Chile se burla de tratados internacionales que no le convienen

Escribe: César Vásquez Bazán

El caso del Tratado de Paucarpata que declaró que existiría "paz perpetua y amistad" entre Chile y Perú.

El achilenado Allan Wagner Tizón —desvergonzado exponente del sector pro chileno de la Cancillería “peruana”— declaró a La República el pasado 8 de febrero que estaba preocupado por el clima de desconfianza existente respecto al posible incumplimiento del fallo de La Haya.

Pendenciero rol el del achilenado Wagner. Lo es porque exprofesamente nos recuerda a los peruanos la conducta diplomática de Chile, país acostumbrado a manipular en su provecho cuanto colono mental exista en Torre Tagle o en la Marina “peruana”.

Cómo no va a haber desconfianza cuando los peruanos sabemos que Chile es una nación que está aostumbrada a proceder cumpliendo con su norma deque las cosas se hacen “por la razón o la fuerza”.

Cómo no va a existir suspicacias cuando conocemos la manera en que Chile impuso el Tratado-Vergüenza de Ancón y cómo luego se burló de él, no llevando a efecto el plebiscito sobre Tacna y Arica.

En pocas palabras, Chile es un país que intenta hacer lo que cree conveniente y con ese objetivo firma tratados o escucha fallos y luego reconoce o desconoce lo que estime necesario reconocer o desconocer.

A partir de hoy presentaremos a nuestros lectores ejemplos históricos que muestran por qué no debemos confiar jamás en Chile, un enemigo artero que mostró toda su vileza a partir de 1879, con la realización de masacres, asesinatos, violaciones, saqueo y destrucción cometidos con el fin de apoderarse de Tarapacá y Arica.

Hoy describiremos lo sucedido el año 1837, cuando el enemigo chileno “restaurador” del Perú, con la ayuda de los colonos mentales peruanos de la época, invadió nuestra nación con el propósito de destruir la Confederación Peruano-Boliviana. En esa oportunidad, los chilenos desembarcaron en Quilca y luego ocuparon la ciudad de Arequipa.

Desafortunadamente para sus intereses, el mariscal Santa Cruz, líder de la Confederación Peruano-Boliviana, enfrentó al enemigo chileno en Paucarpata, obligándolo a capitular y retirarse del país. El 17 de noviembre de 1837 se firmó entre la Confederación Peruano-Boliviana  y  Chile el Tratado de Paucarpata, en el que ambas naciones declararon que “habrá paz perpetua y amistad” entre ellas. Chile devolvió los barcos que había apresado en el Callao y su ejército se retiró a Chile en seis días, con sus armas y bagajes completos e intactos.

Ser magnánimo y humano y confiar en Chile fue el gravísimo error cometido por Santa Cruz. Al mes siguiente, esto es en diciembre de 1837, el enemigo del sur desconoció el Tratado de Paucarpata firmado por su comandante en jefe Blanco Encalada y reinició ataques en contra del Perú.

¿Qué lecciones puede aprenderse de la historia de la invasión chilena de 1837 y el Tratado de Paucarpata, el convenio que aseguraba que habría paz perpetua y amistad entre Chile y Perú?

Creemos que por lo menos existen seis enseñanzas para los peruanos:

1.  Que no puede confiarse en la honestidad de Chile, pues es una nación que desconoce los tratados internacionales cuando considera que éstos no le convienen.

2.  Que el único idioma que entiende Chile, nación guiada por la sed de rapiña y conquista, es el lenguaje de la derrota militar.

3.  Que es iluso confiar el cumplimiento de los tratados internacionales a los denominados “garantes”. El Tratado de Paucarpata tuvo como garantizador a Gran Bretaña, la más grande potencia de la época. Los llamados de esa nación a los sureños para no continuar la guerra contra el Perú fueron totalmente desoídos por Chile.

4.  Antes de considerar la firma de tratados o convenciones internacionales debe ponerse al descubierto los objetivos de la nación que tenemos al frente. En el caso del enemigo chileno, sus objetivos, desde el siglo XIX, fueron apoderarse de las riquezas naturales del sur peruano y el litoral boliviano, como lo confesó Diego Portales en su correspondencia. De ahí la necesidad de Chile de destruir la Confederación Peruano-Boliviana, alianza que dificultaba la obtención de los anteriores objetivos.

5.  En todas sus acciones contra el Perú —sea el ataque a la Confederación Peruano-Boliviana, la Guerra del Salitre o la situación actual— Chile ha contado con la colaboración de peruanos achilenados. Entre ellos puede señalarse a los que se opusieron a la Confederación Peruano-Boliviana y desde Chile planificaron su destrucción, o traidores como Mariano Ignacio Prado, juguete chileno desde 1865, o Miguel Iglesias, el indigno que firmó la vergüenza de Ancón.

