Jorge Smith Maguiña
Perú y Francia han sido siempre dos países que se atraen mutuamente. A los peruanos Francia siempre les atrajó como un faro cultural que aunque ya no es el único, mantiene un lugar preferencial. Su espléndida literatura tiene obras de Balzac, Dumas y Hugo que las conocemos desde nuestra infancia. Su exquisita gastronomía, con sus complicadas y variadas salsas son para los peruanos que tenemos también una exquisita y variada gastronomía, en realidad, más un referente teórico que real. En lo cual no tienen rival los franceses es en los quesos y en los vinos y el maridaje de ambos para los que amamos estos últimos, es para degustarlos con una reverencia casi eucarística. Es algo novedoso y placentero por lo demás, que gracias al esfuerzo de muchos viticultores peruanos que el vino se haya ido asentando en nuestras mesas y aunque en forma limitada todavía, le esté robando un espacio a la democrática cerveza.
Al igual que a nosotros, a los franceses les encanta hablar de política y de comida y con ese dejo tan francés, que tienen al hablar nuestro idioma, pues nunca pierden su típico acento. Su idioma es de una sutileza sin límites y permite expresar el pensamiento de una forma muy clara y precisa. Dudo mucho que Descartes, hubiese podido escribir “El Discurso del Método” en otra lengua que no fuera el francés. Además, como pocas, es una lengua que permite decir las cosas solo sugiriéndolas, como también permite el arte de hablar sobre muchas cosas sin decir nada. Su idioma es una de las muestras absolutas del refinamiento francés. Su idioma refleja su cultura, y si lo hablas como lo hablan ellos, sin que uno se dé cuenta, muchas puertas se le abren a uno. En suma Francia es un país que nos atrae y atraerá todavía por buen tiempo, aunque Francia ya no es el país que imaginamos y que incluso para los mismos franceses ha dejado de ser el país que hubiesen querido que continuara siendo.
Algunas situaciones grotescas de las cuales hablaremos, ligadas a la función pública, muestran que la inmaculada Francia que durante tanto tiempo tuvo funcionarios públicos caracterizados por su eficiencia y probidad, signo de una verdadera “vocación de servicio al Estado”, ya no es lo que era. En Francia todo se hace con una extrema discreción. La misma distinción que premia los servicios a la nación o se da a los ciudadanos franceses o extranjeros que han hecho algo relevante, no son pesados medallones, como los que a veces sin ningún criterio regala el Estado peruano y terminan vendidos en casa de antigüedades o empeñados en otros negocios. La Legion d´Honneur francesa es una distinción pequeñísima, que se pone en la solapa de cualquier vestimenta. La gente sabe quién la amerita.
Es una lástima, pues, que para nosotros se haya ido perdiendo ese referente que era la forma eficiente y fluida cómo funcionaba administrativamente el Estado francés. Durante los últimos decenios se nos ha vendido el cuento de que el Estado debe funcionar como una empresa. Los pillos que en algún momento han ascendido al poder, como el ex presidente Kuckynsky, ahora en detención domiciliaria, tomaron eso al pie de la letra y utilizaron al Estado peruano como una más de sus empresas, no haciendo ninguna distinción entre los intereses nacionales y sus negocios privados.
Francia era y en mucho continúa siendo, un buen ejemplo de una independencia de poderes, no contaminada por las contingencias de los cambios de gobierno. Así, Miterrand pudo gobernar con un primer ministro de la oposición y luego el presidente Chirac con un primer ministro también de la oposición. Esa rara “cohabitación”, fue en su momento un ejemplo inédito de madurez política, incomprehensible e impensable en otros países, pero que lamentablemente se fue perdiendo.
Al ciudadano francés promedio, quizás menos hoy pero todavía en una gran proporción, venir a Perú ha sido siempre una de las primeras opciones, si uno quisiese visitar un país lejano. La frase, aunque menos utilizada por los jóvenes franceses hoy en día: “¡C´est pas le Perou!” (¡Esto no es el Perú!) es una frase utilizada en una acepción muy positiva. Al decir eso, uno quiere significar que lo que me estás dando o proponiendo, aún con lo magnifico que es, no tiene equivalente, con los tesoros maravillosos, que tiene ese país lejano llamado Perú, donde el oro existía en cantidades inimaginables. Pocos países por otro lado, tienen en su élite universitaria, tan creativa y erudita, sobre todo entre los historiadores, un grupo que se denomina los “peruanistes”, que son los expertos en Perú, sobre cualquiera de las fases de nuestra historia o aspectos de nuestra cultura. No hay que yo sepa “chilenistas” o “argentinistas” o “colombianistas”, pero “peruanistas”, definitivamente sí que los hay. Los llamados peruanistas tienen incluso congresos cada cierto número de años.
