La OMS prevé millón y medio de suicidios para 2020


Por José Carlos García Fajardo*


No se trata de una plaga ni es irremediable. Es posible controlarla mediante la educación y la atención médica. El suicidio y la depresión tienen que dejar de ser tabúes, como lo han sido enfermedades venéreas, homosexualidad,  preservativos, masturbación, parejas de hecho, relaciones prematrimoniales, nuevos tipos de familia, derecho a una muerte digna e interrupción de un embarazo no deseado o peligroso. La OMS recomienda “fomentar un tratamiento responsable del tema en los medios de comunicación y formar a los profesionales de la atención primaria”.


Todavía algunos sostienen que escribir sobre el tema puede inducir a imitarlo. Pues que no escriban sobre muertes en carretera, alcoholismo, asesinatos, violaciones, maltrato, prostitución y que supriman de la TV las películas y relatos violentos.

La OMS estudia la prevención del suicidio en culturas diferentes, ya que los factores culturales, religiosos, históricos, filosóficos y tradicionales influyen en la decisión.

Sólo un escaso número de suicidios se producen sin aviso, por lo que deben tomarse en serio las amenazas de autolesión.

Más que la muerte, la mayoría de quienes intentan suicidarse buscan llamar la atención en un grito desesperado.

Como signos, la OMS apunta: quiebras afectivas y/o económicos, incomunicación o indiferencia familiar; adicciones al juego compulsivo de apuestas, al alcohol, a las drogas; marginación social y aislamiento elegido o forzado; enfermedades terminales y amenazas masivas a la dignidad personal: abuso sexual, maltrato físico, verbal o psicológico, privación de la libertad. Imposibilidad de reponer el objeto perdido: muerte de un familiar, jubilación, desastre económico. Percepción de la declinación general del organismo, rechazo a la vejez.

El acto suicida tiene ‘lógica’ para el individuo y se convierte en la ‘única salida’, para dejar de sufrir, en el refugio final.  Cuando la idea de culpa es agobiante, la expiación necesaria se traduce en suicidio.

¿Tiene nuestra manera de vivir algo que ver con el aumento de enfermos depresivos? pregunta el doctor C. Sisto, en su artículo, El suicidio. ¿O es una enfermedad que ahora se detecta más que antes? Todo psiquiatra de largos años de práctica observa que los deprimidos son más que antes; y es sensato asumir que las condiciones actuales de la ‘tarea’ de vivir hacen necesarias una exigencia, competitividad, aceleración de los tiempos, que antes era desconocida. Nos falta tiempo para todo: para ganar el sustento, para la relación con la familia, para el descanso.

El sujeto se adapta pero algunos lo hacen pagando el lento precio de un estrés acumulativo, que puede dar lugar a reacciones de agotamiento, o de protesta interior, o de un naufragio en la adaptación del yo.

Quizás la más frecuente forma de ese agotamiento es la depresión, esa sombría vivencia de la experiencia vital. Como dice Kalina, “el tiempo en la sociedad actual está contaminado”. Contaminado de urgencia, de complicaciones, de fricciones. El vivir, antes tranquilo, es ahora conflictivo, inseguro; algunos sujetos resisten y hasta transforman esa circunstancia en fortaleza, otros claudican. Y entonces, la depresión es la salida.

Si a este cuadro se agrega la frecuente exhortación a ‘la voluntad’, a que se ‘debe tener energía y buen ánimo” se agrega un nuevo conflicto a ese individuo que, justamente, no tiene fuerza de voluntad.

Hay que romper la creencia de que la depresión es una mera cuestión de actitud pues confunde al enfermo que intenta librar una batalla solo.

Pero, desde los años 50,  se ha contado con un arsenal farmacológico efectivo y nuevos fármacos señalan nuevos progresos.

Cada vez hay más factores estresantes y menos atención médica. Eso aumenta los casos de suicidio “Hace falta educación y romper el prejuicio contra la psiquiatría”, dice el doctor J. Molina.

“De haber recibido atención psiquiátrica a tiempo, quizá muchas de esas vidas se hubieran salvado y llevarían vidas normales y tranquilas. Pero no la tuvieron porque ni supieron que estaban enfermos”. La depresión es una enfermedad más y tiene tratamiento. El problema es hallar la ayuda, porque hay muy poca educación al respecto.

Mucha gente piensa que ir al siquiatra es para los locos. Además, hay un estigma para las personas con depresión. No saben que la depresión es una de las enfermedades más comunes del mundo. Es la cuarta enfermedad incapacitadora en el mundo. La depresión afecta a casi todas las funciones principales del sistema nervioso. Con ella se va perdiendo la esperanza y eso deja a los enfermos incapacitados incluso para tratarse.

Arrojar la cara importa que el espejo no hay porqué. Hablamos de hechos contrastados y avalados por la OMS, no de meras opiniones.

*Profesor Emérito de la Universidad Complutense de Madrid (UCM). Director del CCS

Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

http://ccs.org.es/