Danilo Sánchez Lihón

¡NÉSTOR BATANERO, HONOR Y GLORIA!


Nacido en Cajamarca en 1868, cuando apenas frisaba los nueve años de edad, trató de salvar a su madre de las furiosas aguas de un río, hecho que lamentablemente no logró.

Luego se alista en el ejército, con ocasión de La Guerra del Pacífico iniciada en 1879, en el Batallón Voluntarios de Cajamarca. Peleó en el Morro Solar, en Chorrillos a la edad de 13 años y teniendo el grado de subteniente, donde al verse rodeado por soldados chilenos rodó hacia un barranco envolviéndose en la bandera nacional y evitando que ésta cayera en manos enemigas.

Nestor Batanero

Posteriormente, durante la Batalla de San Pablo, en Cajamarca, realizada el 13 de julio de 1882, contuvo junto a siete compañeros a todo un escuadrón enemigo, favoreciendo así la llegada de los refuerzos del general Iglesias y el triunfo de nuestro ejército sobre las fuerzas enemigas. Tan valerosa acción le costaría la vida a él y a sus compañeros de armas. Hoy sus restos yacen en la Cripta de los Héroes de la Guerra del Pacífico.

 

DANILO SÁNCHEZ LIHÓN

En la batalla de la Defensa de Lima, ocurrida el 13 de enero del año 1881, peleó principalmente población civil destacando la juventud de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y del Colegio Nuestra Señora de Guadalupe que de manera casi íntegra estuvieron presentes en las trincheras. Pero también pelearon ancianos y hasta los ciegos. Y pelearon los niños, como Julio César Escobar García quien se ha inmortalizado como El Niño del Pino, quien estuvo en el campo de batalla en donde aquel día quedaron regados, cual semillas, varios miles de cuerpos y almas de peruanos quienes supieron legarnos una patria hermosa.

1. Su cuerpo aún tibio

– ¡Dios! –Se oye un rugir gutural de los soldados peruanos.
El cuerpo de Julio César al principio parecía volar.
Al inicio parecía que iba a abrir las alas y remontarse por el cielo azul con su camisa blanca.
Pero su caída, en el último momento, ha sido vertical. Y ha dado en el suelo con un golpe seco sobre la tierra apisonada.
Los soldados han corrido y se han inclinado hacia él, tratando de protegerlo con sus pechos, sus brazos y su aliento.
Ha abierto sus ojos y balbuceado:
– ¡Viva el Perú! –Y se ha doblegado, exánime.
– ¡Ha muerto!
– ¡Y era apenas un niño!
– ¡Pero qué coraje para defendernos!

2. Ella la ha traído

– ¡Ha muerto un héroe de esta patria inmensa! –Dice el teniente con voz que más es un gemido.
Su cuerpo aún tibio ha sido recostado suavemente en el tronco del pino junto a su caja de lustrabotas.
No ha habido sollozos en la Defensa de Lima, salvo estos que emiten las gargantas de los duros artilleros.
– Envolvámoslo con la bandera del Perú. –Ordena el teniente–. Lo enterraremos en la trinchera que hemos cavado para defender este suelo sagrado.
– Pero, ¡quién será su madre que en ese momento ha debido sentir un temblor en el alma!
– ¿Acaso, no lo hemos visto todos a ella, quien la ha traído hasta aquí?
– ¿Quién?
– ¡La patria es su madre!

3. Guerrero insigne

Alzan su cuerpo.
El oficial ha mandado hacer filas a ambos costados.
– ¡Artilleros! –Ruge desenvainando su espada–. ¡Presenten...! ¡Armas!
Se han hecho sonar firmemente el golpeteo de las palmas de las manos en las culatas de los fusiles.
Y se los sujetan al hombro con un áspero sonido del correaje alzando las frentes hacia el firmamento.
Lágrimas hirvientes surcan los rostros quebrados, donde se concentra el polvo de todos los caminos del mundo.
Siguen cayendo disparos de cañón. Uno de ellos ha volado la torre, y otro ha agujereado la bóveda de la iglesia.
Los soldados, como si no existiera para ellos alarma, ni urgencias, ni peligraran sus vidas, participan de un rito sagrado: la de dar sepultura a un guerrero insigne.

4. Como un puño

– ¡Honor al héroe!
– ¡Honor y gloria!
– ¡Pundonor y coraje!
– Es la vida que enfrenta y vence a la muerte! –Gritan al unísono.
– ¡Este niño, hace unos momentos vivo, ahora yace sin aliento! ¡Que su sangre tierna y pura defendiendo este suelo bendito, sea la esperanza imperecedera en la patria! –Expresa casi llorando el teniente.
– ¡Viva el Perú!
– ¡Viva!, –explosionan con voces broncas, trémulas y con el rostro contraído como un puño.

5. Suelo ungido

Traquetean más ametralladoras enemigas. Las bombas de los cañones caen y sepultan finalmente la iglesia de San José, pero los artilleros permanecen incólumes, sosteniendo el cuerpo del héroe.
Puesto en la trinchera, envuelto en la bandera roja y blanca del Perú, depositan al lado su caja de lustrabotas.
Y suavemente lo van cubriendo con la tierra de este suelo ungido de gloria por los Defensores de Lima.
El pino de la iglesia de San José de la hacienda San Juan Grande del distrito de Surco, donde ocurrieron estos sucesos, recién sucumbió en enero del año 2001, con más de 300 años de existencia.
El Municipio del distrito de Surco ha restaurado la Iglesia de San José, declarada como Monumento Histórico de la Nación, por Resolución del Instituto Nacional de Cultura del año 1972, en honor al Niño Héroe Julio César Escobar García.

6. Prepararse siempre

Varias conclusiones se extraen de estos acontecimientos.
Una de ellas, y la más importante, es que en circunstancias tan adversas como estas quedó probado el amor sublime y entrañable de los hijos nacidos en este suelo por su patria amada, el Perú.
Y una segunda es que no hacemos honor a quienes cayeron ocupándonos de los enemigos y sus perfidias, sino que a ellos hay que dejarlos hundirse en su propia ignominia.
Que lo que importa es saber y agradecer el inmenso sacrificio de aquellos a quienes correspondió luchar en esa oportunidad por darnos honor, dignidad y ejemplos de vida.
Reflexionando, además, que el Perú es un país pacífico, pero que vive amenazado. Y que debe prepararse siempre.

7. Debemos estar alertas

Que con el ejemplo de todos quienes se inmolaron en aquella oportunidad debemos decirnos todo peruano:
Sé bueno. Sé correcto. No desperdicies recursos. Valora el tiempo. Sé eficaz.
Sé mejor estudiante. Sé mejor profesional. Sé mejor padre y mejor hijo. Sé mejor ciudadano.
Decirnos: que la mejor manera de mantener la paz es prepararse para la guerra.
Que para los campos de batalla no hay que buscar necesariamente aliados sino construir nuestras propias fortalezas.
Que debemos estar alertas. Y cada día de nuestras vidas ser mejores en todo.
Que el Perú por su cultura es un país glorioso y sabio. Y que por nuestros esfuerzos y sacrificios el porvenir nos debe mil victorias.

 

 

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