia, el desarrollo de los acontecimientos anteriores, el proceso vivido por las sociedades, juega en el diseño del porvenir y, para decirlo en las propias palabras de Marx "la tradición de las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos".
La perspectiva de la historia, entonces, mantuvo su carácter y su visión dialéctica. Y es que, en definitiva, fue el descubrimiento de la Dialéctica y sus leyes, lo que podría considerarse el aporte esencial del pensamiento marxista. Gracias a ella, Marx descubrió la ley del desarrollo de la historia, pero también la ley específica que mueve el modo de producción de nuestro tiempo: la Plusvalía, inherente a la explotación capitalista.
Por sostener esas ideas, Marx unió al desarrollo de la teoría, una incesante actividad práctica. Ella lo llevó a integrar la Liga de los Comunistas, el primer partido revolucionario de la historia humana; a fundar la Primera Asociación Internacional de Trabajadores, en 1864; a solidarizarse activamente con la Comuna de París, en 1871; y a vivir toda su vida en condiciones precarias de miseria, pero además de enfrentamiento y lucha en Francia, Alemania, o Inglaterra, debiendo mudar de país constantemente, salvando los más difíciles escollos de la persecución y el acoso.
Hoy la historia humana se desarrolla en nuevas condiciones. Como antes, y pese a los augurios de "la modernidad", las relaciones de producción basadas en la opresión humana constituyen fuente de miseria y no instrumentos de bienestar. Y, como antes, los trabajadores y los pueblos tienen inmensas tareas por cumplir, y nuevas responsabilidades. Sin aferrarse a esquemas del pasado, pero nutriéndose siempre de las experiencias de la vida, deben recordar, con Marx que "cada paso de un movimiento real, es más importante que una docena de programas".
Más allá de los deseos de los politiqueros de turno que gobiernan nuestros países, las ideas de Marx conservan plena vigencia. El capitalismo contemporáneo no ha sido capaz de resolver sus propias contradicciones, y hoy, a la par que se conocen adelantos y progresos inimaginables, se registran también traumas alucinantes: 2/3 de la población mundial viven virtualmente marginados de la civilización, 2 mil millones en condiciones de pobreza absoluta, en un mundo en el que existen 800 millones de desocupados crónicos, enfrentamientos étnicos, guerras locales y violencia sin límites; en tanto que una parte de la sociedad de nuestro tiempo, un tercio de ella, se considera dueño del planeta y construye para sí un mundo de abundancia y bienestar, globalizando la injusticia y la miseria. En este marco, Marx y sus ideas se convierten en bandera natural para cuatro mil millones de oprimidos de todos los países.
Sin duda, el perfil del Hombre del Milenio, su venerable barba y su mirada de fuego, alumbrarán aún por mucho tiempo la ruta de los pueblos.
El homenaje que se le hizo en la Casa Mariátegui fue un muy modesto, pero también muy simbólico como gesto de identificación con su causa. (fin)
(*) Del Colectivo de Dirección de Nuestra Bandera.
http://www.nuestra-bandera.com
En la circunstancia, el Titán de Tréveris obtuvo el 27.93% de las adhesiones. Después de él, en riguroso orden, se registraron: David Hume, con el 12.17%; Ludwig Wittgenstein, con el 6.8%; Federico Nietzche, con 6.49%; el griego Platón, con 5.65% y Enmanuel Kant con 5.61%.
De El Moro —como también se le conocía— Federico Engels, su entrañable compañero de lucha, diría: "Marx era un genio; los demás, a lo sumo, somos hombres de talento. Sin él, la teoría no sería hoy, ni con mucho, lo que es. Por eso ostenta legítimamente su nombre"
Y es que Marx un ideólogo, un filósofo, y un economista. Pero ante todo, fue un revolucionario que entregó su vida a una causa y que ligó su suerte a la lucha por un mundo distinto y superior en el que el hombre dejara de ser para siempre el lobo del hombre y estuviera en capacidad de encumbrarse por encima de sus miserias para construir una vida mejor.
