No hay peor crisis que la que no se quiere ver

Por Humberto Campodónico

Cada vez es más frecuente leer a diversos economistas decir que “nadie podía prever que se estaba incubando una crisis financiera internacional de la magnitud que estamos viendo. Todos los análisis y pronósticos decían que el crecimiento económico internacional continuaría por varios años más. Lo que ha pasado nos ha dejado estupefactos”.


Sin embargo, era imposible no ver que había luces rojas encendidas. No era un secreto para nadie que existían los llamados “desbalances económicos globales”, que consistían en un hecho simple: un país, EE. UU, tenía enormes déficit de cuenta corriente y muchos países superavitarios (entre ellos China y los países petroleros) financiaban ese déficit comprando bonos del Tesoro de EE. UU. Como estos desbalances no pueden mantenerse para siempre, en algún momento tenían que estallar.

Pero la corriente principal de economistas (el “mainstream”) optó por ignorarlo y barrió bajo la alfombra. El propio Ben Bernanke, en el 2005 (antes de que sea jefe de la Fed en el 2006), dijo que el “exceso de liquidez global que se debe a los superávit de los países emergentes es un cambio estructural que va a perdurar y EE. UU no tiene la culpa de ello. Por tanto, es miope poner el acento en déficit de Cuenta Corriente de EE. UU. Por el contrario, esto demuestra la fortaleza de su economía, que atrae el ahorro externo” (Bernanke: EE. UU no tiene la culpa de su déficit, www.cristaldemira.com, 13/2/06).

En otras palabras, Bernanke nos decía —con ropaje teórico— que sí había lonche gratis para la economía de EE. UU. Lo mismo sucedió con el enorme aumento de las hipotecas basura (subprime), que no tenían un respaldo real pues fueron otorgadas a personas sin recursos para poder pagarlas. Se sabía que ese crecimiento tampoco podía durar para siempre. Pero también se le cubrió con un ropaje económico, y hasta social: se dijo que nunca antes tantos ciudadanos pudieron acceder al crédito y comprarse una casa.

Lo que sucede es que los ejecutivos y empleados de los bancos y de la banca de inversión ganaban miles de millones de dólares con estos “sofisticados” productos que, además, tenían un sello AAA de las calificadoras de riesgo. Y querían seguir con el negocio. Pero muchos economistas como Paul Krugman ya decían, desde el 2006, que había una burbuja en el mercado inmobiliario que, al reventar, llevaría a una recesión (Bursting Bubble Blues, New York Times, 30/10/2006).

Klaus Schwab, del Foro Económico Mundial de Davos, dice que desde el 2003 advirtió a los ejecutivos de los bancos y empresas de las luces rojas: “Pero me trataban como ‘una Casandra’ cada vez que cuestionaba sus decisiones relacionadas con las burbujas inmobiliarias, de las bolsas y de otros instrumentos financieros. Estaban más interesados en obtener el mejor salón de fiestas que en asistir a las sesiones sobre los problemas de fondo. Había una negación de la realidad, una negación psicológica total” (Ejecutivos ‘fuera de control’ ignoran riesgos, 24/10/08, www.bloomberg.com).

Existen innumerables hechos que demuestran que había una crisis ad portas. Pero la clase económica, especialmente en EEUU, estaba convencida de que el capitalismo era infalible, sobre todo después de la caída del Muro de Berlín y de la URSS. Dice George Soros: “¿Por qué las autoridades y los actores tienen ideas falsas sobre el mercado y su forma de funcionamiento? Porque su comprensión descansa sobre bases erróneas. Piensan que los mercados tienden al equilibrio, por lo que el propio mercado corrige sus errores. Eso es falso” (Un nuevo paradigma para los mercados financieros, Perseus Books, 2008).

Queda claro, entonces, que no hay peor crisis que la que no se quiere ver. Y es tanta la ceguera que, ya en setiembre del 2008, algunos la atribuyen a que el gobierno “no haya rescatado a Lehman Brothers”. Lo que pasa es que ahora todo está al revés pues el Estado, que no debiera intervenir en la economía, según los neoliberales, se convierte en el mesías del capitalismo.

Dicho esto, lo que ha sucedido en el 2008 va más allá, incluso, de la avaricia, ceguera e incapacidad de previsión. Se trata de una crisis sistémica inherente al funcionamiento del capitalismo, tema sobre el cual volveremos en un próximo artículo. Igual, feliz año.

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