Para enmascarar su invasión en diversos países los Estados Unidos esgrimen la bandera de los "derechos humanos"; pero una vez más se demuestra que esos derechos nada le interesan en países como Arabia Saudita, donde las mujeres no tienen derechos ni como en este caso, Afganistán, donde el mando estadounidense ha ordenado a sus militares tolerar que los militares afganos violen a los niños.

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Miguel Ángel Rodríguez Mackay

Mirando la visita del papa Francisco a Cuba, ha cobrado una atención especial cómo el 70% de los cubanos practica la santería, una manifestación de puro sincretismo religioso, es decir, una mezcla de catolicismo con cultos de origen africano que llegaron a la isla con los esclavos traídos durante el virreinato. Ritos con bailes donde se invoca a los dioses o espíritus entraron en armonía con la religión católica, mostrándose en modo predominante. La santería debió soportar en el proceso histórico la propia hostilidad del catolicismo de esa época, mayoritariamente intolerante en el nuevo continente, como lo vimos en las sanciones impuestas por el Tribunal de Oficio de la Santa Inquisición en las Américas durante el periodo de la dominación española; sin embargo, la santería también tuvo que soportar la oposición del Estado comunista, esencialmente ateo, que se afirmó en Cuba luego de la triunfante Revolución de 1959.

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El Evangelio nos presenta a Jesús haciéndole una pregunta aparentemente indiscreta a sus discípulos: «¿De qué discutían por el camino?». Una pregunta que también puede hacernos hoy: ¿De qué hablan cotidianamente? ¿Cuáles son sus aspiraciones? «Ellos —dice el Evangelio— no contestaron, pues por el camino habían discutido quién era el más importante». Los discípulos tenían vergüenza de decirle a Jesús de lo que hablaban. En los discípulos de ayer, como en nosotros hoy, nos puede acompañar la misma discusión: ¿Quién es el más importante?

Francisco misa Cuba

bashar assadAdrián Mac Liman*

El 10 de junio de 2000, cuando el oftalmólogo Bashar al Assad asumió en cargo de Presidente de la República Árabe Siria, el recién ungido monarca republicano fue acogido con vítores y gritos de Alá, Siria y Bashar, el viejo país de los omeyas parecía encaminarse hacia una nueva etapa histórica. El rey Abdalá de Jordania no dudó en tildar al hijo del dictador Hafez al Assad de renovador, aperturista y amante del progreso. ¿Falsa percepción? ¿Simple manipulación de una opinión pública occidental crédula e inocente? Huelga decir que los primeros gestos del inexperto gobernante sirio parecían acreditar esta tesis. Pero las primeras reformas emprendidas por el régimen de Damasco fueron a la vez tímidas y lentas. El raís tropezaba invariablemente con las reticencias de la vieja guardia del Partido Ba’as, poco propensa a renunciar a sus prerrogativas. Las férreas estructuras ideadas por el viejo dictador no facilitaban los cambios ansiados por la joven generación. Modificar el sistema suponía romper con el pasado. Mas Bashar al Assad fue incapaz de llevar a cabo la titánica tarea.