Siguiendo recomendaciones científicas de principios de este año, Italia prepara un plan de evacuación de las poblaciones cercanas al volcán Vesubio, cuya última erupción histórica catastrófica fue descrita por Plinio el Joven, testigo de la hecatombe que sepultó a Pompeya y Herculano el año 79.

Vesubio

 

Ignorando la historia, la población de las zonas aledañas ha crecido y se estima en 700 mil las personas que habría que evacuar antes de que llegue la hora de la furia del Vesubio, según detalla el plan en elaboración que prepara la región de Campania y el Departamento de Protección Civil de Italia, informa The Local.

Vincenzo De Luca, presidente regional y el jefe del Departamento de Protección Civil de Italia, Fabrizio Curzio, aseguran que el plan está casi listo.

 Hay 25 poblados ubicados en las “zonas rojas” ya establecidas, pero se incluirá siete nuevas “zonas rojas” entre Campi Flegrei y Nápoles. En octubre se definirá las áreas, dentro de estas zonas rojas, que deberán ser evacuadas primero.

El área completa no estaría en riesgo inmediato, teniendo en cuenta que los fluidos tomarían una dirección única, pero no se puede predecir que el paso de la lava pueda discurrir por otros cursos.

La evacuación solo se realizará si se alcanza el nivel cuatro de alerta. Los niveles son: básico, atención, prealerta y alerta. Si se da una prealerta se movilizará al personal y pacientes que se encuentran en los hospitales y casas de cuidado de salud, mientras que se asegurará los monumentos y otros tipos de patrimonio histórico.

mapa Vesubio

Toda la zona roja podría ser evacuada en 72 horas, contando 12 horas de organización y otras 48 para mudanza, más 12 de “margen de seguridad”. Se ha registrado 375,000 autos, 500 buses y 220 trenes para la operación, además de transporte marítimo.

Cada uno de los 25 poblados tienen otro poblado italiano “gemelo”, a donde la gente será llevada y hospedada. La gente de Pompeya irá por mar a Sardinia, mientras que los napolitanos irán por tren a Lazio.

Se ha ampliado los límites de la zona amarilla (63 municipalidades y tres distritos de Nápoles), que es la de segundo riesgo, a causa de la caída de ceniza, pero se estima que sólo un 10% del área sufrirá por la ceniza, incluyendo aire, carreteras y vías ferroviarias.

La erupción del año 79

Plinio el Viejo, connotado científico, tenía 56 años, cuando embarcó para observar la erupción de cerca . Su sobrino, Plinio el Joven, no aceptó su invitación para ir porque debía trabajar en casa los escritos que le había encomendado. El sabio recibió un pedido de auxilio de Rectina, mujer de Tasco, rogándole ayudarla a salir de su villa ubicada debajo de la montaña y solo podía hacerlo por mar.

Acudió al llamado y mientras los demás huían, él enrumbaba el timón a la zona de peligro. Las cenizas caían en las naves cada vez más calientes y densas, y también pedruscos y piedras ennegrecidas y rajadas por el fuego. El mar se abría como un vado y las playas se veían obstaculizadas por los cascotes. En vista del peligro evidente, el piloto de la nave propuso regresar, pero Plinio, le respondió: "La fortuna favorece a los fuertes, dirígete a la casa de Pomponiano".

Pomponiano vivía en una lujosa villa de Estabia. Allí se encontró con su amigo y Plinio el Joven trató tranquilizarlo disimulando su temor. La erupción seguía.  “En el Vesubio relucían, en diversos lugares, anchísimas llamas y elevados incendios, cuyo fulgor y cuya claridad se destacaban en las tinieblas de la noche. Mi tío, para excusar el miedo, decía que se trataba de hogueras hechas por campesinos fugitivos o villas abandonadas que ardían”. Decidió acostarse: “Y en verdad que durmió con un sueño profundo, pues sus ronquidos eran oídos por los que estaban de guardia en la puerta. Pero el patio por el que se llegaba a la habitación empezó a llenarse de tal modo de ceniza y de pedruscos que, si hubiesen permanecido ahí, no hubieran podido salir. Se despertó y se reunió con Pomponiano y los demás, que habían estado velando”.

Después debatieron si se expondrían a la lluvia de cenizas y piedras, o cobijarse de los “frecuentes y largos temblores” que sacudían la casa. Decidieron escapar. Se pusieron almohadas en la cabeza, sujetas con trapos y avanzaron hacia la playa. El mar “estaba desierto y adverso. Allí, Plinio empezó a sentirse mal: “Se echó sobre un lienzo, pidió agua fresca y la bebió dos veces. A él le despertó y a los demás les hizo huir el olor del azufre, precursor de las llamas, que llegaron luego. Se levantó apoyándose en dos sirvientes, pero cayó en seguida debido, creo, a que el vaho caliginoso le tapó la respiración”. El sabio Plinio el Viejo era asmático y no pudo soportar el aire cargado de gases. “Cuando nuevamente se hizo de día, su cuerpo fue hallado intacto y tal como iba vestido; pero más tenía el aspecto de dormir que de estar muerto”.

En una segunda carta a Tácito, Plinio el Joven narra  cuanto vio en Miseno, puerto al oeste del Vesubio. “Aquella noche fue tan fuerte que parecía que todo, más que moverse, se venía abajo. Mi madre entró precipitadamente en mi habitación justo cuando yo salía con intención de despertarla si dormía. (...) Llegó la primera hora del día y todavía no había claridad. Los edificios de los alrededores estaban tan agrietados que en aquel lugar descubierto y angosto el miedo crecía por momentos. Entonces nos pareció oportuno abandonar la villa”. Madre e hijo huyeron al campo. El joven pudo apreciar que “la playa se había ensanchado y muchos animales marinos habían quedado en seco sobre la arena. Por otro lado, una negra y horrible nube, rasgada por torcidas y vibrantes sacudidas de fuego, se abría en largas grietas de fuego, que semejaban relámpagos, pero eran mayores”. La tormenta de ceniza y piedra pómez alcanzó a los fugitivos: “Al volver el rostro vi que se aproximaba una espesa niebla por detrás de nosotros que, como un torrente, se extendía por tierra. 'Apartémonos, dije, mientras veamos, para que la multitud no nos atropelle en la calle empedrada cuando vengan las tinieblas'. Apenas había dicho esto cuando anocheció, no como en las noches sin luna o nubladas, sino con una oscuridad igual a la que se produce en un sitio cerrado en el que no hay luces. Allí hubieras oído chillidos de mujeres, gritos de niños, vocerío de hombres: todos buscaban a voces a sus padres, a sus hijos, a sus esposos, los cuales también a gritos respondían (...). Cuando aclaró un poco nos pareció que no amanecía, sino que el fuego se iba aproximando; pero se detuvo un poco lejos y luego volvieron las tinieblas y otra vez la densa y espesa ceniza”. Imágenes: Google.

Vesubio panoramica

 

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