Por Juan Carlos Herrera Tello*
El miércoles 14 asistí a la Mesa Redonda auspiciada por el Instituto Raúl Porras Barrenechea teniendo como ponentes a los historiadores Ernesto Yepes del Castillo y Antonio Zapata, en torno a las perspectivas peruanas en su relación vecinal con Chile, antes y después del fallo que dicte la Corte Internacional de La Haya respecto de sus límites marítimos.
Al terminar de oír a ambos expositores me quedó una sensación de desgano y creo que a muchos de los allí presentes, también. Felizmente los argumentos jurídicos del Perú en su demanda son sólidos y las opiniones de algunos son solo opiniones.
Lo dicho por el doctor Ernesto Yepes da la impresión de no haber leído a José María Barreto o a Carlos A. Téllez, tacneños, que en el siglo pasado escribieron obras respecto al devenir de cómo enfrentamos el Plebiscito y, especialmente, como enfrentamos el Tratado de Ancón. Hubo otros como Ulloa, Bákula, Paz Soldán, Rey de Castro y tantos más. El doctor Yepes manifestó que éramos unos descuidados y que nunca estuvimos preparados para enfrentar a Chile en disputas internacionales y por eso nos ganó Chile el arbitraje de 1925. Nada más falso o fuera de la realidad.
Cuando el Perú firmó el Tratado de Ancón lo hizo para deshacerse del elemento chileno que había invadido su suelo. Perdidas todas las batallas, sin la esperanza de ayuda externa, lo único que quedó al Perú era capitular, y lo hizo en Ancón aquel terrible día del 20 de octubre de 1883.
Tuvimos la suerte, en medio de nuestra desgracia, que Lavalle fuera diplomático y logró que Tacna y Arica sean sometidas al Plebiscito que se estipuló en la cláusula tercera del Tratado, ya que Iglesias quería la paz a toda costa y sin condiciones de parte del Perú.
Chile pretendía y exigía del Perú la venta de las dos provincias pero Lavalle, en la negociación hizo que si ello configuraba una condición, entonces no había tratado.
¿Porqué Chile quería Tacna y Arica?
¿Cuál era el interés? ¿Porqué esa necesidad?
Basta con leer la historia y nos daremos cuenta que siempre Chile buscaba esos territorios para adquirirlos y darle por allí salida al mar a Bolivia.
Por eso en 1895 Chile y Bolivia pactaron unos tratados secretos de transferencia de territorio donde Chile se comprometía a ceder Tacna y Arica o cualquiera de las dos provincias en la cual ganase el plebiscito, a nuestros “hermanos” bolivianos.
El Perú desde 1892 a través de Eugenio Larrabure y Unánue, comenzó a proponer a Chile la celebración del plebiscito conforme al Protocolo estipulado en la cláusula tercera del Tratado de Ancón, basta con ver la Circular de de Osma de 1901, se encuentra en toda la correspondencia al respecto, las memorias de Relaciones Exteriores peruanas son prueba de cómo los gobiernos, nuestra diplomacia, estaban siempre presentes para recuperar las provincias cautivas.
El Plebiscito debió celebrarse en 1894 entre marzo y abril de aquel año, pero no nos poníamos de acuerdo y Chile, que era el tenedor precario del territorio, proponía una serie condicionamientos inaceptables al Perú. Primero la compra de las provincias, luego ofreció garantías y después pedía que se presente el dinero en caso ellos perdiesen el Plebiscito.
Pero eso de ningunear los esfuerzos de nuestra diplomacia, relegarlos a nada, ya es otra cosa, inaceptable por cierto.
El arbitraje del presidente de los Estados Unidos sobre el problema de Tacna y Arica es un arbitraje político, no es un arbitraje de derecho como el de La Haya. Si el Presidente norteamericano falló como falló, es evidente que su posición era más política y de conveniencias, por eso su fallo fue como fue. Sería demasiado largo explicar figuras jurídicas sobre el abuso del derecho, que en aquellos tiempos ya se usaban y por eso la posición peruana estaba segura de ganar, porque el derecho le amparaba a que se le restaure sus provincias.
El doctor Yepes también se refirió a Tarata como si el Perú fuera el responsable de la pésima demarcación establecida en el Tratado de Ancón. Tarata ya existía como provincia antes de la guerra de 1879, y su solo nombre no existía en la redacción del Tratado de Ancón. Solo se habla de Tacna y Arica. Entonces ¿porque Chile se tomó una provincia más? Simplemente los chilenos interpretaron a su manera el Tratado y agregaron un territorio por asumir ellos que el río Sama era también otro tributario de éste y se fueron así hasta la cordillera que limita con Bolivia.
El Perú reclamó en su momento, una lectura de nuestros documentos no vendría mal. Perú no tenía la fuerza para hacer valer su derecho, éramos los vencidos y por eso el árbitro norteamericano, como para compensar al Perú en su Laudo de 1925, propone que Tarata sea devuelta al Perú.
