Adrian Salbuchi*
Este jueves comienza la cumbre del G-20 en San Petersburgo, Rusia, de la que el presidente ruso Vladímir Putin será anfitrión.
Para su colega estadounidense Barack Obama, será duro encontrarse cara a cara con Putin; el primer encuentro desde que comenzó la confrontación entre ambos por la crisis desatada luego de conocerse el ataque con armas químicas en Siria del pasado 21 de agosto.
Uno de estos dos señores pestañeó; el otro mantuvo fija su mirada… ¿Adivina quién pestañeó?
¿Por qué no me hablaste?
Probablemente esta crisis se hubiera podido minimizar —incluso evitarse— si ambos presidentes se hubieran reunido según se había planeado, en una cumbre bilateral en Moscú el mes pasado; pero Obama decidió cancelarla.
Según el diario The Washington Post en su edición del 7 de agosto, eso conformó “un extraño y deliberado desaire que refleja el daño que el caso Edward Snowden (el joven excontratista de la Agencia Nacional de Seguridad de EE. UU. a quién Moscú le otorgó asilo político el mes pasado), le ha propinado a la importante relación entre ambos países, que se encuentra en franco declive… Con ese anuncio, Obama efectivamente desperdició más de un año de esfuerzos para construir una mayor colaboración con Putin”.
En aquel momento, el vocero de prensa de la Casa Blanca, Jay Carney, explicó que “Luego de una cuidadosa evaluación comenzada en el mes de julio, llegamos a la conclusión de que no se ha avanzado lo suficiente en nuestra agenda bilateral con Rusia, como para justificar realizar una cumbre EE. UU.-Rusia…”
A la luz de los últimos acontecimientos, todo indicaría que existen serias fallas en el proceso de toma de decisiones de la Casa Blanca; o acaso ya estaba decidido en Washington intensificar la crisis con Siria y Obama quiso evitar hallarse en la incómoda situación de reunirse con Putin mientras atacaba a Siria; o —peor aún— existen “otras instancias” decisorias por encima de la Casa Blanca y el Departamento de Estado (sugerimos ver los tres puntos enfatizados en mi artículo en RT)
Sean cuales fueren las razones, la verdad es que la semana pasada fue una semana negra para la alianza de EE. UU., el Reino Unido e Israel que, a pesar de sus ingentes esfuerzos de meterse en una guerra contra Siria, no logró aplicar esa vieja magia negra aprendida en Irak, Afganistán, los Balcanes y, más recientemente, en Libia.
Luego del ataque con armas químicas de Damasco, la Casa Blanca y Downing Street rápidamente empezaron a intensificar sus discursos belicistas insistiendo a voz viva que estaban “listos para atacar a Siria”.
El secretario de Defensa de EE. UU., Chuck Hagel, anunció ante el mundo que “las Fuerzas Armadas estadounidenses aguardan la orden del presidente Obama para lanzar un ataque inmediato contra Siria”. Aun un enano político, el francés François Hollande, también concurrió a esta fiesta de hacer sonar los sables…
Pero fue entonces cuando todo empezó a desmoronarse para los aliados. Primero, el 29 de agosto la Cámara de los Comunes británica respondió al primer ministro David Cameron con un estruendoso “¡No!” cuando este le pidió autorización para acompañar a EE. UU. en el inminente ataque militar contra Siria.
Luego, el secretario general de la ONU, Ban-Ki-Moon, informó que sus inspectores en Damasco habían confirmado que mientras que efectivamente tuvo lugar un terrible ataque con armas químicas, pasarían sin embargo varias semanas antes de que pudiera conocerse quiénes fueron responsables del mismo.
Los siempre obedientes multimedios occidentales trataron de armar una furia belicista llegando a decir que el sábado 31 de agosto iba a ser el “Día D” para lanzar el ataque contra Siria. Pero cuando llego el sábado, todo lo que escuchamos fue un discreto discurso del presidente Obama diciendo algo así como que “EE. UU. está listo para atacar a Siria, pero no estamos muy seguros de cuándo lo haremos. Puede ser dentro de un día, o de una semana, o de un mes” (¿Qué tal dentro de dos años?).