6.  Que es vano comportarse magnánimamente con Chile, como lo hicieron, por ejemplo, Andrés de Santa Cruz en Paucarpata o Miguel Grau defendiendo a Chile contra España. Salido del trance dificultoso, Chile procederá a eliminar a aquellos que anteriormente le tendieron la mano fraterna de la amistad.

A continuación podrá usted leer la narración histórica de los hechos a cargo de Jorge Basadre y los trece artículos del Tratado de Paucarpata. Bien escribe el historiador tacneño que Santa Cruz debió haber destrozado al ejército enemigo, en vez de tenderle la mano con afecto y abrazarse con Blanco Encalada.

Que las incompletas palabras del achilenado Wagner no nos hagan olvidar las lecciones de la Historia.


 
La Campaña de Paucarpata

Escribe: Jorge Basadre

Componíase  esa  expedición de poco más de tres mil hombres y se hizo a la vela en diez y seis transportes el 15 de setiembre de 1837. Contra la opinión de La Fuente que quería marchar al norte del Perú, se dirigió al sur para obrar en conexión con el avance argentino y proteger una insurrección que se anunciaba en Bolivia; si nada de ello ocurría, debía arriesgar una batalla o reembarcarse para actuar sobre el Norte.

Las negociaciones ya entabladas por los "restauradores" [chilenos] con el general boliviano Francisco López de Quiroga fueron descubiertas; los argentinos no pudieron realizar su anunciado avance y el ejército restaurador [chileno], después de desembarcar en Quilca y avanzar penosamente por el desierto, ocupó la ciudad de Arequipa abandonada por sus vecinos más importantes (12 de octubre de 1837).

Tras de larga espera, en vez de los anunciados pronunciamientos, llegó el ejército de Santa Cruz. Poco a poco marcáronse graves desavenencias entre el jefe del ejército [chileno], Manuel Blanco Encalada, y el grupo de peruanos que, de acuerdo con el convenio hecho en Chile, proclamó a La Fuente Jefe Supremo del Perú. Blanco no retrocedió a Quilca cuando la antipatía de Arequipa puso de manifiesto la imposibilidad de aumentar los efectivos del ejército; y dejó que Santa Cruz se moviera libremente esperándolo en aquella ciudad.

Luego se sintió acorralado cuando Santa Cruz púsole dentro de un cerco de bayonetas y ocupó el alto de Paucarpata, que él calificó como "balcón de Arequipa". Además, la animadversión del pueblo contra los restauradores [chilenos] se hizo cada vez más patente. Y en ese preciso momento, en vez de destrozar a sus adversarios como pudo hacerlo fácilmente, Santa Cruz invitó a Blanco Encalada a una entrevista y al acudir el jefe chileno a ella, en la casa del cura de la aldea de Paucarpata, el Protector de la Confederación le abrió los brazos con afecto y abrazados, como dos buenos y viejos camaradas, ambos se retiraron a conversar a solas.

El tratado fue firmado en el pueblo de Paucarpata por los plenipotenciarios Manuel Blanco Encalada y Antonio José de Irisarri como representantes de Chile y Ramón Herrera y Anselmo Quirós en nombre de la Confederación Peru-boliviana. Se declaró allí la paz, perpetua y la amistad entre ambos Estados. Chile se comprometió a devolver los barcos apresados en el Callao. Su ejército se retiraría en un plazo de seis días, con sus armas y bagajes completos e intactos repatriándose. El gobierno de la Confederación exprese solemnemente que jamás había autorizado actos hostiles contra Chile. Se firmaría un tratado de comercio. La paz con las provincias argentinas se haría tan luego como ese gobierno quisiera. Ambas partes formularon declaraciones en las que aceptaron el principio de no intervención y prometieron no tomar jamás las armas la una contra la otra sin haber agotado antes todos los medios posibles de conciliación y advenimiento. Quedó reconocida la deuda que el Perú tenía con Chile por el empréstito de la guerra de la independencia, más sus intereses. Consideraríase a los peruanos que habían actuado en la expedición [chilena] "como si no hubiesen venido”. El cumplimiento del tratado fue puesto bajo la garantía del gobierno de Inglaterra (17 de noviembre de 1837).

Blanco Encalada y otros jefes chilenos hicieron el 18 en el campo de Miraflores una revista del ejército de Santa Cruz, compuesto de cinco mil hombres. El mismo día esas tropas entraron en Arequipa entre aclamaciones. Los batallones chilenos Portales y Valdivia que aún no habían salido de la ciudad, presentaron armas al Protector.

Santa Cruz, por decreto, mandó restablecer las relaciones comerciales con Chile y disminuir los efectivos de las tropas de la Confederación.

Se le ha hecho severas críticas [a Santa Cruz] porque no destrozó, en aquella oportunidad, al ejército enemigo y lo dejó partir con los elementos bélicos que llevó consigo para volver a utilizarlos en más propicias circunstancias.

 

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