Por Rocío Ferrel

Hoy, 18 de  setiembre, es la fiesta de San Juan Macías, sin duda, un santo misterioso, que fue contemporáneo de San Martín de Porras y Santa Rosa de Lima. Nacido en Ribera de Fresno (Badajoz) en 1585, quedó huérfano a los cuatro años. Desde niño se dedicó al pastoreo, en una familia devota de la Virgen María y el rezo del Rosario, que le permitía contemplación en medio de su labor de campo.

San Juan Macias Santo Domingo

Imagen de San Juan Macías, convento de Santo Domingo, Lima

Llegado a Lima, cuando recién dejaba la adolescencia, y entró de ayudante de un rico ganadero, Pedro Jiménez Menacho, que abastecía buena parte del mercado local, con quien trabajó diligentemente hasta que su única hermana se casó. Al parecer, se sintió entonces libre de continuar enviando remesas a España para su mantención e ingresar ahora él a la vida religiosa. Cuando su empleador le dijo que le iba a recompensar por sus años de ejemplar servicio, Juan Macías le dijo que todo eso lo entregue a los pobres.

Por poco se lleva a la tumba detalles misteriosos de su vida, de no ser que por obediencia lo conminaron, poco antes de morir, a relatar hechos de su vida, pues entonces ya era considerado santo, por sus virtudes y hechos extraordinarios, y su orden quería documentar su biografía.

Por obediencia, relató que desde niño se le aparecía el apóstol San Juan, quien le profetizó que lo llevaría a lejanas tierras, donde le construirían altares.

Un día que hubo un fuerte terremoto y mientras Juan y oros religiosos escapaban del convento de Santo Domingo, escuchó la voz de la Virgen que le dijo que se quedaran en un lugar. Milagrosamente, todo el convento se vino abajo menos el lugar exacto en el que la Virgen les indicó que se quedaran.

La viga

Uno de los milagros más conocidos ocurrió durante la reconstrucción, los trabajadores cortaron demasiado una viga de madera que debía de sostener el techo. Cuando discutían sobre el culpable, llegó el santo y les dijo que no se preocuparan, bendijo la viga y ordenó subirla. Extrañamente, la viga había crecido los centímetros suficientes para poder ser encajada a la perfección.

Levitación

Se comentaba que levitaba, pero uno de esos episodios ocurrió cuando estaba muy enfermo, cerca de su agonía. No podía ni sentarse sin ayuda. Sorprendentemente, cuando le llevaron la comunión de inmediato se puso de rodillas sobre su cama y los testigos dan cuenta de que su cuerpo flotaba mientras comulgaba.

El burrito y San Juan Evangelista

Cuando tomó los hábitos le dieron la portería del convento de Santa María Magdalena y en ese puesto atendía a muchos necesitados. Uno de sus benefactores fue Pedro Jiménez Menacho. Inicialmente, el mismo santo recolectaba los víveres para donar a los pobres. Poco después los testigos narran que aparecía en la puerta un joven con aspecto común, para traer los encargos. Ya en su lecho de muerte reveló que el joven era San Juan Evangelista.

Poco después de que el joven se dedicara a recaudar los víveres, San Juan Macías amaestró a su burrito, quien de allí en adelante cumplió a la perfección el encargo. Lo enviaba con una lista: pan de la panadería, carne del camal de Pedro Jiménez Menacho, etc. El jumento llegaba todos los días solo a todos los sitios donde debía recoger las donaciones del día.

Un día, el burrito no quería irse de uno de estos sitios donde recolectaba víveres y golpeaba el suelo con su pata. Cuando revisaron la lista vieron que faltaba parte del pedido. Entonces completaron la carga y de inmediato el burro partió de regreso.

Pedro Jiménez Menacho gustaba probar al burro y en el testimonio de canonización relata que a veces se escondía en su casa, pero era en vano, porque el burro lo encontraba dondequiera que se hallase oculto.

viga San Juan Macias

La viga que creció por intercesión de San Juan Macías, convento de Santo Domingo, Lima

El pozo

Siendo niño ocurrió el primer milagro en Ribera del Fresno. Un cerdito cayó a un pozo y milagrosamente el agua remontó hasta la superficie y así pudieron rescatar al animal.

pozo San Juan Macias Ribera del Fresno

El pozo del milagro, en Ribera del Fresno. Foto: http://decimaterceracuadrillasanmartin.blogspot.pe/2013/09/san-juan-macias-amigo-intimo-de-san.html

El milagro de la canonización

En vida Lima atestiguó varios milagros de multiplicación de alimentos. El más sonoro fue después el de su canonización.

En España también le tenían mucha veneración y el milagro de su canonización ocurrió allí. Eran tiempos del franquismo de la postguerra, el 23 de enero de 1949, en Olivenza, un pueblito de Extremadura. Entonces había mucha necesidad y la casa Nazaret de la Institución Benéfica de San José tenía un comedor para atender a muchos niños y adultos que llegaban para paliar el hambre.

Ese día, la cocinera, Leandra Rebollo, constata atribulada que todo lo que tenían para cocinar era 750 gr de arroz, lo cual no alcanzaría para las niñas internas y para los pobres. Se acuerda de San Juan Macías, entonces beato, y exclama “Hoy, beato, los pobres sin comida”. Pero echa ese poco arroz a una ollaza, lo adereza y se va por otros quehaceres.

Después regresa y encuentra la olla de arroz al tope. Sorprendida comunica a otras señoras lo que veía y acuden y comienzan a servir. El potaje estaba bien sazonado. Asombrosamente, continuaban sacando arroz de la olla y trasvasando a otros recipientes y seguía aumentando sin variar su sabor agradable. Corren a dar aviso del milagro al párroco e incluso traen a un obispo.

Por causa del nerviosismo y el estupor, a la cocinera se le olvidó condimentar, añadir más agua y templar el fuego de carbón, pese a todo, el plato fue el arroz más sabroso que habían probado en su vida. Comieron más de 300 comensales, muchos de ellos llegados incluso de las poblaciones cercanas, que corrieron hasta allí cuando se enteraron de la prodigiosa noticia. Muchos comieron el arroz muchas horas después de haber sido cocinado y, pese a ello, el arroz se mantuvo en su punto exacto, como si estuviese recién cocinado.

San Juan Macias

El prodigio duró unas cinco horas. Los testigos señalan que del fondo de la olla veían aparecer arroz en medio del agua y continuaba cocinándose. Todo el pueblo comió de la olla y continuaba abundando, hasta que el obispo dijo “¡basta!”, entonces cesó.

San Juan Macías murió en Lima el 15 de setiembre de 1645. Su cuerpo se venera en la basílica del Rosario. Fue beatificado por Gregorio XVI en 1813 y canonizado por Pablo VI el 28 de septiembre de 1975. A la hora de su muerte, obligado por la obediencia, Juan Masías confesó haber liberado durante su vida a un millón cuatrocientas mil almas. Treinta años después de su muerte, su cuerpo permanecía incorrupto y continuaba realizando milagros, como el de un monje con una hernia estrangulada, que sanó tras poner la imagen del santo sobre la zona afectada.

 

 

Artículos relacionados

San Martín de Porras, uno de los más enigmáticos místicos

Santa Rosa de Lima, enigmas de su vida