La retórica del impulso al “libre comercio”

Por Humberto Campodónico

     
La declaración de Lima de APEC no trae ninguna novedad en temas económicos y comerciales, pues repite casi textualmente los acuerdos adoptados la semana pasada por el Grupo de los 20. No podía ser de otra manera, no solo por el poco tiempo transcurrido sino porque en el G-20 estuvo la Unión Europea, segunda economía mundial. Además, las declaraciones de APEC son eso, declaraciones. Y no tienen carácter vinculante, como sí sucede con los acuerdo del G-20 (lo que tampoco quiere decir que se van a cumplir a rajatabla).


En materia comercial, los líderes han repetido hasta el cansancio —y eso lo retoma la Declaración de Lima— que “harán todos los esfuerzos para evitar el proteccionismo pues la salida a la crisis financiera y económica solo se puede lograr con una intensificación del comercio”. Esta Declaración –como la del G-20- hace mención explícita a reanudar las negociaciones en la Organización Mundial de Comercio (OMC), cuya última Ronda (la Ronda Doha) comenzó en el 2001.

Pero la Ronda Dohá está entrampada, fundamentalmente, por el proteccionismo de los principales países industrializados. En efecto, dice la OCDE que los subsidios agrícolas totales de sus miembros en el 2007 fueron US$ 365,000 millones, ocupando el primer lugar la Unión Europea con US$ 153,369 millones, seguido de EEUU y Japón con US$ 100,775 millones y 45,327 millones (www.oecd.org).

La reunión ministerial de Cancún en el 2003 acabó en un completo fracaso porque los “países en desarrollo” (PED) no aceptaron que EE. UU., la UE y el Japón mantuvieran estos subsidios y compitieran deslealmente con sus agricultores. No solo eso. Además de mantener sus subsidios, los países de la OCDE insistían en los llamados Temas de Singapur, planteando la apertura de las compras gubernamentales de cada nación a capitales foráneos y un tratamiento de libertad irrestricta a la inversión extranjera. El rechazo total de los PED hizo que estos temas fueran retirados de la Agenda.

En julio del 2008 en Ginebra, 5 años después de Cancún, se produjo una nueva reunión para impulsar la Ronda Doha. Mucha agua había pasado bajo los puentes y, en particular, la OMC había sancionado a EEUU, a solicitud de Brasil, por sus subsidios al algodón.

En la discusión final los PED plantearon que el Mecanismo Especial de Salvaguardia agrícola pudiera aplicarse si las importaciones excedían el 30% anual en promedio durante 3 años seguidos (en el Perú las importaciones de confecciones chinas han aumentado nada menos que 330% y el gobierno ni pío, www.cristaldemira.com, 21/11/08. Esto se hacía para defender a sus agricultores de la competencia desleal causada por los precios bajos de alimentos subsidiados (ya sabemos de dónde).

Pero EEUU se opuso pues planteó una serie de condiciones que, en la práctica, inutilizaban la salvaguardia. Se pensaba que los PED iban a ceder, pero por segunda vez en 5 años, eso no sucedió. El Ministro de Comercio de la India Kamal Nath defendió las posiciones del Grupo de los 33 y, otra vez, fracasó la reunión ministerial.

Estos conflictos se dieron, ojo, cuando la economía mundial crecía a todo vapor. Teóricamente, ese es el mejor momento para liberalizar el comercio pues todos los países piensan que pueden exportar más.

Pero hoy la situación es muy distinta. En EE. UU. está por quebrar la industria automotriz y en Alemania y Francia el desempleo aumenta, al igual que en Japón. En una palabra, hay recesión, cierre de empresas y pérdida de empleos. No es “el mejor momento” para que los países industrializados eliminen los subsidios agrícolas y, además, propicien una mayor entrada de productos extranjeros que compitan con sus industrias. Por el contrario, Obama acaba de prometer que, con inversión estatal, se crearán 2.5 millones de empleos de aquí al 2011.

Para terminar, si no liberalizaron el comercio antes, ¿por qué lo harían ahora? Lo más probable es que la Declaración sea pura retórica. Y nada más. Pero para el actual gobierno peruano, que abre sus mercados todos los días sin obtener nada a cambio (al contrario, pierde ingresos con la baja de aranceles), la Declaración aparece como una ratificación de su política liberal. Que no es la que aplican los países industrializados ni tampoco la mayoría de los PED que defienden sus mercados internos. Pero aquí, erre que erre.
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