La mala calidad de la enseñanza perpetúa la brecha entre ricos y pobres, una de las más altas de América Latina y del mundo
Silvia Blanco Bogotá 29 MAY 2014 - 00:05 CET
El negocio de Germán Gómez es sencillo. Vende minutos de teléfono móvil a los que pasan por una concurrida calle comercial de Bogotá, en una zona financiera llena de centros comerciales y cafés. Todos los días coloca su sombrilla, su carrito y carteles, “minuto a todo operador”. Una chica se para, él saca un viejo móvil, marca, ella habla y luego le cobra. “A mucha gente se le acaba el prepago a final de mes, y vienen a por minutos. Yo compro muchos, por eso me salen a 110 pesos y los vendo a 200”, explica Gómez, de 62 años. Junto a él aguarda hasta el próximo servicio Julián Abril, un conductor de 27 años que trabaja para una empresa de ingenieros. Él estudió dos años para tener ese título técnico, pero tuvo que abandonar porque no podía seguir pagando la universidad.