Luis Lazo Valdivia - Coordinador Nacional de Foro Salud
Más de 100 mil muertos y la curva de morbi-mortalidad pandémica Covid-19 ascendente, sin parar. Se optó nuevamente por el confinamiento, hace 4 semanas, debiendo haberse tomado la medida desde principios de año, confinamiento sin protecciones sociales, y esa demora ahogó literalmente a miles de personas, y el confinamiento ahogó a millones de trabajadores a la espera de un bono que no llegó. 17 días, quizás 17 meses, bonos, vacunas, sin llegar al pueblo. Un fracaso total.
Y para marcar su postura de abandono al pueblo, levantan la cuarentena, y un grito ahogado, en todos los rincones del país exclamó: ¡Sálvese quien pueda!
Tres décadas de políticas neoliberales, una de crecimiento económico sinigual, rentismo ciego de las grandes empresas, y gobiernos obtusos que nunca invirtieron en políticas sociales. Vivienda, agua, educación y salud, abandonadas y a expensas del mercado, la “mano invisible” que nos salvaría, fue la mano que cerró todas las válvulas del desarrollo social y el corte de derechos humanos elementales como la salud. Un sistema colapsado previamente a la pandemia, tuvo que soportar el embate de miles de pacientes que diariamente pugnaban, suplicaban, por una atención insuficiente, y otro tanto, simplemente abandonado en la calle, en sus casas.
En un país, donde millones de familias enfrentan la pandemia valientemente, la felonía pudo más que todas ellas, no solo por 470 vacunados vip, sino por toda una estructura de funcionarios del estado, que moldeados, sin vergüenza alguna, por las políticas neoliberales, fratricidas en última instancia, contra quienes las aplican. Alcanzamos los límites de ser el país con la mayor tasa de mortalidad en la primera ola, datos de setiembre y octubre lo demuestran, justamente las fechas en que un grupete de privilegiados y aupados se vacunaron, con total cobardía y traición a toda la primera línea de profesionales de salud que daban la vida entera, incluso hasta su muerte para salvar al país de la más feroz pandemia sufrida por la humanidad. ¿Qué más nos deparará la segunda ola?
Cifras oficiales son las que nos ponen en total desventaja respecto a otros países de la región, y lo peor es que más del doble de eso, no está siendo informado, tanto que MINSA no se pone de acuerdo con las DIRESAs, y ambas juntas tampoco con SINADEF, y estamos seguros que ninguna se acerca a las cifras reales, que son la sumatoria de la memoria histórica y popular, que ha de resumirse algún día, para contar a sus enfermos y muertos por este abandono genocida de un sistema sanitario, económico y político de espaldas a la población y sus derechos.
¡Sálvese quien pueda! Parece que fuera el grito de batalla de aquellos guerreros del pueblo que van a enfrentar a la muerte, aunque la muerte les coja en el camino, con la única consigna de sobrevivir y regresar a casa, después de la jornada, con algo de pan para sus hijos. Y el gobierno, dónde está el gobierno, dónde está el sistema, y dónde la mano del mercado, manos que ahogan a todo un pueblo con el oxígeno privatizado, las medicinas privatizadas, y las vacunas, aquellas que Sagasti indica que son la salvación, con pretensiones de privatizarse.
“¡Hay que ser más infeliz | El que mando privatizar!
¡Sabiendo cómo evitar | Una matanza tan vil!”
Sin embargo, la esperanza, no aquella que se pierde al último, sino aquella que vemos en los barrios, comunidades, cerros y rincones del país, es lo que cada uno siente mirando a su par, ve y reconoce la resistencia que nos hace sobrevivir, y esto va a contracorriente del cinismo oficial, de la verborrea de los medios, y la felonía de gobernantes y funcionarios, similar a lo ocurrido en la alevosía de la guerra de 1879, en la criollada de 1821, y muchos hechos más, y en cada vez, el pueblo ahogó su grito ¡Sálvese quien pueda! para ¡RESISTIR!
“Solo le pido a Dios | Que el dolor no me sea indiferente
Que la reseca muerte no me encuentre | Vacío y solo sin haber hecho lo suficiente”