Para un país como Francia que siempre tuvo una vocación y una curiosidad universal, que dio lugar justamente a los enciclopedistas, ese grupo de genios que quisieron ya en su tiempo, en el siglo XVIII, comprenderlo y codificarlo todo, Perú siempre les pareció un país fascinante. Los franceses cuando vienen al Perú se adaptan muy bien y si se van recuerdan su estadía en este país con una infinita nostalgia, por no decir explícita ternura. Cuando en un café parisino o en un restaurante de Marsella, los encuentras y te hablan del Perú, critican con blandura nuestros defectos, que definitivamente son muchos, pero también ensalzan nuestras virtudes, que no son pocas. Los franceses que viven en el Perú no dejan de tener la misma actitud. Muchas veces les he oído decir con éstas u otras palabras: “Ustedes los peruanos son desconcertantes. Cuando hacen las cosas bien, las hacen no solo bien, sino con un toque de creatividad inesperado. Pero cuando las hacen mal, como en el manejo de la pandemia, no sólo hacen las cosas mal, sino inventan formas de empeorarlas. Para hacer las cosas mal, en cualquier olimpiada que premiaría, la forma de proceder hacia la pandemia, como la del actual gobierno y peor aún el anterior, definitivamente, el Perú ganaría de lejos las tres medallas, la de oro, la de plata y la de bronce.”
No es, sin embargo, de ese interés positivo por Perú, por parte de los franceses de lo cual voy a escribir, sino sobre una situación más sórdida y que termina hermanando a nuestros países en las peores circunstancias y sobre temas, en torno a los cuales, no hubiésemos querido coincidir. Me refiero a la condena recibida el lunes 1ro. de marzo por el ex presidente de Francia, Nicolas Sarkozy, a tres años de prisión por corrupción y por abuso de poder. Uno de esos tres años, se supone que debe ser prisión cerrada. Sus abogados apelarán dicha condena y sin duda el año de prisión efectiva que Sarkozy tendría que cumplir en prisión, se convertirá en un cumplimiento de condena en su residencia o a tener que llevar grilletes, como cualquier prisionero común. Está por demás decirlo, pero la situación ha traumatizado a Francia que no sale de su estupor y no oculta su vergüenza. Sorpresa no la hubo tanto, pues ya se veía venir. Sorpresa la hubo cuando, recuerdo hace algunos años, un día ya siendo Sarkozy, presidente de Francia, apareció en la prensa, una foto a cuerpo entero, totalmente desnuda, de su esposa la modelo italiana Carla Bruni, con quien él se acababa de casar. Ella, hermosa, refinada y talentosa, fue por mucho tiempo más popular que Sarkozy en Francia y atenuaba los continuos pleitos en los cuales caía, por su personalidad vehemente y contradictoria, el ex presidente francés. Antes de ser presidente, Sarkozy había sido alcalde de Neuilly, el distrito pituco de la región parisina. Antes que con Carla Bruni, cabe agregar que había estado casado con Cecile Ziganer, pianista, premio Marguerite Long de piano, la mas alta distinción por concurso, que se da en Francia a los pianistas más talentosos. Sarkozy tuvo el talento para atrapar a estas talentosas mujeres. Su buen gusto en ese campo, el de la seducción, está fuera de duda.
En sus años de gobierno Sarkozy se caracterizó por querer entrometerse en el funcionamiento de los otros poderes del Estado, queriendo incluso politizar el funcionamiento del poder judicial lo cual fue el origen de la desgracia que hoy afronta. En eso el francés, se asemejó mucho a Trump. Actuando siempre en forma impulsiva, presionando abierta e insistentemente sobre los otros poderes del Estado, terminó fragilizando las instituciones. Nunca, por otro lado, Sarkozy tocó los privilegios casi monárquicos de la clase política francesa, mas bien usó y abusó de ellos, pero fue aún mas lejos, contaminando y abriendo la puerta grande a los financiamientos ilícitos para su campaña política. Su comportamiento impulsivo lo llevó a hacer buenas migas con las satrapías de medio oriente, la mas visible siendo su relación con Kadafy, el ex dictador de Libia.