Las cosas son como son y no como uno quiere verlas; como si siempre fuésemos un país desorganizado y timorato, cuando miramos ejemplos afuera.
En el caso de La Haya, está todo bien planteado y se justifica todo lo hecho.
Puedo tener alguna duda sobre el señor Wagner y su actuación como canciller en el Acta de Lima de 1985 donde ya se prefiguraba las llamadas Convenciones de Lima de 1993. Pero si hay una política de Estado para que aquel diplomático estuviera representándonos en La Haya como nuestro agente, entonces debemos de seguir a nuestro Estado. Yo escribí un artículo sobre esto, pero no por eso debo seguir dando al asunto, cuando lo que se busca es unidad de criterios ante un asunto nacional.
Algo que preocupa al distinguido historiador Yepes es: “¿qué le vamos a dar a Bolivia?". La verdad que a nosotros nos debe preocupar primero solucionar nuestros problemas y no estar pensando en tutelas internacionales. Bolivia durante todo su derrotero histórico, después de la guerra especialmente, solo ha tenido pretensiones sobre Tacna y Arica, territorios que nunca les pertenecieron, ni por historia ni por geografía.
José María Barreto escribió “El Problema Peruano Chileno”, al final de su obra dijo: “¿Qué se desprende de la lectura de este libro? Los esfuerzos de todo género que, en todo tiempo y con toda oportunidad, ha hecho el Perú por recuperar sus dos provincias dadas en rehenes a Chile por el término de diez años, y los obstáculos que siempre ha encontrado de parte de éste para llegar a una solución, dentro de las estipulaciones del Tratado de 1883”. Yo le creo a Barreto.
En lo que respecta a lo dicho por el doctor Zapata. En realidad hizo una mezcla apretada de las relaciones peruano chilenas después de la guerra, y mezcló negociaciones y actos que por lo corto del tiempo se pueden pasar, además que todo estaba dirigido a un público que no necesariamente es conocedor del tema.
Lo que me parece fuera de lugar es el haber manifestado sus opiniones personales en torno a la Convención del Mar y las supuestas deficiencias que el expositor cree, tiene nuestra demanda ante la Corte Internacional de Justicia, ya que no estamos adscritos a dicho cuerpo legal internacional. ¿De dónde ha sacado semejante idea el doctor Zapata?
Cuando se planteó la demanda se dijo con claridad que no era necesaria la firma de la Convención, que si bien es cierto allí se establecen normas de delimitación, también es real que antes que exista la Convención ya habían sentencias de la Corte donde las fronteras marítimas se hacían con equidad de acuerdo a las proyecciones de las costas y al derecho internacional, ius cogens. Entonces, no es necesaria por eso la firma de la Convención del Mar. Me parecen desatinados por eso sus comentarios que además de eso, al ser Asesor de la Comisión de Relaciones Exteriores del Congreso, y tener a la mano una serie de elementos, mayores a los que yo conozco, cometa este desatino. Que después, al finalizar la rueda de preguntas, poco a poco al darse cuenta comenzó a decir que tenemos fortalezas, es otro asunto. ¿Puede un asesor de la Comisión de Relaciones Exteriores de nuestro Parlamento hablar así ante el público y producir ese ánimo negativo que vimos anoche? Pienso que no. ¡Porque antes de las posiciones personales están los derechos y la posición de nuestro país!
Otra de las cosas que se planteó anoche fue lo referente al inicio de nuestra frontera. El Tratado dice con claridad que nuestra frontera nace en un punto llamado Concordia que se encuentra en la orilla del mar. Dijeron anoche que eso también es una falencia de nuestra parte cuando había leyes que dan como inicio de la frontera el hito N.º 1. Una ley es un acto unilateral, mientras que un tratado internacional es un acto bilateral, y existen dos voluntades las de cada Estado suscribiente, las mismas que valen y tienen mayor eficacia que una ley unilateral. Allí está nuestro título, allí está nuestra fortaleza, si decimos lo contrario, entonces desconocemos el Tratado de 1929.
Para conocer todo nuestro proceso ante La Haya y los fundamentos de nuestra demanda ante ese organismo internacional es necesario leer los textos del embajador Manuel Rodríguez Cuadros, “Delimitación Marítima con Equidad” y “La Soberanía Marítima del Perú”, también al iniciador de este contencioso el almirante Guillermo Faura Gaig en su texto “El Mar Peruano y sus Límites”, del mismo modo “La Imaginación Creadora y el Nuevo Régimen Jurídico del Mar” del embajador Juan Miguel Bákula. Estos textos le dan a uno las luces y la fortaleza necesarias para saber que nuestros derechos están amparados para un arbitraje de derecho.
El día de hoy estará el doctor Rodríguez Mackay y el embajador Hernán Couturier, verdaderos conocedores y personalidades que de hecho pondrán en orden todas las cosas que ayer se han dicho.
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http://perusupropiarespuesta.com/crasos-errores-de-yepes-y-zapata/
15-11-2012