La mayoría de los casos y de las muertes asociadas se producen en países de bajo nivel de desarrollo en África, América Latina y Asia
La COVID 19 nos ha mostrado la cara más impactante de una crisis sanitaria mundial: una infección aguda, de fácil transmisión respiratoria que colapsa urgencias y que genera unas proporciones importantes de ingresos, de asistencia en UCIs y de muertes en poblaciones frágiles. Sin embargo, hay otras pandemias en curso cuya percepción social y sanitaria es muy diferente, como la del virus del papiloma humano (VPH). “Tomemos una muestra representativa de la población femenina entre 30 y 60 años en buen estado de salud en poblaciones de América Latina y El Caribe, la prevalencia es del 30%, es decir, la proporción de muestras de citología que resulta positiva para VPH en una muestra representativa de la población” indica Xavier Bosch Profesor de los Estudios de Ciencias de la Salud de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC).
Infección en células por papilomavirus. National Cancer Institute
Y añade, “en países desarrollados de Europa entre el 8-10% de la muestra tendrán una citología cervical normal pero analíticamente son portadoras de una infección por VPH, en general de un tipo viral de alto riesgo oncológico. Mientras que en poblaciones en oriente medio, con un comportamiento tradicional de relaciones sexuales muy estricto y conservador, la prevalencia del VPH está por debajo del 5%”.
Las personas que se infectan por VPH y eliminan la infección espontáneamente, nunca sabrán que la han pasado. Por el contrario, en una pequeña proporción de los casos, las infecciones no se resuelven y pueden acabar originando una enfermedad grave, potencialmente mortal si no se trata bien y a tiempo. “El intervalo entre la infección y la enfermedad suele durar años, durante los cuales tampoco hay señales clínicas que motiven consultas médicas” explica Bosch.
Globalmente se estima que el número de casos de cáncer generados por las infecciones a VPH está en unos 600.000 por año y el número de fallecimientos en unos 300.000 por año. “Sin duda, el cáncer más importante causado por el VPH es el del cuello uterino (también llamado de cérvix) pero al VPH se le atribuyen también fracciones importantes de los tumores de vulva (50%) y vagina (80%) de pene y escroto (40%) de canal anal (80%) y de amígdala y orofaringe (40%) en ambos sexos” explica Bosch.
VPH desapercibida salvo para las víctimas y para la sanidad asistencial
1. No hay una fase de enfermedad aguda. Excepto las verrugas genitales que son la expresión clínica florida de una infección por VPH de bajo riesgo (VPH 6 y 11), las infecciones de riesgo oncológico (representadas por el VPH 16,18, 45, 31, 33, 52 y 58 y otros menos frecuentes) se adquieren y se resuelven o quedan persistentes durante años, sin presentar ninguna manifestación clínica. “En estas circunstancias no hay consulta médica, no hay seguimiento y no hay tratamiento, y la transmisión entre parejas se multiplica de forma silenciosa” indica Bosch.
Si la revisión incluye únicamente la citología convencional, la mayor parte de las infecciones pasan desapercibidas y se detectan únicamente las infecciones que ya han iniciado un proceso de transformación neoplásica (lesiones epiteliales de alto grado) que a menudo requieren cirugías menores para resolverlas. Si el sistema de cribado es muy pobre o inexistente, las lesiones preneoplásicas progresarán a cánceres invasivos y el diagnóstico se realizará en fases más avanzadas, con tratamientos más agresivos y con menor probabilidad de supervivencia.
2. Alternativas de prevención en poblaciones con acceso a cribados. Los países desarrollados incorporaron a sus rutinas asistenciales las revisiones preventivas del cáncer de cuello uterino basado en visitas frecuentes y repetidas en las que se examinan células exfoliadas del cuello uterino y fondo vaginal. Esta estrategia iniciada a partir de los años 50 del siglo pasado con la citología consiguió reducir la incidencia y la mortalidad por cáncer de cuello en los países en los que se organizaron programas sistemáticos de larga duración que incluyen a la mayor parte de la población. Este tipo de cribado ha mejorado su eficacia con las nuevas tecnologías de detección viral de uso más generalizado en países desarrollados.
Vacunas frente al virus del papiloma humano (VPH)
La vacunación contra el cáncer de cuello uterino (el cáncer de cérvix) ha resultado ser una excelente estrategia para controlar la circulación de los tipos de VPH que causan cáncer y verrugas genitales.
1. La eficacia preventiva es muy alta para los tipos de VPH incluidos en las vacunas. La vacuna más completa incluye 9 tipos de VPH de los 7 que pueden producir cáncer y dos tipos inducen verrugas genitales. La vacunación contra estos 7 tipos virales se estima que reducirá en un 90% la incidencia de cáncer cervical. “Desde el inicio de las campañas públicas de vacunación en 2006/7, estimamos que entre 100 y 120 millones de personas han sido vacunadas y disponemos de excelentes resultados de seguridad y de eficacia en todas las patologías asociadas: reducción de las infecciones por los tipos de VPH incluidos en las vacunas, reducción de las infecciones persistentes, de las lesiones preneoplásicas de alto grado (los estadios precursores del cáncer) y del cáncer cervical” explica Bosch.
2. La duración de la protección es prolongada. Las primeras cohortes de niñas vacunadas tienen actualmente 20 años de seguimiento controlado. Por el momento no se ha detectado pérdida de anticuerpos ni aparición de nuevas infecciones o lesiones en personas vacunadas. La previsión es que la vacunación induce una protección suficiente a lo largo de la vida, sin necesidad de dosis de recuerdo o revacunaciones.
3. La protección se mantiene en todos los subgrupos de población investigados. Esto incluye a todos los grupos de edad, pacientes inmunosuprimidos/as, trasplantados/as, infectados/as por el VIH/SIDA, varones, mujeres embarazadas, individuos ya infectados por VPH, pacientes con lesiones por VPH en curso, etcétera.
4. La seguridad de las vacunas VPH está monitorizada y confirmada por los aproximadamente 120 millones de personas vacunadas y observadas desde 2006. Todas las sospechas de efectos secundarios graves han sido revisadas hasta en 9 ocasiones por los organismos centrales de seguridad vacunal de la OMS y de otros organismos reguladores de seguridad de los medicamentos. En ningún caso se han podido confirmar toxicidades asociadas a la vacuna o a la vacunación. La última revisión de la OMS comentó explícitamente la alta seguridad de estas vacunas.
5. La protección frente al cáncer de cuello se confirmó. En el 2020 se publicó la confirmación inequívoca en datos de Suecia y los países nórdicos que la vacunación de adolescentes con la vacuna VPH conseguía reducir significativamente los casos de cáncer invasor de cuello de útero comparando la incidencia de cáncer invasivo en cohortes vacunadas (las niñas de 12-14 años vacunadas sistemáticamente con las cohortes de niñas no vacunadas, que alcanzaron los 12-14 años antes de la introducción sistemática de las vacunaciones). Esta información se sumó a los datos ya registrados en los estudios previos que confirmaban la protección frente a las infecciones por VPH, a las infecciones persistentes por VPH y a las lesiones preneoplásicas del cérvix causadas por los VPH vacunales.
6. La protección frente a otros cánceres. La protección frente a otros cánceres causados por los tipos de VPH incluidos en la vacuna se espera que pueda ser probada en los próximos años, cuando empiecen a aparecer los tumores de vulva, vagina, canal anal o cavidad oral que son tumores que son menos frecuentes y típicamente aparecen a edades más avanzadas que los tumores del cérvix.