El nepotismo, por ejemplo, que siempre fue tolerado en Francia, es un rezago monárquico, que todavía goza de buena salud, pero comienza a ser cuestionado. Los monarcas franceses, tenían sus “favoritos”, los cuales ostentaban muchos privilegios, a veces implícitos u otras veces explícitos. La discreción y el poder del favorito, era también el arte de no explicitar sus privilegios a cada rato, pero sí que la gente a quien le interesaba influenciar, supiese de su cercanía, a la fuente misma del poder, o sea al rey. Hoy en día, el nepotismo existe en el Estado y sobre todo en el parlamento francés, en proporciones que incluso a los peruanos nos llevaría a escándalo, pues más del 20% de los elegidos franceses tiene contratados a uno o varios miembros de su entorno familiar en sus despachos o en asesorías directas. Nadie se queja al respecto. Todos saben que eso es algo inmoral, aunque no ilegal. Las más recientes regulaciones, indican incluso, para dorar la píldora, que cada parlamentario debe hacer la lista completa de todos sus colaboradores, pero no está obligado de explicitar el grado de parentesco que tiene con ellos. Así, la esposa de un diputado puede ser la jefa de su despacho y su hijo, el asesor.
Todo eso ha sido tolerado y lo continúa siendo. A favor de este sistema de nepotismo puro y bastante criticable podemos decir que los parlamentarios franceses se han cuidado de contratar familiares que sean personas eficientes, sean sus hijas, esposas o amantes y se han cuidado también de nunca ponerles salarios excesivos. Esa especie de discreta invisibilidad ha permitido que el sistema perdure. La caja de Pandora se abrió hace algunos años cuando se descubrió que Francois Fillon, que había sido más de treinta años congresista, estando al borde de ser nominado el candidato a la presidencia por la derecha y con muchísimas posibilidades de ganar, había, de alguna manera, ocultado que tuvo bajo contrato a su esposa y su hijo y que ambos le habían costado al Estado francés alrededor de 1 millón de euros. Toda discreción voló en pedazos Era demasiado. Su generosidad había sido excesiva con la familia. Le costó su carrera política.
En Perú es nepotismo y el arte de meter amigos a trabajar en la administración pública ha llegado en los últimos años a proporciones escandalosas, no solo por la cantidad de gente que se mete a laborar en diferentes instancias del Estado, sino por la incompetencia calificada de aquellos que se contrata. Francia, es un país donde casi el 95% de los altos funcionarios públicos son graduados de la ENA, (Escuela Nacional de Administración), y son ellos el esqueleto y los músculos de la alta administración del Estado francés, que garantizan su funcionamiento al margen de las contingencias de cambio de gobierno o de presidencia. El resto son asesorías o puestos de confianza, pero que no tienen mayor injerencia en la administración del Estado.
En Perú, suicidariamente el nepotismo lleva a muchos congresistas a rodearse de gente inepta. En sus despachos hay personal que no tiene un mínimo de formación jurídica y de allí que salgan proyectos de ley que no tienen ni pies ni cabeza, sin un mínimo de realismo, pertinencia o urgencia y, sobre todo, de costo beneficio para la comunidad. Peor es cuando los congresistas terminan presionando para que “su gente” logre ocupar puestos en la alta administración del Estado. Gracias a un impulso constante e irresponsable terminan apoyando y legitimando a gente incompetente en puestos en la alta administración del Estado, a personas que no tienen ni calificación ni experiencia en la gestión pública y a veces ni un mínimo de solvencia intelectual o criterio moral.
Eso genera caos y parálisis, cada vez que hay cambio de funcionarios, sobre todo en instancias, en las cuales, la acción del Estado no se puede detener como lo es en seguridad, salud y otras. De alguna manera esa es nuestra desgracia, pues con la increíble rotación de ministros en Perú, prácticamente uno nuevo cada 25 días en la época de Vizcarra, donde cada equipo viene con sus viceministros y directores, eso lleva que cada cambio de titular de un ministerio, hace que la acción administrativa se detenga o ralentice por varias semanas, mientras los nuevos “recomendados” asumen sus funciones. En Perú los cargos públicos, fuera de ser fuente de presión para consultorías o contratar para “capacitaciones” sobre los temas mas extravagantes (tipo Richard Swing), para suscitar “espíritu de colaboración en los empleados”, emprendedurismo de todo tipo y la más variada gama de talleres y charlas motivadoras para suscitar comportamientos motivadores que se organizan sin criterio, objetivo ni justificación alguna, para distraer a los aburridos funcionarios públicos, a costa del dinero de los contribuyentes. El ecosistema empleocrático que ha generado el mundo caviar, siempre tiene bajo la manga algunas sesiones de coaching o técnicas de relajación laboral, para vendérselas a un Estado que gasta dinero que no es suyo, sin ningún criterio.
