Auge y declive de las grandes potencias

Por Humberto Campodónico


En 1987, el historiador inglés Paul Kennedy publicó “Auge y declive de las grandes potencias”, que rápidamente se convirtió en bestseller en EE. UU. y otros países. Veinte años después, debido a la crisis financiera y la recesión en EEUU, su libro ha vuelto a vender miles de ejemplares.

PBI mundial en el 2007 (en miles de millones de dólares corrientes)

Fuente: Banco Mundial http://siteresources.worldbank.org/DATASTATISTICS/Resources.GDP.pdf

 

Según Kennedy, la causa de las caídas de los grandes imperios del mundo occidental desde el Siglo XVI (España, Holanda e Inglaterra) está implícita en su propia matriz de potencia imperial: mientras más se expande a través del mundo, mayor es la carga —económica, política y militar—  que tiene que asumir. Tarde o temprano, los costos son mayores que los beneficios y los imperios comienzan un período de declive económico.

En su libro, Kennedy dice que EE. UU. ya ha entrado en declive económico relativo (subraya lo de “relativo”), pues si bien su lugar en la economía mundial ya no es lo que era, sigue ocupando el primer lugar. En 1945, el PBI de EE. UU. fue el 50% del PBI mundial (claro, Europa y Japón estaban casi destruidos), mientras que en el 2007, según el Banco Mundial, tiene el 25.4%, seguido de Japón, Alemania y China. Si se considera al Área Euro en su conjunto, su parte del PBI mundial llega al 28%.

Sin embargo, el declive económico relativo no puede atribuirse únicamente a la evidente sobreexpansión militar, que lo lleva a tener bases militares en casi todo el mundo, a lo que se agrega la invasión de Irak y Afganistán. Una de las raíces de la actual crisis se origina en la creencia de que los mercados son infalibles y que el capital financiero tiene preeminencia sobre el capital productivo.

Seguramente por eso, Barack Obama dijo ayer en su discurso inaugural que había terminado “la era de la protección de estrechos intereses” que caracterizó a la Administración Bush. Agregó: “sin el ojo del gobierno, el mercado puede girar sin control y la nación no puede salir adelante cuando se favorece solo a los prósperos”.

No cabe duda que esta nueva Administración tiene al frente, en todos los campos, retos de grandes proporciones. En lo económico, como dice Obama, “debe comenzar el trabajo de rehacer América”. Pero la cosa no será fácil y un botón de muestra del agravamiento de la recesión la marcaron los mercados financieros, que ayer cayeron espectacularmente.

Dicho esto, queda claro que la geografía económica mundial tiende hacia una multipolaridad que debe incorporar a nuevos actores, pues ya no es posible regresar a la “hegemonía unipolar” de Bush, Cheney y Rumsfeld. Es en ese marco que los diferentes países y regiones, incluida América Latina, se reposicionan y buscan regímenes alternativos de política económica, que pongan al medio una nueva ecuación entre Estado y mercado, alejándose del dogmatismo neoliberal (¿se oye, Perú?). Todo esto, claro, en una situación de crisis sistémica que se prolongará varios años.

En un reciente artículo, Paul Kennedy (Wall Street Journal, 14/01/09) afirma que está pensando poner al día las conclusiones de su libro de 1987. Dice: “Los cambios tectónicos del poder, hacia el Asia y lejos de EE. UU., parecen difíciles de revertir. Pero si el Congreso y la Casa Blanca se ponen de acuerdo en políticas sensibles, con seguridad podrían ayudar a hacer que esas transformaciones históricas sean menos violentas y mucho menos desagradables. Ese no es un mal pensamiento, incluso para un ‘declivista’ como yo”. ¿Será?

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