En este artículo, el coordinador de Marañón Waterkeeper nos da un panorama sobre los proyectos de represas en este importante río.
Escribe Benjamin Webb / Coordinador internacional de Marañón Waterkeeper*
En los últimos diez años se han llevado diversos procesos para la construcción de las represas Chadín 2 y Veracruz en el río Marañón, importante afluente del río Amazonas. Con la construcción de estas represas se desplazarían a mil personas y se destruirían importantes poblaciones de peces, alimento para cientos de miles de comunidades nativas, así como peces que rara vez se ven y que están siendo investigados y catalogados.
Pero, hay más en juego.
Si bien las Evaluaciones de Impacto Ambiental (EIA) están completadas y aprobadas para ambas represas, no se ha realizado una evaluación integral del impacto ambiental acumulativo que generarían. Ello sumado a las otras 18 represas planificadas para el mismo río Marañón, cuya construcción fue declarada como de “interés nacional y social” por el Gobierno de Alan García, en el 2011.
Más importante aún, la vigencia de los certificados ambientales para las represas Chadín 2 y Veracruz ha expirado entre abril del 2018 y febrero del 2019. Además, tampoco cuentan con permisos de agua o la aprobación necesaria del Ministerio de Cultura.
Dado que las empresas encargadas de las represas aún no han comenzado los trabajos de construcción, el Gobierno puede rescindir sus contratos por incumplimiento de sus obligaciones. Y debería.
Por un lado, los procesos participativos de ambos Estudios de Impacto Ambiental fueron fuertemente criticados por no permitir la participación local efectiva. Por otro, para decidir el futuro de un río tan importante debería llevarse a cabo un debate a nivel nacional, dadas las implicaciones para toda la Amazonía. En cambio, al momento, el Viceministerio de Energía es el principal y único responsable de la toma de decisiones sobre las represas.
En Lonya Grande, un pueblo en las alturas del cañón del Marañón, 800 familias han creado una cooperativa para sembrar y cosechar café. Juntos, con mucho trabajo, han logrado exportarlo a países de Europa.
Sin embargo, diversos proyectos para la construcción de las represas Chadín 2 y Veracruz ponen en peligro no solo los cultivos de café, sino también la vida de mil personas y ecosistemas que solo existen en esta parte del mundo.
En ausencia de una evaluación más estratégica e inclusiva, las opiniones de reconocidos expertos son ilustrativas. De acuerdo a una nota publicada en The Guardian en el 2015, “según el ingeniero peruano José Serra Vega, solo cuatro de estas represas podrían causar la ‘muerte biológica’ del Río Marañón”. A esta declaración se sumó la del antropólogo ambiental Paul Little, quien señalaba que “las represas podrían contribuir al ‘colapso del ecosistema’ de la cuenca amazónica en su conjunto”.
La falta de estudios sobre lo que significarían estas represas para la biodiversidad de la región es negligente. Si consideramos solo los peces, tenemos estos datos: en el 2018, una expedición del río Marañón con miembros del Museo Real de Ontario (Toronto) y la Universidad de Auburn, identificó 60 especies de peces. Además, identificaron un nuevo género y varias especies de peces nuevas.
Existen, al menos, 23 especies de peces migratorios que tienen al río Marañón como hogar, aunque aún se sabe poco sobre sus rangos migratorios. El dorado amazónico es el protagonista de la migración de agua dulce más larga del mundo y esto ocurre en el Marañón: más de 11 mil kilómetros son recorridos desde los Andes hasta la desembocadura del río Amazonas y, luego, regresa nuevamente.
A la fecha, no se ha realizado ninguna investigación biológica sobre los vínculos entre los tramos superior y medio del Marañón, la misma conectividad que está siendo amenazada por la construcción de las represas. Si las represas llegaran a construirse, los peces del río perderían el acceso a sus zonas de desove. Estos resultados serían trágicos tanto para las 40 mil personas que dependen de la industria pesquera del área como para la biodiversidad de nuestro planeta.
Las represas también sumergirían bosques e impedirían el flujo de sedimentos que nutren los ecosistemas en toda la cuenca amazónica. El impacto podrá sentirse desde los tramos de alta montaña del río Marañón hasta la selva baja tropical del Perú. Y esto sería para siempre. No hay nada que indique que construir las represas realmente sea de interés nacional.
Necesitamos comprender completamente el daño que estas represas causarían antes de que se mueva la primera pala de tierra.
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