Pobres pero armados
Por Iván Gonzáles Alonso*
Para que el lobby de la industria armamentística funcione tiene que haber guerras.
Los Estados de las regiones más empobrecidas del planeta, África, Asia, Oriente Medio y América Latina invierten cada año 22.000 millones de dólares en armamento. Sólo con la mitad de esa cantidad, sería posible la escolarización de todos los niños de esas regiones.
Por Iván Gonzáles Alonso*
Para que el lobby de la industria armamentística funcione tiene que haber guerras.
Los Estados de las regiones más empobrecidas del planeta, África, Asia, Oriente Medio y América Latina invierten cada año 22.000 millones de dólares en armamento. Sólo con la mitad de esa cantidad, sería posible la escolarización de todos los niños de esas regiones.
Estudios recientes confirman que la tendencia actual, si exceptuamos a Estados Unidos, es que los países con mayor presupuesto de defensa ocupen los últimos lugares en materia de desarrollo humano. Los países industriales exportan fusiles, pistolas, misiles y balas a otros Estados con mayor necesidad de alimentos, educación o democracia que de armas.
La industria de la muerte reporta inmensos beneficios económicos a los productores. Las empresas armamentísticas constituyen verdaderos lobbies de poder, hasta el punto de decidir en ciertas ocasiones su política internacional y bélica como en el caso de Estados Unidos. La lucha contra el terrorismo impulsada desde la Casa Blanca ha relanzado un negocio del que hoy se lucran más de mil empresas de armamento en casi cien países. No es extraño en esta situación que ante una posible operación de guerra internacional primen los beneficios económicos que ésta pueda reportar sobre el derecho a la vida de los seres humanos.
Todo ello porque la venta de armas no está regulada por los órganos competentes, como la ONU o la Organización Mundial del Comercio (OMC). La ONU está tratando de elaborar un Tratado Internacional sobre el Comercio de Armas, para lo que cuenta con el apoyo de 139 países y la abstención de otros 50, pero con una negativa que puede dar al traste con la iniciativa, la del primer productor y exportador de armas en el mundo, Estados Unidos.
Que el país de destino de las armas respete los derechos humanos, o que a su vez no pueda revender esas armas a terceros países en conflicto armado parecen ser unas condiciones por las que Estados Unidos no quiere pasar. Rusia, Reino Unido, Alemania y Francia han aceptado de mejor o peor grado la propuesta de la ONU, pero siguen repartiéndose el pastel de la venta de armas.
España ocupa el octavo puesto en cuanto a exportación de armas, pero con un descenso del volumen neto de venta respecto a los últimos años. El año pasado, Colombia adquirió al Gobierno de Zapatero 13 carros lanza obuses, por un valor de 15 millones de euros. Israel es otro de los destinos de las armas españolas. No sabemos si un arma española ha acabado con la vida de un niño palestino. El África Sub Sahariana obtiene ingentes cantidades de armamento ligero que va “empaquetado” con la etiqueta de armas para la caza en safaris, pero su uso real está en las guerras muchas veces.
En el mundo, la media anual de muertes en conflictos armados supera las 300.000. Otras 200.000 personas son asesinadas al año por armas de fuego. Pese a todo se dan pasos adelante, como la Conferencia de Dublín de mayo de 2008, en la que cien países aprobaron la prohibición de las bombas de racimo.
El Cervantes Rafael Sánchez Ferlosio sostiene que existe un estado de guerra permanente desde que existe la industria de guerra permanente. En la situación actual es legítima la duda de si las armas se hacen para las guerras o son las guerras las que se hacen para las armas.
* Periodista
La industria de la muerte reporta inmensos beneficios económicos a los productores. Las empresas armamentísticas constituyen verdaderos lobbies de poder, hasta el punto de decidir en ciertas ocasiones su política internacional y bélica como en el caso de Estados Unidos. La lucha contra el terrorismo impulsada desde la Casa Blanca ha relanzado un negocio del que hoy se lucran más de mil empresas de armamento en casi cien países. No es extraño en esta situación que ante una posible operación de guerra internacional primen los beneficios económicos que ésta pueda reportar sobre el derecho a la vida de los seres humanos.
Todo ello porque la venta de armas no está regulada por los órganos competentes, como la ONU o la Organización Mundial del Comercio (OMC). La ONU está tratando de elaborar un Tratado Internacional sobre el Comercio de Armas, para lo que cuenta con el apoyo de 139 países y la abstención de otros 50, pero con una negativa que puede dar al traste con la iniciativa, la del primer productor y exportador de armas en el mundo, Estados Unidos.
Que el país de destino de las armas respete los derechos humanos, o que a su vez no pueda revender esas armas a terceros países en conflicto armado parecen ser unas condiciones por las que Estados Unidos no quiere pasar. Rusia, Reino Unido, Alemania y Francia han aceptado de mejor o peor grado la propuesta de la ONU, pero siguen repartiéndose el pastel de la venta de armas.
España ocupa el octavo puesto en cuanto a exportación de armas, pero con un descenso del volumen neto de venta respecto a los últimos años. El año pasado, Colombia adquirió al Gobierno de Zapatero 13 carros lanza obuses, por un valor de 15 millones de euros. Israel es otro de los destinos de las armas españolas. No sabemos si un arma española ha acabado con la vida de un niño palestino. El África Sub Sahariana obtiene ingentes cantidades de armamento ligero que va “empaquetado” con la etiqueta de armas para la caza en safaris, pero su uso real está en las guerras muchas veces.
En el mundo, la media anual de muertes en conflictos armados supera las 300.000. Otras 200.000 personas son asesinadas al año por armas de fuego. Pese a todo se dan pasos adelante, como la Conferencia de Dublín de mayo de 2008, en la que cien países aprobaron la prohibición de las bombas de racimo.
El Cervantes Rafael Sánchez Ferlosio sostiene que existe un estado de guerra permanente desde que existe la industria de guerra permanente. En la situación actual es legítima la duda de si las armas se hacen para las guerras o son las guerras las que se hacen para las armas.
* Periodista
Centro de Colaboraciones Solidarias