En el portal del diario español La Vanguardia, con fecha 15 de mayo de este año, con título “Dorothea Puente, la abuela asesina y su ‘casa de la muerte’”, se lee en el artículo de Mónica G. Álvarez:

 

El hedor que provenía de la casa de Dorothea Puente era insoportable. Los vecinos llevaban tiempo quejándose del olor a podredumbre que emanaba de la propiedad de esta abuela de apariencia amable. “Problemas del alcantarillado”, se justificaba ella. Pero ni el cloro ni la cal que esparció pudieron contener ese fétido aroma. Aquella casa, utilizada como pensión para enfermos y ancianos, escondía un tétrico secreto: el asesinato de sus huéspedes.

 

Comentario

Se trata de los olores desprendidos por cadáveres en descomposición, que además de ser insoportables son muy fuertes, por tanto no se puede emplear el sustantivo “aroma”, que debe emplearse para los efluvios que producen una sensación agradable: el aroma del limón, el aroma de la cena, el aroma del bosque, etc.

 

Podemos decir por ejemplo:

 

El hedor que provenía de la casa de Dorothea Puente era insoportable. Los vecinos llevaban tiempo quejándose del olor a podredumbre que emanaba de la propiedad de esta abuela de apariencia amable. “Problemas del alcantarillado”, se justificaba ella. Pero ni el cloro ni la cal que esparció pudieron contener ese olor pestífero. Aquella casa, utilizada como pensión para enfermos y ancianos, escondía un tétrico secreto: el asesinato de sus huéspedes.