No se guardó pan para mayo


Por Humberto Campodónico


El gobierno anunció el lunes pasado un paquete de reactivación económica para enfrentar la crisis económica internacional. Entre las medidas más importantes están un aumento del presupuesto de S/. 10,032 millones en el 2009, las líneas de crédito con organismos multilaterales por US$ 9,250 millones y el reglamento de las Asociaciones Público Privadas como la posibilidad de que los empresarios paguen impuestos con la realización de obras públicas.


Así, en menos de dos meses, hemos pasado de la ortodoxia de hacha del leñador del FMI asustado por la inflación a la heterodoxia keynesiana de reactivación de la economía a través del gasto estatal. No se debe olvidar que, en agosto, cuando la crisis financiera internacional ya había estallado, el Presupuesto del 2009 era apenas superior al del 2008. Y hace poquito nomás, el premier Simon enfrentó al Ministro de Economía para que no recorte los presupuestos de los gobiernos regionales y locales del 2008.

Pero lo más importante es que el gobierno, y los empresarios, mide con distintas varas a las vacas flacas y a las vacas gordas. Ahora que hay crisis internacional, suenan las alarmas en todos los sectores. Y se exige que el Estado gaste más para rescatar a la economía.

Pero no sucedió lo mismo en la época de las vacas gordas, cuando había que guardar pan para mayo pues estábamos atravesando por el boom de precios de los minerales. El gobierno incumplió su promesa electoral de aplicar un impuesto a las sobreganancias mineras y petroleras que hubiera permitido recaudar US$ 5,000 millones del 2006 al 2008 (ver www.cristaldemira.com, 5/05/08).

En su lugar, el gobierno anunció con bombos y platillos que los empresarios mineros harían una “contribución voluntaria” de S/. 500 millones anuales del 2007 al 2011, por un total de S/. 2,500 millones. Pues bien, ya no habrá óbolo porque los precios de referencia están por debajo de los acordados. Agreguemos que, a agosto del 2008, el óbolo recaudado, según el Ministerio de Energía y Minas, ascendió a S/. 922 millones, de los cuales solo se ha ejecutado S/. 246 millones, es decir, el 27%.

Es por ello que el Fondo de Estabilización Fiscal (FEF) del MEF (que justamente debía llenarse en la época de las vacas gordas) solo tiene ahorros por US$ 1,800 millones. Compárese esta cifra con los US$ 19,500 millones ahorrado por el gobierno de Chile en su Fondo de Estabilización Económica (www.hacienda.gov.cl), sobre todo con los fondos proporcionados por la estatal cuprífera Codelco por los altos precios. Queda claro que no hubo política fiscal anticíclica.

Sí existen montos provenientes del canon minero y petrolero que no han sido aún invertidos. Si bien este dinero está en las cuentas de los Gobiernos Regionales y Locales, ya el viceministro de Hacienda, José Arista, ha manifestado que debe estar en las Cuentas del Tesoro en el Banco de la Nación (Andina, 22/10/08). Claro, como no se aplicó el Impuesto a las Sobreganancias, ahora el MEF apunta al “fácil expediente” de “recuperar” para sí el dinero del canon de las regiones.

La cuestión de fondo es que estamos en el sótano de América Latina en materia de recaudación tributaria, con menos del 15% del PBI, cuando el promedio es 18%. Por eso, aún hoy es importante continuar exigiendo el impuesto a las sobreganancias mineras y petroleras. Los ingresos por recursos naturales del Perú deben estar a nuestra disposición en esta época de crisis, como pasa en Chile.

Además, es importante recuperar los ingresos tributarios de S/. 3,000 millones perdidos con la rebaja de aranceles de Carranza, a lo que se debe sumar el impuesto a las ganancias de capital que el actual gobierno postergó en el 2006 para el 2009 y, hace poco, hasta el 2010. Pero el gobierno hace de la vista gorda y prefiere incurrir en deuda externa por US$ 3,000 millones, ya concertados, y US$ 6,250 millones adicionales de “rápido desembolso”. Ese es el resultado de la falta de política fiscal anticíclica, todo porque no se cobró impuestos a los que más tienen. Es bueno recordarlo ahora, cuando la fanfarria enmascara los verdaderos problemas.

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