Contra la pobreza: menos promesas, más hechos
Por David Álvarez *
La sociedad civil se moviliza en todo el mundo para exigir el cumplimiento de las promesas que los países ricos han contraído para luchar contra la pobreza. Ocho años después de la firma de los Objetivos de Desarrollo del Milenio firmados en Nueva York, nos encontramos lejos de su cumplimiento. Hoy hay 75 millones más de personas que pasan hambre.
Por David Álvarez *
La sociedad civil se moviliza en todo el mundo para exigir el cumplimiento de las promesas que los países ricos han contraído para luchar contra la pobreza. Ocho años después de la firma de los Objetivos de Desarrollo del Milenio firmados en Nueva York, nos encontramos lejos de su cumplimiento. Hoy hay 75 millones más de personas que pasan hambre.
“Una promesa no alimenta, una promesa no es nada”. Con este lema, la Alianza Española contra la Pobreza (más de mil organizaciones de la sociedad civil) ha convocado a la sociedad civil a manifestar en las calles su repulsa. Resume el grado de frustración que millones de ciudadanos sentimos ante la falta de voluntad política para atajar la lacra del hambre.
A pesar de existir una “hoja de ruta”, suscrita por 189 jefes de Estado y de Gobierno, que pasa por el cumplimento de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), la última revisión en Naciones Unidas no puede resultar más desalentadora: las aportaciones para reducir la pobreza en el planeta no superaban los 15.000 millones de euros cuando las necesidades son de 150.000 millones hasta el año 2010.
Para que nadie muriera de hambre o de sed en el mundo, sólo sería necesario el 40% de lo que el Banco Central Europeo inyectó en los mercados en un solo día de la tormenta financiera. ¿Cómo es posible que el hambre y la sed de 1.400 millones de personas no se consideren una crisis suficientemente seria como para que haya concierto internacional a la hora aportar soluciones inmediatas? ¿Acaso no hay motivos para la movilización y las acciones vindicativas?
La campaña “Derecho a la alimentación. Urgente”, con motivo del día Mundial de la Alimentación, denunciaba la aparición de 75 millones de nuevos “hambrientos”, sólo en el último año. Detrás de la brutal cifra, está la subida en más de un 52% del precio de productos básicos como el maíz, la soja o el trigo, entre 2007 y 2008. En el caso del arroz, el alza superó el 200%. En términos reales, los precios están en el nivel más alto de los últimos 30 años.
Ese incremento no se debe a la falta de producción, ni a la reducción de cosechas por el cambio climático o el negativo impacto de los agrocarburantes. El año 2007 se saldó con unas de las cosechas más abundantes, suficiente para cubrir las necesidades del doble de la población mundial actual. Las razones del alza de los precios en las cestas básicas son las políticas agrarias de países desarrollados centradas en la rentabilidad comercial de los alimentos y en una nueva vuelta de tuerca de la especulación financiera, donde se invierte en mercados de futuro y fondos de inversión con los alimentos. Esta práctica es la que “reconoce” el Deutsche Bank en su página web corporativa, según el catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Sevilla, Juan Torres. Es la imposición del comercio como un fin en sí mismo y no como medio para mejorar la calidad de vida de las personas.
En este contexto de crisis y cuando se comienza a hablar de una cercana recesión económica global, la Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD) en los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) está sufriendo importantes reducciones, según explica el Real Instituto Elcano. El esfuerzo relativo del conjunto de los donantes ha pasado del 0’31% de la renta nacional básica en 2006 al 0’28% en 2007. Los países que siguen demostrando un mayor esfuerzo en relación con su riqueza son Noruega, Suecia, Luxemburgo, Países Bajos y Dinamarca. Los cinco registran niveles superiores al 0’8% de la renta nacional básica. España aunque ha incrementado de manera sustancial los recursos en la última legislatura, podría congelarla en los dos próximos años con el argumento de la crisis, según la propia vicepresidenta primera del Gobierno, Mª Teresa Fernández de la Vega. El incremento de la Ayuda al Desarrollo, junto con la cancelación de deuda externa y el avance en unas relaciones comerciales más justas, harían del ODM 8 (fomentar una asociación mundial para el desarrollo), la crónica de un cumplimiento deseado. Los indicadores por tanto apuntan en una mala dirección.
