En el diario limeño El Comercio del 15 de octubre de este año, con el título “Lo sagrado laico”, se lee en la columna de Fernando Berckemeyer:
Él no fue, desde luego, el primero en trabajar esta conexión, y, como el hombre irremediablemente culto y lúcido que era, estaba consciente de ello.
Comentario
El autor incurre en impropiediad léxica con un uso no pertinente del adverbio “irremediablemente”, que viene del adjetivo irremediable, cuya connotación es negativa: le causó un daño irremediable, sufrió un perjuicio irremediable, etc.
En el ejemplo se alude a cualidades muy deseables: “culto y lúcido”. Podría hablarse de la antítesis como irremediable: ignorante y estúpido.
Podríamos decir por ejemplo:
Él no fue, desde luego, el primero en trabajar esta conexión, y, como el hombre innegablemente culto y lúcido que era, estaba consciente de ello.