Hasta el enano François tuvo que dar marcha atrás cuando se vio enfrentado con la mayoría de la opinión pública francesa que exige no atacar a la que fue colonia francesa en Siria, exigiendo que al menos se consulte con el Consejo de Seguridad de la ONU… Después de todo, se supone que Francia es una “democracia”, ¿no?
Putin dixit…
Pero lo que realmente parece haber marcado la diferencia fueron las declaraciones cargadas de sentido común provenientes del Kremlin de Moscú, algunas de ellas muy personales dirigidas por Putin a Obama.
Putin comenzó diciendo que el ataque horrendo con armas químicas en Damasco estaba siendo utilizado por los aliados occidentales como excusa para atacar al Gobierno del presidente Bashar al-Assad, agregando que “estoy seguro de que esto no fue más que una provocación perpetrada por quienes tratan de arrastrar a otros países en este conflicto y así obtener el apoyo de poderosos operadores internacionales, especialmente de los Estados Unidos”.
A su vez, descartó las acusaciones de Occidente, señalando que “aseverar que existen pruebas pero que se trata de información clasificada que, por ende, no puede presentarse ante nadie es un verdadero insulto a la inteligencia”, al tiempo que desafió a Obama a que muestre sus cartas de una vez por todas: “Si los Estados Unidos tienen pruebas de que el Gobierno de al-Assad es responsable de este ataque, entonces que EE. UU. presente esas pruebas ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas”, para que tome lo que seguramente será una decisión unánime. Pero Obama no contestó…
El sentido común indica que el perpetrador fue ese amplio conjunto de terroristas y criminales que han desatado el caos dentro de Siria, y que incluye entre otros al grupo al-Nusra vinculado a al-Qaeda (también conocidos como “Luchadores Sirios por la Libertad” y Consejo Nacional Sirio), armados, financiados y entrenados por EE. UU.
Putin agregó que “en tales condiciones, darles una carta comodín a quienes están pidiendo una intervención militar extranjera es una completa tontería.”
Al dirigirse a Obama, Putin aclaró que no se dirigía al presidente de los EE. UU., sino al premio Nobel de la Paz. “Debemos recordar lo que ha ocurrido en la última década, la cantidad de veces que Estados Unidos ha iniciado conflictos armados en distintas partes del mundo... ¿Logró resolver algún problema? Afganistán, Irak… No hay nada de paz en esos países, ni de democracia, que es lo que nuestros socios supuestamente buscaban…”
Al rechazar como una “completa tontería” la idea de que las fuerzas de al-Assad hubieran utilizado armas químicas en momentos en que están ganando la guerra civil en Siria, Putin se mostró fuerte y confiado.
Luego de meses de verse presionado para que abandonara a al-Assad, Putin acaba ahora de enviar un fuerte mensaje: está listo para luchar por Siria en la cumbre del G-20 en San Petersburgo.
Luego agregó que “por supuesto que el G-20 no es una autoridad legal formal. No es un sustituto para el Consejo de Seguridad de la ONU; no puede tomar decisiones sobre el uso de la fuerza. Sin embargo, el G-20 conforma una buena plataforma para discutir este problema. ¿Por qué no aprovecharla entonces? ¿Es del interés de los Estados Unidos tratar de destruir el sistema de seguridad internacional y los fundamentos de la ley internacional? ¿Fortalecerá al prestigio internacional de los Estados Unidos? Lo dudo mucho”.
Putin explicó que el ataque bien pudo haber sido una provocación de las fuerza rebeldes que luchan contra al-Assad, con la intención de apurar una intervención militar por parte de EE. UU.
Un alto funcionario de la administración norteamericana en Washington dijo que los funcionarios rusos “y ciertos medios rusos” (¿a cuál se están refiriendo?) siguen diciendo que Estados Unidos tiene una intención explícita de imponer un cambio de régimen (en Siria), y que Estados Unidos está instigando todo tipo de tumultos en Oriente Medio con el fin de promover sus propios intereses”.
¡Es la geopolítica, estúpido!
Ahora, veinte jefes de Estado se reunirán en esta cumbre de dos días del G-20. La bienvenida oficial del presidente Putin describe la reunión diciendo que “la próxima cumbre de líderes del G-20 en San Petersburgo reafirmará el rol del G-20 como mecanismo eficiente para coordinar la manera como se abordan problemáticas de la economía y las finanzas globales entre las políticas de las principales economías del mundo”. Buen comentario y buenas intenciones… ¿por qué no?
