Alan Fairlie Reinoso
Setiembre fue de mucha agitación. El amago de censura al Presidente, las marchas y contramarchas de las bancadas (sin comportamiento orgánico) respecto a proyectos de ley controversiales (calificados como “populistas”, si cuestionan el modelo), y la agitada inscripción de candidaturas en los partidos y los vientres de alquiler.
Mientras esa dinámica se desarrolla, no se formularon propuestas para salir de la pandemia-salvo honrosas excepciones-ni sobre la post-pandemia. Sequía de propuestas. Candidatos que buscaron cualquier logo para postular, otros que anuncian se retiran con su programa bajo el brazo.
El país muriendo, sobre todo su población más vulnerable, las brechas y las asimetrías profundizándose, mientras se impulsa la “reactivación” esperando la llamada segunda ola de contagios. La ausencia de un bono universal o seguro de desempleo que existe en otros países, obliga a salir a trabajar a un amplio sector informal o cuentapropista, porque frente al riesgo del virus, existe la realidad del hambre si no se trabaja.
Un gobierno aún más debilitado, que parece por ratos estar en un mundo paralelo, igual que los congresistas y los partidos, que lanzan el espectáculo electoral en medio de la tragedia de muchos hogares peruanos.
El diálogo y los pactos que busca el gobierno son para que no salgan proyectos que vulneren la caja fiscal o toquen el modelo en curso, pero no se hacen para fijar una plataforma de corto plazo que nos permita enfrentar mejor la pandemia y nos de las bases para políticas de largo plazo que requiere el Perú del Bicentenario.
Esfuerzos que hacen partidos que no están inscritos, y organizaciones sociales que no tienen un vínculo orgánico político que permita una adecuada dinámica que permita movilizar al país en su reconstrucción. Ojalá esto cambie, el país lo requiere y la población más desfavorecida lo necesita urgentemente.
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