El caso de ex presidente Vizcarra, que con una habilidad sin límites, ha practicado a diestra y siniestra el nepotismo desde hace mas de 30 años, en que comenzó a trabajar y contratar con el Estado, acarreando a todo un grupito que le tapaba sus dudosos procedimientos e irregularidades en el gobierno regional de Moquegua, luego en diversos ministerios pero sobre todo en el Ministerio de Transportes y también en el Ministerio de Vivienda, donde puso a toda su gente, “por la cuota de poder que le correspondía”, como también en otras instancias del Estado. Ya cuando era presidente la cosa se desbordó. Para Vizcarra, ser presidente era el derecho de hacer lo que le daba la gana, era administrar una chacra.
No nos extraña que se encuentre envuelto en una maraña de problemas legales donde la corrupción es un mero sucedáneo del abuso de poder. Al igual que Sarkozy lo hizo en Francia, o Trump en los Estados Unidos, en el poco tiempo que Vizcarra ejerció la presidencia, ha dejado las ya débiles instituciones del Estado peruano literalmente destrozadas, utilizando todos los privilegios de un poder monárquico, sin cortapisas ni mecanismos de contención, como lo son los privilegios sin límites que en el Perú tiene un presidente. Lamentablemente nuestro fallido sistema político no tiene barreras de contención. No solo permite una discrecionalidad casi absoluta en la toma de decisiones, no solo permite acumular todos los poderes, sino que en aras de un mínimo de eficacia, no te obliga a la distribución del poder. Así, un país termina estando sometido a un hijo de vecino, que evidentemente en el plano personal no está capacitado para decidir sobre todos los temas, pero que sí puede inmiscuirse, y desgraciadamente termina haciéndolo, en cualquiera de ellos o puede bloquear lo que le dé la gana.
Así porque sí, porque le da la gana o porque quiere que las decisiones del Estado vayan en dirección de sus protervos intereses personales. Tal parece haber sido el triste caso de Vizcarra. Las acusaciones sobre temas específicos, que ya configuran esquemas de corrupción muy claros y con suficientes pruebas para ser judicializados, son una cuestión de tiempo pero terminarán llevando a la cárcel a Vizcarra. Comparativamente los temas por los cuales ha sido procesado y condenado a prisión Sarkozy, son de menor envergadura, pero han sido suficientes para una decisión que ha realmente traumatizado a la clase política francesa. Ya antes había sido condenado el ex presidente Chirac, pero por acusaciones ligadas a temas ocurridos, cuando él era alcalde de París y no cuando era presidente de Francia. La carrera política de Sarkozy se encuentra mellada para siempre y la judicialización del caso de Vizcarra, a cuyos latrocinios se agrega ahora el caso de las vacunas utilizadas con criterio regalón, a él, su esposa, su hermano y sin duda a los amiguísimos, no solo puede conducirlo a la prisión sino a inhabilitarlo a ejercer cualquier función pública.
Sabemos, sin embargo, la piel de chancho que tienen los políticos peruanos y sería muy posible que Vizcarra vuelva al ruedo político después de los diez años de inhabilitación. La desfachatez y la desvergüenza en nuestro país no tienen límites. Una de las últimas palabras que le escuché decir a Armando Villanueva del Campo, pocos meses antes de morir, con su ya debilitada voz fueron: “La historia política de nuestro país es la historia de la vergüenza”. Esas palabras viniendo de alguien que por convicción política había sufrido los sinsabores de la persecución, la clandestinidad, el exilio y el destierro, las recuerdo todavía en su penosa claridad.