Tal como lo reconociera el periódico "Progress", del Sindicato de Tabaqueros de los Estados Unidos, Marx fue "el mejor amigo de los obreros y su más grande Maestro".
En 1859 —ocho años antes de la publicación de "El Capital"—, cuando el propio Marx evaluó su producción intelectual, reivindicó cuatro de sus obras como las que hubiese querido legar realmente a la posteridad.
Una de ellas, por cierto, fue el Manifiesto del Partido Comunista, editado en 1848, como llamamiento polémico de la antigua Liga de los Justicieros, a la que se incorporaran Marx y Engels poco antes. Las otras, fueron "La Miseria de la Filosofía", el "Discurso sobre el Libre Cambio" y una serie de artículos recogidos después con el nombre de "Trabajo Asalariado y Capital".
No resulta casual, por cierto, el que haya considerado "El Manifiesto..." como una de sus obras principales si se tiene en cuenta que a través de ella pudo desarrollar la idea de que la historia —toda la historia— no ha sido sino "una historia de lucha de clases, de lucha entre clases explotadoras y explotadas, dominantes y dominadas, en las diferentes fases del desarrollo social". En ese esquema, Marx concluye que "la clase explotada y oprimida (el proletariado) no puede emanciparse de la clase que la explota y oprime, sin emancipar, al mismo tiempo y para siempre, a la sociedad entera de la explotación, la opresión y la lucha de clases".
Después de esta afirmación categórica ocurrieron muchos episodios en la historia humana. Uno de ellos fue La Comuna de París, el ejemplo de Primer Gobierno Obrero que asomó en la faz de la tierra, y que sólo pudo mantenerse en el Poder algunas semanas.
Otro, de mayor profundidad y consistencia fue ciertamente la Revolución Socialista de Octubre, que sacudiera el mundo desde su raíz y cambiara radicalmente las relaciones de producción a lo largo del Siglo XX. Pero como la vida es más compleja en la realidad que en la novela, no todo fue un avance lineal en la vida de los pueblos. También hubo contrastes.
La quiebra de la experiencia socialista en Europa del Este y la desaparición de la URSS llevaron a algunos a suponer que el "Mensaje de Marx" había resultado improductivo, que sus enseñanzas habían concluido en derrota, y que finalmente el "sueño" de la sociedad sin clases resultaba una Utopía. No faltaron quienes celebraron los funerales de Marx casi cien años después de la muerte física de este epónimo hombre de la historia. O quienes "lamentaron" sibilinamente que un nombre tan ilustre haya estado vinculado al de Lenin, al desarrollo real de la historia, o a la experiencia socialista frustrada.
El "argumento" que se diseñó en ese entonces, y que algunos esbozan hoy, parte de la idea de que "la clase obrera ha cambiado", que "el proletariado, ya no es el mismo". Deducen, de allí, que el pensamiento de Marx forma parte del pasado y que sus ideas centrales no corresponden a nuestro tiempo; que hoy la tecnología y de la ciencia consagran un mundo "integrado" cuyo valor más consistente es la llamada "globalización". Para quienes así piensan, la existencia de las Clases, y la lucha entre ellas, no tendría ya sentido.
Los cambios en la Clase Obrera, como en la estructura misma de la sociedad, fueron constantes. Como lo dijimos n otra ocasión, la clase obrera de 1874, cuando dejó de existir la Primera Asociación Internacional de los Trabajadores, era distinta a la que existiera diez años antes, cuando esta entidad fue creada. La Clase Obrera que en 1905 formó las Barricadas de Moscú, era también distinta a la del siglo anterior. Y diferente a todas, era la Clase que en octubre del 17 tomó el Cielo por Asalto y perfiló la construcción de un modelo social hasta entonces inédito. La Clase Obrera de nuestro tiempo, no tendría por qué ser igual, entonces, a la Clase del pasado. Pero el hecho, no cambia su esencia, ni el papel social que está históricamente llamada a cumplir.
