Por Wilder A. Sánchez Sánchez

Después del fracaso del imperialismo, de la derecha venezolana y de las oligarquías latinoamericanas y europeas en el derrocamiento del gobierno chavista y en impedir que se realizaran las elecciones a la Asamblea Nacional Constituyente en Venezuela, porque vislumbran que una nueva Constitución implicaría la profundización del proceso revolucionario iniciado en 1999 y podría influir en una nueva oleada revolucionaria en América Latina, esas mismas fuerzas imperiales y oligárquicas barajan ahora la posibilidad de una operación militar, como el propio Donald Trump tuvo la desfachatez de anunciar.

 

En un mensaje anterior remití algunos artículos que denuncian la preparación de ejercicios militares conjuntos de las tropas de EE.UU, y de varios países latinoamericanos (entre ellos el Perú) en una zona de la Amazonía, así como la construcción de bases yankees; extrañamente, organizaciones que se dicen “de izquierda” no se han pronunciado al respecto. Ahora transcribo el artículo de Marco Teruggi publicado el 15 de agosto en la web TeleSUR: “¿Cómo sería una intervención norteamericana en Venezuela?”; luego, el artículo “Los vientos de guerra vienen del norte y son aupados por las oligarquías criollas”, de Jorge Forero, publicado el 16 de agosto en la revista América Latina en Movimiento, y un análisis y pronunciamiento del Partido Pueblo Unido, del Perú, publicado el 13 de agosto en su blog, que, entre otros puntos, deslinda con políticos y parlamentarios que se dicen de izquierda y que se han sumado a la intervención en Venezuela.

El 15 de agosto, el Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (SEBIN) detectó y neutralizó un plan de asalto a la propia sede del Gobierno de Venezuela (el Palacio de Miraflores), que incluía la entrada y secuestro del Presidente Nicolás Maduro; las fuerzas de seguridad capturaron a 18 personas y emitieron orden de captura internacional para otras 9. El plan formaba parte de una llamada “Operación David”, para la cual ya se habían trazado en ciertos puntos de Caracas unos dibujos de diamantes y estrellas de David; todo indica que la CIA y el servicio secreto de Israel (el Mossad) están implicados en dicha operación, de la que ya se habían ejecutado dos fases: el ataque aéreo con granadas a las sedes del Tribunal Supremo de Justicia y del Ministerio del Interior desde un helicóptero secuestrado, el martes 27 de junio, y el asalto terrestre por elementos paramilitares al Fuerte Paramacay, el domingo 6 de agosto.

El lunes 14 de agosto una multitudinaria movilización de venezolanos chavistas marcharon en Caracas hasta el Palacio de Miraflores a expresar su repudio a las amenazas militares proferidas contra su país por Donald Trump y otros funcionarios del régimen estadounidense. Incluyo algunos vídeos cortos.

Youtube: https://www.youtube.com/watch?time_continue=27&v=-lI5LZN5rcU
Youtube: https://www.youtube.com/watch?time_continue=40&v=MI_RA9HLqcY
Youtube: https://www.youtube.com/watch?time_continue=4&v=LCWRRiNUVbs


¿Cómo sería una intervención militar norteamericana en Venezuela?

Por: Marco Teruggi

Los Estados Unidos tienen diferentes cartas en simultáneo sobre la mesa. Apuestan a una o a la otra según cómo evolucione el escenario.

Los Estados Unidos tienen diferentes cartas en simultáneo sobre la mesa. Apuestan a una o a la otra según cómo evolucione el escenario, en función del resultado de las que están en juego. No descartan ninguna, aun la que podría parecer más lejana: la intervención militar. El mismo Donald Trump se encargó de anunciarlo, de cargar el arma en vivo y en directo para el mundo. La pregunta sería, ¿por qué en este momento del conflicto?

Las elecciones del 30 de julio fueron un golpe directo hacia el proceso de acumulación insurreccional que sostenía la derecha. Se trató de un reempate del chavismo, un retorno a la iniciativa, como un boxeador que salió de las cuerdas con un cross y volvió a estabilizar la pelea. Con una ventaja evidente a estas horas: la subjetividad. El que sentía que iba a ganar quedó descolocado, desmoralizado. Pensaban -al menos su base social- que estaban por tomar el poder, en un despliegue que no parecía tener límite, y en menos de dos semanas perdieron calle, iniciativa, discurso, épica, y los dirigentes de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) pasaron a ser acusados de traidores y cobardes.

