Por Hernán de la Cruz Enciso (*)

¿Qué ha sucedido en Venezuela en los últimos veinte años? ¿Solo hubo reformas o realmente se produjo una revolución? Primero debemos aclarar que reforma es corrección o mejoramiento del sistema imperante, mientras que revolución es un cambio o transformación radical respecto al pasado inmediato, y puede pasar, dependiendo del momento, por las siguientes fases: ruptura, transición y construcción.

Ruptura

Es el punto de quiebre que pone fin a un orden establecido para dar paso a un nuevo orden político, social, económico, cultural. A veces el parto es doloroso y sangriento. En el caso de Venezuela fue precedido por una etapa violenta como el “Caracazo” (300 muertos y tres mil desaparecidos) y la intentona golpista de Chávez. Con la nueva Constitución, el objetivo final o norte de la revolución bolivariana era, según Chávez, la “felicidad suprema” de los venezolanos.

Transición

Antes de Chávez, en Venezuela no había una clase dirigente, sino una clase política con mentalidad de subalterno con relación a los países vecinos. Buena parte del dinero del país, en vez de beneficiar a los venezolanos, terminaba en Estados Unidos. Por eso Chávez debió desmantelar todo el poder establecido, hasta sus mismas bases, y refundar no solo el aparato del Estado sino, sobre todo, reestructurar toda la pirámide del poder real. En la cúspide de esa pirámide se encontraba el poder económico (los bancos, la industria, los servicios, etc.). Más abajo se encontraba el poder político, donde la oligarquía perdió temporalmente buena parte de su poder debido a la irrupción del liderazgo avasallador de Chávez.
Asimismo, casi todo el poder de las armas pasó a las manos del nuevo gobierno.

Pero una buena parte del poder mediático (medios de información masiva) permaneció intacta. El 11 de abril de 2002, en la intentona golpista contra Chávez, la oligarquía venezolana combinó dos elementos para llevar a cabo sus objetivos: el poder mediático y la fuerza de la calle. La oligarquía incluso llegó a Palacio con la ayuda de Estados Unidos y juramentó al empresario Pedro Carmona como nuevo presidente. La respuesta de Chávez fue a través del poder de las armas, con el general Raúl Baduel a la cabeza, y el poder de la calle. Como nunca, los barrios populares se volcaron a las calles de Caracas pidiendo el regreso de Chávez. Y Chávez, secuestrado en ese momento en un cuartel, fue restituido en el poder.

La transición en Venezuela comenzó con mal pie, dejando intacta una parte importante del poder en manos de los antiguos dueños de Venezuela, quienes se apagaron por unos años pero no dejaron de trabajar en silencio esperando nuevos tiempos. En conclusión, el gran error de Chávez fue no seguir los lineamientos de una verdadera revolución: terminar con los viejos tiempos y empezar uno nuevo.
Porque no enterró para siempre a la oligarquía lumpen; le dejó respirar, incluso le dejó organizarse y pasar a la ofensiva.

Construcción

Después de una primera fase revolucionaria, se pasó a una etapa de reforma, quizás no una reforma total pero significativa para un pueblo que, siendo uno de los principales productores de petróleo del mundo, vivía en la extrema pobreza. Se universalizó la educación, la salud, la alimentación y la seguridad social. Se promovió programas de vivienda importantes para los sectores menos favorecidos.

Se construyó infraestructura en todos los rincones del país. Se tomó el control real de la industria petrolera. Se distribuyó algunas tierras ociosas del Estado a los campesinos. En el sector Defensa se fortaleció no solo el área defensiva sino preparó al venezolano para pasar a la ofensiva, un hecho natural porque, según la geopolítica mundial, un país que tiene muchos recursos naturales siempre será un bocadito para los capitales transnacionales.

Venezuela caminaba hacia la soberanía total, aunque no le dio la importancia debida a la soberanía alimentaria, que es por donde empezó a romperse la pita.
También no le dio la debida importancia a la industria, creando una nueva clase empresarial. Una forma de librarse de la dependencia y de la subordinación externa es, precisamente, fortaleciendo el poder económico en el corazón del mismo pueblo. Para eso Chávez debió quebrar el espinazo de la oligarquía, dándole prioridad a la pequeña y micro empresa. De ese modo no solo se capitalizaba al emprendedor sino se creaba un nuevo capitalista que democratiza la economía y que nunca se iría del país así las cosas estén mal.