Aunque resulté reiterativo, debe recordarse que ni la existencia de las Clases ni la Lucha entre ellas fue inventada ni descubierta por Marx. A él le corresponde como lo subrayara en 1852, precisar que la existencia de las clases, sólo va unida a una etapa del desarrollo de la producción; que la lucha de clases conduce a la Dictadura del Proletariado y que ésta misma Dictadura -que tanto horroriza a los filisteos de ayer y de hoy- "no es más que el tránsito hacia la abolición de todas las clases y hacia una sociedad sin clases".
Y es que, de acuerdo a la esencia del pensamiento marxista, los hombres hacen su propia historia, "pero no la hacen a su libre arbitrio, bajo circunstancias elegidas por ellos mismo, sino bajo aquellas circunstancias con que se encuentran directamente, que existen, y que les han sido legadas...". El peso de la historia, el desarrollo de los acontecimientos anteriores, el proceso vivido por las sociedades, juega en el diseño del porvenir y, para decirlo en las propias palabras de Marx "la tradición de las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos".
La perspectiva de la historia, entonces, mantuvo su carácter y su visión dialéctica. Y es que, en definitiva, fue el descubrimiento de la Dialéctica y sus leyes, lo que podría considerarse el aporte esencial del pensamiento marxista. Gracias a ella, Marx descubrió la ley del desarrollo de la historia, pero también la ley específica que mueve el modo de producción de nuestro tiempo: la Plusvalía, inherente a la explotación capitalista.
Por sostener esas ideas, Marx unió al desarrollo de la teoría, una incesante actividad práctica. Ella lo llevó a integrar la Liga de los Comunistas, el primer partido revolucionario de la historia humana; a fundar la Primera Asociación Internacional de Trabajadores, en 1864; a solidarizarse activamente con la Comuna de París, en 1871; y a vivir toda su vida en condiciones precarias de miseria, pero además de enfrentamiento y lucha en Francia, Alemania, o Inglaterra, debiendo mudar de país constantemente, salvando los más difíciles escollos de la persecución y el acoso.
Hoy la historia humana se desarrolla en nuevas condiciones. Como antes, y pese a los augurios de "la modernidad", las relaciones de producción basadas en la opresión humana constituyen fuente de miseria y no instrumentos de bienestar. Y, como antes, los trabajadores y los pueblos tienen inmensas tareas por cumplir, y nuevas responsabilidades. Sin aferrarse a esquemas del pasado, pero nutriéndose siempre de las experiencias de la vida, deben recordar, con Marx que "cada paso de un movimiento real, es más importante que una docena de programas".
Más allá de los deseos de los politiqueros de turno que gobiernan nuestros países, las ideas de Marx conservan plena vigencia. El capitalismo contemporáneo no ha sido capaz de resolver sus propias contradicciones, y hoy, a la par que se conocen adelantos y progresos inimaginables, se registran también traumas alucinantes: 2/3 de la población mundial viven virtualmente marginados de la civilización, 2 mil millones en condiciones de pobreza absoluta, en un mundo en el que existen 800 millones de desocupados crónicos, enfrentamientos étnicos, guerras locales y violencia sin límites; en tanto que una parte de la sociedad de nuestro tiempo, un tercio de ella, se considera dueño del planeta y construye para sí un mundo de abundancia y bienestar, globalizando la injusticia y la miseria. En este marco, Marx y sus ideas se convierten en bandera natural para cuatro mil millones de oprimidos de todos los países.
Sin duda, el perfil del Hombre del Milenio, su venerable barba y su mirada de fuego, alumbrarán aún por mucho tiempo la ruta de los pueblos.
El homenaje que se le hizo en la Casa Mariátegui fue un muy modesto, pero también muy simbólico como gesto de identificación con su causa. (fin)
(*) Del Colectivo de Dirección de Nuestra Bandera.
http://www.nuestra-bandera.com