Por Oswaldo de Rivero
Para destacados analistas estratégicos chilenos y Libro de la Defensa Nacional de Chile 2010, la demanda del Perú en la Haya “no tiene meritos ni fundamentos”. Es así un “eufemismo jurídico” que oculta la pretensión del Perú de cambiar el statu quo derivado de la Guerra del Pacifico, del Tratado de 1929 y de los convenios de 1952 y 1954.
Consideran que la diplomacia chilena al rechazar el pedido peruano de negociaciones directas, para fijar un limite marítimo, cometió un error porque abrió el camino al Perú para demandar a Chile en La Haya.
Si Chile hubiera aceptado negociaciones directas no estaría ahora litigando en La Haya sino ejerciendo su poder de disuasión, dentro de las negociaciones directas, para que estas no lleguen a nada.
El Perú, según ellos, al pretender un cambio del statu quo por medios jurídicos, le ha dado coraje a Bolivia para pretender lo mismo con el tratado de 1904. El Perú ha sido así “temerario” al patear el tablero geopolítico en el Pacifico sudamericano y no medir las consecuencias de intentar un cambio del statu quo que puede hacer colapsar la paz y la amistad establecida en el Tratado de limites de 1929.
No están tan seguros de ganar. Temen que la Corte de La Haya dé un fallo que delimite de manera jurídicamente equitativa el área en disputa. Y le dé así una parte de ella al Perú. Para ellos, esto cambiaría el statu quo porque el Perú ganaría siempre algo que nunca había tenido y Chile perdería una porción del área marítima donde ejercía soberanía.
Esto lo sospechan también sus políticos y la mayoría de la población chilena. Según un sondeo de opinión pública, más del 73% de los chilenos no están dispuestos a ceder el más mínimo espacio marítimo al Perú en el caso de un fallo adverso.
Esta tendencia se refuerza, además, como resultado de la impopularidad del Presidente Piñera (22% de aprobación).
Si éste acepta un fallo desfavorable, su impopularidad se convertirá en ilegitimidad. Pasaría a la historia como un presidente chileno repudiado por su pueblo como un mandatario fenicio que, por salvar las inversiones de los empresarios chilenos, cedió dominio marítimo al Perú.
Y es por esto que Piñera ahora dice que no solo defenderá la soberanía marítima jurídicamente, sino que las fuerzas armadas de Chile están listas para defenderla. Lo declaró en medio de tanques Leopard, durante las maniobras Huracán 2011, y lo volvió a repetir recientemente en mayo de este año, nada menos que ante el pleno del Congreso chileno.
Sin dudas, este rechazo chileno a ceder soberanía se fortalecerá aún más porque 2013, que es un año crucial para el fallo de La Haya, es también un año crucial electoral en Chile, en el cual la defensa de la soberanía marítima chilena tendrá, sin dudas, campeones en los candidatos presidenciales, tanto de derecha como de izquierda.
No seamos tan triunfalistas sobre el fallo ni impávidos frente a la amenaza chilena porque será muy difícil que un gobierno impopular como el de Piñera termine su periodo aceptando un fallo que cercene una área donde Chile ejercía soberanía, o que el nuevo gobierno que lo suceda, se inaugure aceptando una cesión semejante.
Y es por todo esto que los estrategas chilenos sostienen que el Perú se equivoca creyendo que la controversia con Chile es jurídica cuando es geopolítica y además con graves repercusiones internas para Chile. Y en virtud de ello recomiendan sacar al Perú de su “eufemismo jurídico” y obligarlo a practicar una realpolitik que “sincere” la peligrosa situación internacional creada por su irrealista demanda en la Haya.
De esta manera, los analistas estratégicos chilenos no son tan partidarios de un proceso jurídico en La Haya “a finish” sino llegar antes a un “sinceramiento” con el Perú, a través de un “diálogo franco”, es decir, una negociación directa. En este sentido, son muy ilustrativas las declaraciones públicas del experimentado embajador chileno Juan Pablo Lira: “Perú tiene expectativas pero Chile tiene y ejerce soberanía sobre el territorio. Por ende, para Chile será más duro aceptar un fallo adverso […] ha llegado el momento de tener un dialogo franco con el Perú”.
