Remedios repetitivos contra el hambre
Por Iván González Alonso*
“Con tantos actores como hay para donar y recibir dinero y alimentos es muy difícil rendir cuentas”. Así se ha expresado el economista Jeffrey Sachs en relación a la unificación en un sólo canal de los fondos destinados a paliar el hambre en el mundo, decidida estos días en la Cumbre de la Seguridad Alimentaria celebrada en Madrid.
Los casi 8.000 millones de euros previstos para erradicar el hambre hace unos años han conseguido que haya en el mundo 109 millones más de personas hambrientas que hace dos años.
En Madrid se han reunido 95 países para crear la Alianza Global para la Agricultura y la seguridad Alimentaria, que contará con el Mecanismo de Coordinación financiera (MCF) como órgano encargado del manejo de 4.000 millones de euros para los campesinos más pobres del planeta.
Durante los últimos años, los países más enriquecidos han organizado cumbres parecidas, con más términos técnicos y buenas palabras que hechos concretos. Erradicar el hambre requiere sobre todo el compromiso firme de todos los Estados, y principalmente el de aquellos en cuyo poder está revertir la situación que ellos mismos han ayudado as crear. Según el Director de la FAO, el senegalés Jaques Diouf, “el porcentaje de ayudas para la agricultura a nivel mundial ha pasado del 17 % en 1980 al 3% actual”.
Con lo que la Unión Europea y Estados Unidos destinan anualmente a subvenciones agrícolas, todos los países africanos podrían alimentar a su población. Por no hablar del gasto destinado a armamento.
Esta semana el nuevo gobierno estadounidense se ha comprometido a invertir 5.500 millones de dólares en la lucha contra el hambre. El presidente español ha hecho lo propio con una inversión de 200 millones de euros anuales durante los próximos 5 años. Los beneficiarios de estas cantidades serán las familias con un máximo de una hectárea de terreno que cultiven productos de primera necesidad. Recibirán las ayudas en bonos para comprar semillas y fertilizantes.
A pesar de ello, la Cumbre se ha cerrado sin una hoja de ruta clara que fije los pasos a seguir ni el reconocimiento de todos los individuos al derecho a comer. Se han tomado las mismas recetas para cometer los mismos errores de siempre.
La victoria contra el hambre será definitiva cuando las naciones que ahora sobreviven gracias a las donaciones externas sean capaces de producir por sí mismas los recursos necesarios para alimentar a sus poblaciones. Para ello el libre mercado -ese que se obstinan en no practicar ni Estados Unidos ni Europa para su agricultura y su ganadería- debe dejar de ser el principal regulador de la producción agraria. Porque hay muchas vidas en juego que no se pueden permitir planes de rescate como los de Wall Street. Las cumbres para acabar con el hambre no se repetirían si se pusieran en práctica sus propias recetas y buenas intenciones.
* Periodista, Centro de Colaboraciones Solidarias
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