El síndrome liberal en Argentina
Jorge Manco Zaconetti
La presencia de un anarco capitalista como Javier Milei en la presidencia de la república de Argentina, la tercera potencia latinoamericana después de Brasil y México, según el valor de la producción medida por el PBI, y que ocupa un rezagado 45.º lugar en el Índice de Desarrollo Humano (2021), después de Chile y Uruguay en esta parte del mundo, crispa y polariza la política interna.
Ahora es un país empobrecido con más del 40 % de su población en situación de pobreza, con una inflación anual que supera el 140 %, como la que tenía el Perú en 1985, altamente endeudado con un fuerte déficit fiscal y una grave corrupción de su clase política.
Desde una larga de decadencia de los últimos cincuenta años, ahora experimenta un brutal ajuste estructural, y se anuncian una serie de privatizaciones más un recorte de las cuentas fiscales para equilibrar el presupuesto público, cargando la cuenta a los trabajadores del sector público y privado, con un serio recorte a los gobiernos provinciales sobre todo del noroeste argentino.
Con Milei en el gobierno la economía acaba de experimentar un brutal ajuste de precios, tratando de alinear los precios de los productos básicos altamente subsidiados, a los precios del mercado internacional, afectando sobre todo a los que viven de un salario que tendrán que comprar menos bienes y servicios en términos reales. Algo parecido al Fujishock en Perú, al paquetazo de agosto de 1990 cuando en un solo día los precios subieron un promedio de 400 %, es decir cuatro veces, con un incremento de los sueldos y salarios mucho menor.
Es más, el país gaucho acaba de sufrir una dura devaluación del peso argentino a nivel oficial de 400 pesos por dólar a más de 800 pesos por la moneda gringa, cuando en el mercado paralelo se ubica sobre los 1,200 pesos. Es decir, se seguirá devaluando encareciendo los productos importados, a pesar que la economía es autosuficiente en carnes, trigo y aceite de soya, y el pueblo tendrá que pagar precios internacionales por estos productos básicos, haciendo más ricos a los poderosos intereses agroexportadores, que Javier Milei representa a pesar de su discurso contra “la casta”, que sería aquí la oligarquía económica financiera.
Su discurso ha puesto en discusión el rol del estado en la economía, la pertinencia de la privatización de las empresas públicas, la reducción de la presencia del estado limitado al servicio de la provisión de servicios esenciales como educación, salud, seguridad entre otros, en un país donde los trabajadores han conseguido en el tiempo el reconocimiento de una serie de derechos y beneficios sociales.
En todo caso en un arrebato político ha ordenado cerrar una serie de ministerios entre ellos el ministerio de trabajo, un ente central en la política social de los gobiernos argentinos desde la década de los cuarenta del siglo pasado con Juan Domingo Perón y Evita, que ni la dictadura del general Juan Carlos Onganía en 1966 se atrevió a cerrar.
Es más, a nivel del pensamiento económico se reclama tributario de la “escuela austríaca”, una vertiente del pensamiento liberal neoclásico que tiene en Hayek y en Von Mises sus máximos exponentes; y que en esencia responsabiliza a la intervención del estado en la economía como el causante de las distorsiones de los precios de mercado; de la crisis de la teoría económica, que según Hayek nunca debió priorizar la macroeconomía a costa de microeconomía, ni avanzar en la elaboración de los grandes agregados económicos, como el PBI, la inversión, el consumo, el ahorro, el tipo de cambio, los salarios reales etc. como variables que sirven de base para la elaboración de los modelos teóricos de la economía que orientan la política económica de los países.
Es más, en un arrebato del extremismo teórico ajeno a la realidad concreta de la economía, recomiendan la desaparición de los Bancos Centrales como entes reguladores de la oferta monetaria en los países.
Proponiendo incluso el establecimiento de una moneda mundial única, soslayando las diferencias de los países respecto a los niveles de industrialización y productividad.
Por ello, no son más de cinco países en el mundo que han hecho del dólar la moneda nacional, entre ellos Ecuador y Panamá en la práctica.
En un país tan rico en recursos naturales como Argentina, que fue uno de los primeros países en apostar por la industrialización en los años treinta del siglo pasado, con presencia de importantes empresas estatales en el sector de hidrocarburos, electricidad, banca, servicios públicos como el transporte, la prueba de fuego del gobierno será la aplicación de un proceso de privatización en plena crisis económica, social y moral.