La conclusión del resultado es que la derecha no tiene correlación de fuerzas -ni parece en condición de construirla- dentro de Venezuela para sacar al gobierno por la fuerza. Peor aún: lo que anunciaban como una victoria segura en cualquier escenario electoral tampoco lo es. Resulta difícil saber quiénes ganarán las elecciones a gobernadores que tendrán lugar en octubre. Los cantos de triunfo que ya anunciaba la derecha no son tales. La derrota tiene efecto dominó.

Con ese escenario, comenzaron a moverse las otras cartas, previstas con anterioridad. Por un lado, y siempre como trasversal y permanente, la económica: los ataques se agudizaron sobre la moneda y los precios. Por otro lado, de manera pública, los anuncios de participación electoral: casi toda la oposición terminó por inscribir sus candidaturas. Y por fin, tanto una carta de violencia subterránea, como la internacional, ligada a la anterior, la económica y la diplomática. Una palabra resume la estrategia: integralidad.

La carta subterránea

Está en construcción, todavía -al parecer- en estado de germinación, un brazo armado de la derecha. Se lo ha visto actuar desde el inicio de la escalada en el mes de abril. Por un lado, las acciones paramilitares en varios lugares del país, con ataques a cuarteles militares, comisarías, cuerpos de seguridad del Estado, controles de territorios, comercio y transporte. Por otro, y conectados, el desarrollo de grupos de choque que, en el transcurso de los meses, por ejemplo en Caracas, tuvieron una transformación de la estética, los métodos, la organización y la capacidad. Entre los primeros encapuchados de principios de abril y los “escuderos” de junio/julio tuvo lugar una evolución. ¿Dónde están esos grupos ahora que las calles están tranquilas?

A su vez se han multiplicado los videos en las redes de grupos armados que, con capuchas, armas largas y estética paramilitar, han anunciado estar preparados para confrontar militarmente. Sus objetivos son, repiten, tanto el gobierno como las organizaciones del chavismo.

Junto con eso han intentado crear héroes: el primero, Oscar Pérez, quien lanzó las granadas sobre el Tribunal Supremo de Justicia, y luego apareció entrevistado en pantallas. El segundo, Juan Caguaripano, quien se atribuyó la dirección del asalto al cuartel de Fuerte Paramacay donde fueron robadas más de cien armas y resultó detenido el viernes por la noche.

El objetivo parecería ser la creación de mitos, figuras que puedan transformarse en aglutinadoras, referentes de una estrategia de la derecha que no tiene dirigencia visible. Por debajo de la mesa sí tienen dirigentes: sectores norteamericanos, los mismos que desplegaron la escalada insurreccional, que ordenan las cartas. Y, de manera subordinada, la derecha venezolana, como Voluntad Popular.

Esa fuerza parece en proceso de desarrollo. Ha realizado ensayos, entrenamientos. Intenta emerger, estructurarse y consolidarse, ahora que la pérdida de calle de la derecha es inocultable.

La carta internacional

Es la que más fuerza ha tomado luego del 30 de julio. Los Estados Unidos han desplegado un abanico de medidas contra Venezuela, desde sanciones económicas, bloqueos financieros, intentos de cercos y aislamientos diplomáticos, hasta el reciente anuncio de la posibilidad de la intervención militar. La iniciativa en manos del frente internacional evidencia la dependencia e incapacidad de la oposición a nivel nacional. Allí, como en la estrategia general, manejan todas las cartas en simultáneo. Miden, preparan, evalúan las posibilidades para los discursos: las condiciones en el continente no son las mismas que en Medio Oriente, en términos militares, diplomáticos, políticos. Tampoco lo son en la geopolítica global.

Así el vice presidente de los Estados Unidos, Mike Pence, en la rueda de prensa del domingo, luego de reunirse con el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, afirmó que las sanciones contra Venezuela serán económicas y diplomáticas. Descartó públicamente la posible intervención miliar que había sido anunciada por Trump. Podría explicarse por el rechazo manifestado por Santos -aliado clave en el conflicto contra Venezuela- hacia una salida militar, por evaluar que no existe consenso en América Latina para plantear una evidencia frontal imperialista desaparecida desde hace años. Y porque para intervenir militarmente no es necesario anunciar que se lo hará -ya lo hacen, de hecho, a través del diseño de acciones y financiamiento, directo o indirecto, de los grupos armados-.