Cuando vienen mal dadas, los más vulnerables son los que se ven más afectados. La sociedad civil organizada no debe renunciar a incidir, a gritar bien alto que no queremos más acuerdos, sino más hechos, valentía política y liderazgo para abanderar la lucha contra la pobreza.
* Director de Solidarios y profesor de la UCM
A pesar de existir una “hoja de ruta”, suscrita por 189 jefes de Estado y de Gobierno, que pasa por el cumplimento de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), la última revisión en Naciones Unidas no puede resultar más desalentadora: las aportaciones para reducir la pobreza en el planeta no superaban los 15.000 millones de euros cuando las necesidades son de 150.000 millones hasta el año 2010.
Para que nadie muriera de hambre o de sed en el mundo, sólo sería necesario el 40% de lo que el Banco Central Europeo inyectó en los mercados en un solo día de la tormenta financiera. ¿Cómo es posible que el hambre y la sed de 1.400 millones de personas no se consideren una crisis suficientemente seria como para que haya concierto internacional a la hora aportar soluciones inmediatas? ¿Acaso no hay motivos para la movilización y las acciones vindicativas?
La campaña “Derecho a la alimentación. Urgente”, con motivo del día Mundial de la Alimentación, denunciaba la aparición de 75 millones de nuevos “hambrientos”, sólo en el último año. Detrás de la brutal cifra, está la subida en más de un 52% del precio de productos básicos como el maíz, la soja o el trigo, entre 2007 y 2008. En el caso del arroz, el alza superó el 200%. En términos reales, los precios están en el nivel más alto de los últimos 30 años.
Ese incremento no se debe a la falta de producción, ni a la reducción de cosechas por el cambio climático o el negativo impacto de los agrocarburantes. El año 2007 se saldó con unas de las cosechas más abundantes, suficiente para cubrir las necesidades del doble de la población mundial actual. Las razones del alza de los precios en las cestas básicas son las políticas agrarias de países desarrollados centradas en la rentabilidad comercial de los alimentos y en una nueva vuelta de tuerca de la especulación financiera, donde se invierte en mercados de futuro y fondos de inversión con los alimentos. Esta práctica es la que “reconoce” el Deutsche Bank en su página web corporativa, según el catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Sevilla, Juan Torres. Es la imposición del comercio como un fin en sí mismo y no como medio para mejorar la calidad de vida de las personas.
En este contexto de crisis y cuando se comienza a hablar de una cercana recesión económica global, la Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD) en los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) está sufriendo importantes reducciones, según explica el Real Instituto Elcano. El esfuerzo relativo del conjunto de los donantes ha pasado del 0’31% de la renta nacional básica en 2006 al 0’28% en 2007. Los países que siguen demostrando un mayor esfuerzo en relación con su riqueza son Noruega, Suecia, Luxemburgo, Países Bajos y Dinamarca. Los cinco registran niveles superiores al 0’8% de la renta nacional básica. España aunque ha incrementado de manera sustancial los recursos en la última legislatura, podría congelarla en los dos próximos años con el argumento de la crisis, según la propia vicepresidenta primera del Gobierno, Mª Teresa Fernández de la Vega. El incremento de la Ayuda al Desarrollo, junto con la cancelación de deuda externa y el avance en unas relaciones comerciales más justas, harían del ODM 8 (fomentar una asociación mundial para el desarrollo), la crónica de un cumplimiento deseado. Los indicadores por tanto apuntan en una mala dirección.
Cuando vienen mal dadas, los más vulnerables son los que se ven más afectados. La sociedad civil organizada no debe renunciar a incidir, a gritar bien alto que no queremos más acuerdos, sino más hechos, valentía política y liderazgo para abanderar la lucha contra la pobreza.
* Director de Solidarios y profesor de la UCM