Mientras la economía mundial disminuye en sus tasas de crecimiento, se profundiza la rivalidad por la hegemonía mundial entre USA y la China Popular, y se manifiesta una larga decadencia de los Estados Unidos como potencia hegemónica. ¡Solamente
los capitales chinos tienen la liquidez suficiente para comprar activos argentinos!
LECCIONES DEL PERÚ
En verdad en nuestro país el proceso de privatización de las empresas públicas en los años noventa del siglo pasado con la dictadura de Fujimori/Montesinos, fue más que una recomendación una condicionalidad de los organismos multilaterales como el FMI y Banco Mundial, para volver a ser países sujetos de crédito internacional después del desastre económico y político del primer gobierno de Alan García.
En una perspectiva de largo plazo se podría afirmar que en nuestro país se privatizaron rentables empresas públicas como las ineras Centromín, Mra. Cerro Verde, Mra. Tintaya, Hierro Perú, la Refinería de Zinc de Cajamarquilla, la Refinería de cobre en Ilo/Moquegua y yacimientos mineros como Antamina, Yanacocha, Quellaveco a “precio de ganga”, para supuestamente hacer caja y poder cumplir con los compromisos de deuda externa.
Se trataba en el Perú de atraer los capitales internacionales vendiendo las “joyas de la abuela” a precios de remate, como por ejemplo la más moderna refinería del país en 1996 como La Pampilla, unidad de PetroPerú que antes de su transferencia como unidad generaba utilidades anuales de US $ 65 millones de dólares y se vendió la mayoría accionaria del 60 % a un “precio de ganga” a US $ 180 millones, siendo adquirida por la transnacional española de Repsol que en menos de cuatro años recuperó su inversión.
En tal sentido, transcurrido el tiempo desde 1992 a la fecha se puede afirmar que desde el punto de vista de la economía política la privatización de las empresas públicas en el Perú fue una transferencia de riqueza desde el Estado hacia el capital privado, para favorecer su valorización, la acumulación entiéndase enriquecimiento del capital sobre todo transnacional y de los Grupos de Poder.
Otras de las características del proceso de privatización de rentables empresas públicas, otras no tan rentables por el proceso indiscriminado de subsidios del gobierno anterior, que con el ajuste de precios, o mejor con el sinceramiento de precios aplicado a partir de agosto de 1990, comenzaron a tener resultados positivos como fue el caso de PetroPerú que en 1994 generaba excedentes económicos superiores a los US $ 365 millones de dólares por diversos conceptos.
También se debe mencionar la falta de estrategia nacional de desarrollo en el proceso de privatización, con la ausencia de una visión de argo plazo. Ejemplo de ello es la privatización de las importantes reservas de hierro en el caso de la empresa Hierro Perú
Marcona en 1992, donde no solamente se transfirieron los yacimientos de hierro para 100 años, la maquinaria y equipo, sino también el puerto de San Nicolás (Marcona) para favorecer a una empresa estatal china Shougang Hierro Perú.
Esta primera experiencia internacional de la China Popular en 1992 en el proceso de privatizaciones al margen del precio pagado que fue más de cinco veces (US$ 120 millones) al precio base elaborado por los organismos del Estado peruano, antes Copri ahora
Proinversión, significó que el Estado peruano asumiera una serie de pasivos y deudas por más de US $ 400 millones de dólares para hacer atractiva la venta de la estatal Hierro Perú.
Es más, desde el 2010 casi la totalidad del hierro extraído de Shougang Hierro Perú en Marcona, más de 18 millones de toneladas se destinan a la China Popular y son adquiridas por la matriz Shougang Corporation, un gigante de la industria siderúrgica que produce más de 33 millones toneladas de acero anuales.
Las consecuencias de estas políticas liberales llevadas cabo por empresas de países con un régimen comunista como China, es que no existe obligación alguna de abastecer de hierro a ninguna de las empresas siderúrgicas privadas que operan en el mercado peruano, sea SiderPerú o Aceros Arequipa que tienen que importar de terceros países hierro o productos semiterminados o chatarra, para producir acero.
En tal sentido, sería importante que la oposición al gobierno del anarco capitalista de Javier Milei tomará en cuenta los efectos reales de las experiencias internacionales de las privatizaciones de empresas públicas al margen de un proyecto nacional de desarrollo.
Diario Uno, 30.12.2023