Para prever la hipótesis de la intervención militar resulta necesario quitarse la imagen de un desembarco de soldados mascando chicle, con el escudo norteamericano en la frente. No regalarán la evidencia de la acción: así ha sido planteada esta guerra en cada uno de sus frentes. Parece más certero buscar en formas subterráneas, acciones desencadenantes como excusas, ataques desde otras fronteras con Venezuela, con otras identidades. Ahí entra por ejemplo la conexión con el intento de desarrollo de un brazo armado que podría tomar nombre, dirigencia pública, y desplegarse con poder de fuego en algunas zonas. La táctica iría en función del desarrollo de esa estructura, su capacidad o no de avanzar y construir poder. Por ahora es incipiente.

Todas las cartas están sobre la mesa. El curso de los acontecimientos indicará cuáles tomarán más peso y cuáles serán descartadas. La decisión y el rol de los Estados Unidos es clara, ponen tiempos, tácticas, despliegan una fuerza que la derecha no tiene a nivel nacional.

Las elecciones de octubre serán clave: un buen resultado del chavismo le quitaría peso al sector de la derecha venezolana que apuesta por una resolución electoral. Reforzaría la tesis de que solo se puede sacar al chavismo del gobierno por la fuerza, a través de un brazo armado, articulado con una intervención mayor proveniente de otra frontera, como la de Colombia o Brasil.

Lo que está en juego es inmenso. La apuesta norteamericana parece proporcional a eso.

TELESUR: http://www.telesurtv.net/opinion/Como-seria-una-intervencion-militar-norteamericana-en-Venezuela-20170815-0031.html

 

Los vientos de guerra vienen del norte y son aupados desde las oligarquías criollas

Por Jorge Forero

Las recientes declaraciones del presidente de los Estados Unidos Donald Trump, en las cuales afirmó de manera temeraria que “Tenemos muchas opciones respecto a Venezuela, incluida una posible opción militar si es necesaria”, representan una amenaza de enormes proporciones para todos los pueblos de América Latina y El Caribe, pues una agresión de esa naturaleza alteraría de manera dramática la dinámica social, económica y política en el hemisferio, y rompería una época libre de conflictos bélicos en nuestra región.

Las amenazas de Trump no pueden entenderse como una excentricidad del presidente o un hecho aislado de la política exterior norteamericana, por el contrario, hay evidencias de la existencia de una escalada intervencionista –de carácter sistemático y de alcance estratégico- contra Venezuela.

Además, porque esas intimidaciones se producen en un escenario convulso en la región, ante el desarrollo de una conjura diplomática en contra de Venezuela, por parte de gobiernos subordinados a la política exterior de los Estados Unidos, cuya máxima expresión se concentró en la atípica e irregular reunión de diecisiete (17) cancilleres del hemisferio celebrada hace unos días en Lima.

Las oligarquías criollas y su papel subordinado a la geopolítica de los EE.UU.

El tono excesivamente hostil de la denominada Declaración de Lima, en la cual se plantearon medidas de extrema agresividad como el desconocimiento del presidente Nicolás Maduro y de la recién electa Asamblea Nacional Constituyente, la instauración de un presunto corredor humanitario (el cual significaría una violación a la soberanía y la integridad territorial venezolana, la expulsión de personal diplomático venezolano, y se afirmó que Venezuela representa una amenaza para la democracia y la estabilidad de la región, caen como anillo al dedo para la agenda de la política exterior dirigida desde Washington.

Por tanto, resultan inverosímiles las tímidas manifestaciones de rechazo realizadas por parte de los gobiernos de esos diecisiete países hacia las opciones bélicas del presidente de los EE.UU., más bien resulta evidente que el capital monopólico transnacional ha decidido acelerar su plan de intervención directa sobre Venezuela, y la declaración de Trump es una operación para posicionar en la opinión pública mundial la idea de una invasión sobre nuestro país.

A través del asedio diplomático y la descalificación política por parte de sus más altos funcionarios (tanto de la administración Trump, como de la administración Obama), el gobierno norteamericano ha generado las condiciones para poner sobre el tapete en la comunidad internacional y en la opinión pública, la posibilidad de una agresión militar contra Venezuela.

Un conflicto bélico inducido por motivos económicos y políticos

Las amenazas de Trump y la declaración de Lima –casi simultáneas- no son hechos aislados, son acciones orgánicas de la estrategia de guerra de amplio espectro desarrollada por los Estados Unidos para derrocar por la vía violenta al presidente Maduro y para destruir el tejido institucional de Venezuela. Los vientos de guerra vienen del norte y son aupados desde las oligarquías criollas.

