marcha Catalunya independienteMiguel Ángel Rodríguez Mackay

España logró su unidad política luego de las guerras de la reconquista al expulsar a los árabes que se habían apostado en la península ibérica por más de 8 siglos desde la victoriosa batalla de Guadalete de 711 d.C. Lo curioso es que cuando los reyes católicos lograron construir a la España que hoy conocemos, ni por asomo había referencias a cuotas catalanes en su proceso integrador de fines del siglo XV. No los vio la dinastía de los Habsburgo y solo recién hay registro de su presencia política notable cuando el reino de España estaba en manos de la Casa de los Borbones al comienzo del siglo XVIII, en que los monarcas afrancesados se preocuparon solo por el mantenimiento de la Corona.

 

El separatismo catalán, entonces, es de reciente data, quizá desde que se levantaran los nacionalismos de la república -que desdeñaba a la Corona- a la llegada de Franco al poder a fines de los años treinta. Con cerca de 7.5 millones de habitantes, casi el 15% de la población española, la terca idea de Arturo Mas de separar a Cataluña de España paradójicamente no ha sido reelegido en la presidencia regional— podría llevar a los barceloneses a un abismo con enormes costos ulteriores.

Ya mismo la reciente aventurada aprobación -que no fue abrumadora- del Parlamento catalán para iniciar el proceso de independencia no garantizará su futuro ingreso en la Unión Europea (UE), si acaso no cuenta con la aceptación del propio gobierno nacional de Madrid. Una Cataluña fuera de la UE es camino inexorable a su extinción. La región está dividida y no se dan cuenta sus promotores de que la regla de hoy es la interdependencia en la unidad.

Correo, 12.11.2015