Pero para entender realmente el mundo del siglo XXI, primero hay que empezar a liberarse de un conjunto de paradigmas del siglo XX, que aún hoy siguen distorsionando nuestra visión de la realidad mundial. Por ejemplo, aquel anticuado paradigma del que pretenden convencernos de que la economía reina en forma suprema sobre toda la Humanidad, como alguna vez lo sintetizara el expresidente Bill Clinton cuando por allá por el año 1992 en plena campaña presidencial contra George H. Bush, lo descalificó espetándole: “¡Es la economía, estúpido!”, algo que al menos le sirvió a Bill para instalarse ocho años seguidos en la Casa Blanca.
Pero eso fue en el siglo XX y ya no rige tanto en nuestros días… En el siglo XXI, las cosas no se limitan tan solo a la economía. Se trata de mucho más que eso; casi diríamos que hoy en día de todo menos la economía y, como diría Bill, hay que ser muy estúpido para no darse cuenta de ello.
Los pueblos van comprendiendo que si realmente se desea abordar los problemas económicos del G-8, o el G-20 o el G-179, primero los líderes mundiales deberán abordar el mayor y más brutal de los problemas: el poder que detentan los megabanqueros globales que les permite robar sistemáticamente a todo el planeta, hacer que los gobiernos les otorguen salvatajes ilimitados, cada vez que sus negocios oscuros y criminales les salen mal…
Ahí es cuando echan mano del dinero de los contribuyentes y del Banco de la Reserva Federal que emite todo el dinero que resulte necesario para salvar a los bancos privados. Ahí es cuando los trabajadores pierden sus trabajos, los países entran en catastróficas crisis de deuda, y el fantasma de la (híper)inflación comienza a aparecer sobre el horizonte.
Si se evita abordar lo obvio, entonces todo lo que se logra al final es que todo cambie para que todo siga igual. A lo sumo, algunas declaraciones altisonantes y vacías de verdadero contenido, junto a vulgares expresiones de deseo y… “adiós, nos vemos el año que viene en la próxima cumbre del G-8, o G-20 o G-179…”
¿Por qué entonces jamás se aborda este tema tan fundamental? Porque los megabanqueros resultan demasiado poderosos y demasiado amenazantes para los líderes mundiales. Apenas unos pocos gobiernos toman medidas tendentes a obligar a los megabanqueros a que empiecen a comportarse de manera correcta, ética, moral y pacífica. De eso trata la soberanía, y no de otra cosa.
Los megabanqueros necesitan mantener vivo y alimentado el sistema de guerra; viven del mismo… Ya desde los días del primer padre fundador de los megabanqueros, Meyer Amschel Rothschild, necesitaban que existiera un sistema de guerra perpetua. Siempre ha sido así…
Porque no existe ningún banco que sea “demasiado grande para dejarlo caer”, se trate de Goldman Sachs, CitiCorp, Wells-Fargo, Bank of America, o HSBC. Lo que vemos son bancos y banqueros que son demasiado poderosos para que puedan caer, lo que significa que su poder, influencia y control llegan hasta las mismísimas instancias de la Casa Blanca, el N.o 10 de Downing Street y el Palacio del Elíseo.
Y si algún gobierno o parlamento osa no sucumbir a sus demandas, entonces… los megabanqueros harán todo lo necesario para que ese gobierno o parlamento no sobreviva por mucho tiempo más….
En pocas palabras, la verdadera agenda que se abordará esta semana en la cumbre del G-20 es cómo se resolverá la disputa geopolítica entre las dos principales superpotencias.
Mientras tanto, que los ciegos lleven a los ciegos; que los demás presidentes y ministros del G-20 hablen y hablen y hablen sobre “la economía”... Dejemos que luego los grandes multimedios globales hablen de ello en sus titulares y flashes informativos…
Mientras tanto, Vladímir Putin seguirá mirándolo muy fijo a Barack Obama, quien seguirá pestañeando… mientras que seguramente el presidente Xi Jinping de China los acompañará con su enigmática sonrisa.
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* Analista político, autor, conductor del programa de televisión “Segunda República” por el Canal TLV1 de Argentina. Fundador del Proyecto Segunda República (PSR). www.proyectosegundarepublica.com
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