El capital monopólico transnacional necesita con urgencia garantizar su control sobre los recursos energéticos venezolanos. En el mismo orden de ideas, ante el colapso de las reservas petroleras colombianas, la oligarquía de ese país ha optado por ser el instrumento de los Estados Unidos para materializar esa intervención. Eso explica la aparente esquizofrenia del gobierno de Santos.

De igual manera, los factores conservadores del continente han arreciado la campaña de difamación y desprestigio de Venezuela, por el temor que les produce la posibilidad cierta y factible de una nueva oleada revolucionaria en el continente, que podría significar la caída definitiva del dominio imperialista y del poder burgués y sus aparatos de opresión.

La crisis estructural del capital, cuyas manifestaciones más visibles son la debacle económica y el déficit de legitimidad de sus sistemas de gobierno, determina la actuación extremadamente hostil de la actualidad, que ha llegado al límite de adelantar una agenda que pretende derivar en una nueva invasión de los EE.UU. en nuestra región.

El papel de nuestros pueblos ante la arremetida imperialista

La posición digna de gobiernos, en defensa de principios irrenunciables del derecho internacional como la no injerencia, la soberanía y la autodeterminación de las naciones, y primordialmente, en contra de amenazas bélicas en el hemisferio es fundamental para contener esta arremetida imperialista.

Pero somos los pueblos de Nuestra América, mediante nuestros instrumentos políticos, quienes tenemos la responsabilidad de detener y derrotar los vientos de guerra que se imponen desde el imperialismo norteamericano y las oligarquías criollas. Por tal motivo, en el heterogéneo espectro de la izquierda y el campo popular latinoamericano, resulta de gran importancia el despliegue de acciones de movilización en solidaridad con Venezuela.

La gravedad de las amenazas actuales, repercute en que la lucha contra la guerra imperialista no deba reducirse al campo subjetivo de la izquierda y del movimiento popular. Resulta indispensable entonces contrarrestar las campañas mediáticas que pretenden legitimar una agresión bélica hacia Venezuela, lo que implica asumir la batalla de las ideas para que más allá de sus posiciones ideológicas, nuestros pueblos rechacen de manera masiva cualquier intervención militar.

La frontera colombo-venezolana en el ojo del huracán

Por último, y no por eso menos importante, es fundamental insistir en la necesidad de materializar espacios de encuentro entre los pueblos de la frontera colombo-venezolana. Los pueblos de espacio estratégico, tendríamos la función de ser la carne de cañón de un conflicto ajeno a nuestros intereses y especialmente a nuestros indisolubles e históricos lazos de hermandad.

Los actores políticos, económicos, académicos y sociocomunitarios de la frontera colombo-venezolana, independientemente de nuestras posiciones ideológicas, debemos pronunciarnos y movilizarnos de manera enérgica en contra de la guerra y en defensa de nuestro derecho de vivir en paz, porque seríamos las primeras víctimas de un conflicto inducido que no le conviene a nuestras regiones y que podría producir fracturas y heridas imposibles de sanar en nuestros pueblos.

El laberinto imperialista y una carga histórica libertaria

Las declaraciones de Trump demuestran la vigencia del imperialismo como doctrina y como expresión concentrada de poder político-económico. En contraparte, la dialéctica de la lucha de clases y del conflicto geopolítico actual, forjarán un movimiento antiimperialista de escala continental, cuyo potencial subversivo y revolucionario pondrá en jaque el sistema imperante.

La conciencia de la clase trabajadora de la industria petrolera haría prácticamente imposible que el petróleo venezolano fluya hacia el mercado mundial. El bravo pueblo venezolano no permanecería de brazos cruzados, si la planta insolente del extranjero profanar (nuevamente) el sagrado suelo de la patria. La guerra de independencia (1810-1822) y la campaña del sur (hasta 1826), el retiro indecoroso del bloqueo marítimo de 1902 y la rebelión popular del 13 de abril de 2002 son lecciones históricas de dignidad e independencia nacional y son antecedentes del carácter antiimperialista del pueblo venezolano.


Jorge Forero

Comisionado de Relaciones Internacionales y Frontera

Gobierno Bolivariano del Táchira

http://www.alainet.org/es/articulo/187447

América Latina en Movimiento: http://www.alainet.org/es/articulo/187447