Lo cierto es que casos como el de Sarkozy en Francia y Vizcarra en Perú, directa e indirectamente han exacerbado los populismos en ambos países, en el caso de Francia con ribetes algo anárquicos, como el movimiento de los “Gilets jaunes”, los chalecos amarillos. El hartazgo que siente la población es evidente hacia la política en general, hacia los políticos, hacia instituciones como el poder judicial u otros. En Francia estos escándalos están fortaleciendo cada vez mas, la opción de la extrema derecha como una alternativa de poder. La extrema derecha en Francia tiene opciones radicales y contradictorias sobre muchos temas, pero al no haber estado nunca en el poder no puede ser criticada por el uso y abuso de los privilegios y la frivolidad que han caracterizado a la derecha tradicional en el poder.
En Perú, está mas claro que el agua, que la gente votará por una opción de extrema derecha o de extrema izquierda en las elecciones del 11 de abril. Los electores están rabiosos y llanos a cualquier opción que desaparezca para siempre una clase política inepta que en el caso peruano, solo ha consolidado un Estado fallido que camina a la deriva y que en los buenos tiempos de alza de materias primas, en el mejor caso ha funcionado con piloto automático, generando, es cierto, ingresos, pero un despilfarro sin nombre sumado a una corrupción sin límites como la que generó Odebrecht. Ni la izquierda ni la derecha peruana han desarrollado un proyecto viable de país y quizás por eso lo mas penoso es que en este año del Bicentenario, nos encontremos huérfanos de un proyecto en el cual todos nos sintamos reflejados, con élites flojas que nunca elaboraron un proyecto de país, cuando pudieron hacerlo.
Frente a la pandemia justamente, la sociedad civil peruana se ha organizado casi por instinto de supervivencia, frente a la inoperancia genocida del Estado peruano, frente al inmovilismo cobarde de los burócratas miedosos de firmar licencias para el funcionamiento de las plantas de oxígeno a sabiendas que cada hora o cada día esas carencias mandaban al otro mundo a muchas vidas.
A diferencia de Francia, nuestra burocracia nunca fue eficiente. Muy por el contrario, en nuestro país, ésta ha sido siempre una herramienta usada perversamente para poner trabas a los que no son los favoritos del entorno del poder. Aunque se dice que los burócratas se vuelven hasta inteligentes cuando están entre la espada y la pared.
La condena de Sarkozy, ex presidente de Francia, sin embargo es un buen referente para alertar de poner en uso lo poco que queda de probidad y equidad en el poder judicial peruano. Ojalá que nos sirva de ejemplo, el tomar conciencia de que todos deben ser iguales frente a la ley. “Dura lex, sed lex” (dura es la ley, pero es la ley) decía con premonitoria sapiencia el derecho romano. Lo cierto es que los populismos actuales, están cuestionando, los ya débiles cimientos en que se sustentan o sustentaban los sistemas formalmente democráticos.
Me enteré de lo de Sarkozy este lunes, en una semana que deseaba dedicar muchas horas a releer la poesía de Neruda, para salir un poco de la cantaleta llena de desgracias, escándalos políticos de todo tipo y delirantes propuestas con las que a lo largo del día, nos envenena la prensa peruana, la televisión sobre todo.
Las plataformas que nos dan la poesía o la música, nos ayudan muchas veces a aclarar el panorama de lo contingente, de lo cotidiano, por más confuso y amorfo que éste parezca. Le dan un referente también a nuestras a veces caóticas producciones mentales, por muy difusas que estas parezcan. Recordé que Neruda era embajador de Chile en París, cuando recibió el premio Nobel en 1971. Dos años antes de morir, ya su obra poética estaba totalmente consolidada y su aceptación era universal. A veces pienso en la simplicidad de sus versos, que nos ayudan a comprender cómo cambian las cosas y cómo cambia nuestra percepción de las mismas. Pensaba cómo el populismo de hoy en día, está modificando nuestra percepción de las cosas y de la democracia misma. En su nunca igualado poemario “Veinte poemas de amor y una canción desesperada”, en solo una línea Neruda nos muestra lo que es la conciencia del cambio: “Nosotros los de antes ya no somos los mismos”, pero nunca es más perfecto el eximio poeta, como cuando en una sola línea, con solo 10 palabras, nos cuenta cómo los afectos hacia todo, tanto nuestras pasiones políticas como afectivas, se confrontan al final con esas palabras, tan duras y definitivas, que cuando las recordamos nos caen como un epitafio: “Es tan corto el amor, es tan largo el olvido.”
08.01.2021
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