Tiempos de maduro

Nicolás Maduro continuó, sin modificar, el camino emprendido por Chávez y dejó que los enemigos de la Patria tiendan sus tentáculos hacia la clase media (lo bueno del chavismo es que ha sacado de abajo a millones de personas; lo malo es que esa clase media, el sector emergente, no estará de acuerdo con la lucha de clases, ni con la idea de izquierda, incluso con el socialismo). Cometió también muchos errores dentro del gobierno en el plano económico (debió realizar reformas radicales ante el bajón del petróleo, promoviendo rápidamente la diversificación productiva) y político (había que sacar muchos funcionarios de la burocracia y reemplazarlos con gente más operativa). Como respuesta a la amenaza de los enemigos de la Patria, Maduro promovió el populismo en los sectores más necesitados (que siempre los hay) y lanzó algunas medidas económicas de carácter temporal.

La lectura del momento es clara: la oligarquía venezolana no solo se niega a morir.

Se ha posicionado en algunos sectores de las clases medias y ha pasado a la ofensiva. En este momento, aplicando técnicas de movilización propias de una etapa de preguerra, está tratando de forzar una ruptura desde las calles, y ruptura significa acabar con todos los logros sociales y políticos de los últimos años, incluso con la Constitución bolivariana (y eso deben entenderlo algunos militantes que admiran a Chávez pero que aborrecen a Maduro). La oligarquía viene para quedarse por muchos años y para tomar la riqueza de Venezuela para provecho de unos pocos. Lo que hicieron en noventa años antes de Chávez. Su transición significa echar abajo las estructuras de la sociedad y volver al pasado.

Guerra irrestricta

La guerra política (con el Congreso en manos de la oligarquía) puede derivar en una escaramuza militar. Si no es con la participación de los militares, por lo menos con el apoyo de gente armada de las calles. La oligarquía quiere muertos para decir que Maduro está matando gente, incluso para denunciar al presidente por delitos de lesa humanidad. ¿Cómo detener eso? Con la ley. Maduro precisa en este momento de una ley que incluya el terrorismo como un delito grave contra el Estado. A la oligarquía lumpen no se le puede responder eternamente a pañuelazos ni con la represión, sino con inteligencia. En Venezuela no hay oposición. Oposición es aquella que discrepa pero que aporta con ideas para mejorar el gobierno. Esta “oposición” quiere tumbarse al gobierno y acabar con la democracia: aspira al colonialismo perpetuo.

Segundo: armar rápidamente una estructura de poder paralelo. ¿Los enemigos de la Patria tienen poder económico? Claro que sí, y ese poder lo han utilizado para acaparar alimentos y promover sabotajes (algunos industriales cerraron sus fábricas y se fueron). El gobierno debe integrar a todas las pequeñas empresas en un bloque por la Patria, organizarlas y darles todo el apoyo legal para que puedan consolidarse. ¿Los enemigos de la Patria tienen poder mediático? Sí, en Venezuela y en el exterior (principalmente internet). Se debe formar una cadena de poder en el interior del país y en el exterior, rápidamente, con los medios de información alternativos (radios, internet, televisión, prensa escrita) para verter la verdad por canales que lleguen directamente a la población del último rincón. Verdad contra verdad, veremos quién gana. Este equipo, integrado por un ejército de periodistas amigos, debe estar alimentado (y alimentar) desde un punto donde confluya la información oficial y de la calle. ¿Los enemigos de la Patria tienen poder político?

Por ahora controlan el Congreso y pretenden controlar la calle, con algunos dirigentes en la cárcel a quienes tratan de apuntalarlos. Primero: Maduro debe reconocer que hay serios problemas internos y comprometerse a resolverlos.

Segundo: debe dejar de hablar de “oposición” y no debe dedicarle la mayor parte de su tiempo, y ponerse a trabajar con la gente de la calle, en directo (generación de trabajo con programas inmediatos, etc.). A veces le sigue el juego a esa “oposición” y le da protagonismo. El control de la violencia (o los asuntos domésticos) es trabajo de la fuerza armada y del sector justicia. Tercero: debe empoderar nuevos líderes desde la Asamblea Constituyente y, sobre todo, formar una alianza por la Patria con todos los gremios (vecinales, empresariales pequeños, sindicales). ¿Los enemigos de la Patria tienen poder de las armas? No, por lo menos por ahora. Maduro debe tener cuidado en usarla contra el pueblo.

Pero, sobre todo, lo que debe hacer Maduro es abrir las fronteras para que entre alimentos y todo lo que falta, resolviendo de inmediato el problema monetario.

Los enemigos de Venezuela están aplicando técnicas de guerra irrestricta, una guerra invisible pero letal, más letal que la guerra asimétrica. Si Venezuela no le juega el partido en el mismo terreno, va camino a ser, nuevamente, colonia de Estados Unidos. Ya no es un asunto de lucha de clases, de derecha o de izquierda (que es excluyente). Es un asunto de Patria (incluyente) y soberanía.

 
(*) Escritor y periodista.

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