Documento N.o 81*
Guerra del Pacífico. Denunciada traición de Iglesias
El General Cáceres, a los departamentos de su mando.
Conciudadanos:
Cuando a la sombra de la unidad política, consolidada con extraordinarios y sangrientos sacrificios, el Perú presentaba ante sus implacables enemigos a la altura de su dignidad y de sus gloriosas tradiciones, el general Iglesias ha venido a levantar el odioso pendón de la anarquía, proclamando los departamentos del norte independientes del gobierno nacional y calificando como un crimen y un falso honor, el sentimiento que conduce a los defensores del país a luchar por su soberanía e integridad territorial de la república.
Semejante inconcebible proceder del jefe del norte, significa para el enemigo un triunfo incomparable, y envolvería para nosotros el más funesto descalabro, tendente a facilitar a Chile sus propósitos de dominación y de conquista, y a presentarnos a la contemplación del mundo como un pueblo ingobernable, sin moral política, sin fe en sus propios destinos e incapaz de sobrellevar con nobleza las amarguras que ofrece el infortunio, si la obra del general Iglesias no tuviera, como tiene para su inmediata destrucción, el sello de su monstruosa iniquidad.
Habitantes del centro:
En el sendero del deber y de las conveniencias del Perú en que me encuentro, interpretando los sentimientos de la nación y el pensamiento del gobierno, he dedicado mis esfuerzos todos a la continuación de la guerra, después de nuestras dolorosas caídas, porque he visto en ella, con más profunda convicción, el único medio de arribar a la paz, que hoy persigue con noble y generoso empeño en el campo del honor el gobierno del vicepresidente encargado del poder ejecutivo.
Un crimen sería, ciertamente, sostener el estado de guerra con todos los errores y ninguna de sus ventajas, sólo por conseguir la satisfacción de un amor patrio exagerado o el predominio de bastardos intereses sobre las ruinas nacionales.
Pero cuando lo que se persigue, como principal objetivo, es la paz, entonces es una necesidad y un deber patriótico demandarla con las armas en la mano, con toda la altivez de quien no ha perdido la conciencia de su derecho ni el amor por su libertad e independencia.
Mas, lo que hoy pretende el general Iglesias, olvidando en hora lamentable, el buen nombre del Perú, es una paz implorada a Chile de rodillas, paz humillante y vergonzosa, que subleva todo sentimiento de indignación y ante el cual el patriotismo se encuentra escarnecido y degradado.
Conciudadanos:
Vosotros que, con tanto valor y abnegación, acabáis de revelar con hechos heroicos y eminentes, todo el poder un pueblo que prefiere a la ignominia de la conquista el sacrificio de la existencia, seguro estoy de que condenaréis con enérgica protesta el extravío de un soldado que, en los momentos de la prueba y del sacrificio, proclama el desconcierto y la anarquía y pone humillantemente a las plantas del vencedor extranjero la espada que la patria le confiara para la defensa de su honor y de su gloria.
Por lo demás, contando como cuento, con vuestro decidido patriotismo, confío en que, la unificación nacional, obra exclusivamente vuestra, por un instante amenazada, tendrá en vosotros la más segura garantía y el más firme apoyo.
Vuestro jefe y amigo
Andrés A. Cáceres
EP, Tarma, martes 17 de octubre de 1882