¿Y cómo buscará Chile detener un proceso jurídico "a finish” y llevarnos a una negociación directa? No hay que tener mucha imaginación. El “sinceramiento” chileno consistirá en disuadirnos diciéndonos "Negociemos para lograr beneficios mutuos sin cesión de soberanía chilena, o vamos a un conflicto". En otras palabras, si el Perú no acepta la razón (sinceramiento) de que Chile no gana nada en La Haya, entonces habrá que amenazarlo con usar la “fuerza” para convencerlo.
La hipótesis de un conflicto con el Perú prevalece así en el pensamiento estratégico chileno y en la preparación de sus fuerzas armadas. Y es por ello que Chile ha recurrido en estos años al espionaje y convertido el proceso de La Haya en un imparable ejercicio de disuasión al Perú.
Espionaje, disuasión, incidente
En efecto, Chile logro con éxito una operación de espionaje obteniendo que el suboficial Victor Ariza le vendiera valiosa información sobre la Fuerza Aérea Peruana. También hubo intentos de penetrar la base de La Joya, como fue el caso del helicóptero “extraviado”, y luego rumores de un espionaje en Talara.
En sus actos de espionaje Chile ha demostrado que lo que más le interesa es la FAP. Y esto, porque la superioridad aérea es decisiva en todo conflicto armado. Y a pesar de que Chile ya obtuvo esta superioridad, le sigue preocupando el grado real de operatividad de la FAP. Parecería que quiere darle total seguridad, en caso de combate, a sus F16 frente a nuestros MIG-29, y además saber si nuestra defensa antiaérea sigue arcaica o si esta modernizándose con mejores radares y misiles.
Además, con la adquisición de un satélite Fasat-Charlie y de aviones sin piloto (UAV) Hermes 900, Chile puede espiar ahora miles de kilómetros de nuestro territorio e informarse sobre nuestras actividades militares. El territorio del Perú está hoy observado por Chile desde el espacio y desde la atmósfera. Chile se ha convertido así en el “big brother” del Perú.
También la estrategia de Chile ha sido darle al proceso de La Haya un trasfondo permanente de disuasión con la intención de negociar directamente, antes o después de fallo adverso, un arreglo bajo la amenaza de un conflicto. Y es por esto que Chile es el país que más se ha armado en Sudamérica. Inclusive hoy supera militarmente al Brasil, no con mayor número de unidades de combate y hombres, sino con la modernidad de su sistema de armas.
Durante el periodo 2000-2011 Chile ha adquirido armamentos por 3,479 millones de dólares. Y solo entre 2008, año en que comenzó el juicio de La Haya, y 2012, ha adquirido 1356 millones, es decir, casi la mitad de sus adquisiciones entre el periodo 2000-2011.
El Perú vive hoy amenazado-disuadido por 46 modernos aviones F16, por más de 400 tanques Leopard, por 2 submarinos Scorpene, silenciosos, que pueden estar sumergidos un mes y en estas condiciones lanzar misiles. También por 8 fragatas con modernos misiles navales Harpoon, aviones Awacs, sistemas de radar avanzados, un satélite con atribuciones militares y aviones sin piloto espías.
La mayor parte de este sistema de armas de naturaleza ofensiva esta desplegado hoy en la frontera norte de Chile y tiene como doctrina la acción combinada de todos los sistemas de armas navales, terrestres y aéreas, en un teatro de operaciones que es el Perú, bajo el mando del Jefe de Estado Mayor Conjunto chileno. La operatividad combinada de estos sistemas de armas ha sido probada en dos maniobras disuasivas contra el Perú: Salitre 2010 y Huracán 2011.
Chile tiene así hoy la capacidad militar para provocar, antes o después del fallo, un incidente armado (sin llegar a una guerra). Este incidente convertiría la controversia jurídica en un pretendido “uso de la fuerza de parte del Perú”, lo cual impediría la ejecución del fallo para llevarnos a un “diálogo franco”, es decir, a negociaciones directas bajo su poder de disuasión.
El mito del Consejo de Seguridad
En la prensa nacional circulan opiniones que aseguran que si Chile no ejecuta el fallo de La Haya se podrá recurrir al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas para que lo obliguen a hacerlo. Ojalá esto fuera cierto pero no lo es.
Si bien el Art. 94 de la Carta de las Naciones Unidas permite que el Consejo de Seguridad tome medidas “si lo cree necesario”, frente al incumplimiento de los fallos nunca el Consejo aplicó ni aplicará este artículo porque las cinco grandes potencias permanentes con derecho a veto no quieren exponerse a ser enjuiciadas y tener que vetar una sentencia de la Corte adversa a sus intereses.
Ante esta realidad, no es coincidencia que Chile haya presentado su candidatura para ser miembro del Consejo de Seguridad a partir de 2014. Sin duda, siendo miembro estará en una situación diplomática privilegiada para fortalecer aún más la no acción de este órgano frente a las sentencias de la Corte.
Además, Chile, como miembro del Consejo de Seguridad, podría inclusive provocar un incidente armado denunciando inmediatamente ante este órgano que fue el Perú que lo provocó. Lo más que haría entonces el Consejo de Seguridad seria promover un arreglo directo entre las partes, lo cual arruinaría el proceso o el fallo de La Haya, al obligarnos a entrar en negaciones directas con Chile.
¿Qué hacer?
En un Memorándum que es un modelo de análisis en los más prestigiados centros de estudios estratégicos del mundo, el eminente estratega británico Eyre Crowe, frente a la carrera armamentista alemana dijo:
“No podemos juzgar ni adivinar que es lo que quiere Alemania con su carrera armamentista. El único elemento objetivo que tenemos frente a este hecho es que es sus armas amenazan al Imperio Británico, y debemos armarnos”.
Esto mismo se aplica hoy al Perú. Lo único objetivo que sabemos del armamentismo de Chile es que amenaza al Perú porque la gran parte de sus armas ofensivas están desplegadas en su frontera norte. El Perú no puede vivir con un vecino que lo espía y le apunta todos los días con sistemas de armas cada vez más sofisticados y mortíferos, y por eso debemos armarnos...
El Perú no tiene otra alternativa que armarse para disuadir a Chile a no usar la fuerza. Un incidente armado, antes o después del fallo, no estallaría fácilmente si hay disuasión. Es decir, si existe la posibilidad real de que Chile sufra un gran daño militar.
Esta disuasión no significa tener paridad militar con Chile. Según analistas independientes se podría lograr si el Perú refuerza urgente y eficazmente el poder de la FAP, su defensa antiaérea y su capacidad blindada y antitanque.
El primer deber de un gobierno es no correr ningún riesgo frente a una objetiva amenaza externa que pueda afectar la integridad del Estado. Y sobre todo, en el caso de Chile, humillar de nuevo a todos los peruanos. Si este gobierno nacionalista no quiere ser un día estigmatizado como el peor gobierno de la historia del Perú, debe tomar muy en serio la amenaza chilena.
No debe darle mayor importancia y prioridad al VRAE que a Chile. Porque si bien la amenaza narco-subversiva es importante, en verdad es más un problema de falta de Estado, mientras que la amenaza chilena va dirigida contra la integridad y el honor del mismo Estado peruano.
La verdad es que si este gobierno no cumple con el principal deber que tiene todo gobierno, que es la defensa de la integridad y del honor nacional ante una amenaza externa, y nos pasa de nuevo algo militarmente catastrófico con Chile, no mereceríamos celebrar los 200 años de nuestra independencia como Estado y Nación.
Desco, N.o 186, Lima 31-07-2012
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