La ilusión de la independencia e igualdad
Jorge Manco Zaconetti
El 2024 es el año del Bicenteio de las célebres batallas de Junín y Ayacucho que sellaron la independencia no solamente del Perú sino de los países que fuimos colonias de España, aunque el Virreinato del Perú tuvo un predominio económico y político sobre el resto de los dominios de España hasta por lo menos las Reformas Borbónicas impuestas a mediados del siglo XVIII. Y justamente un 4 de noviembre de 1780 se inicia la primera revolución libertaria teniendo como líder a José Gabriel Condorcanqui, Túpac Amaru Inca que se levanta en armas contra el dominio español.
Si bien al principio se levanta contra los excesivos tributos, que iban más allá del quinto real (20%) a favor del Rey, se revela contra el sistema colonial, apuesta por la abolición de la esclavitud, contra la explotación de las mitas en las minas, obrajes y haciendas, y por el término del tributo indígena.
Recién sería con el Presidente Ramón Castilla y la Constitución liberal de 1854, gracias a los extraordinarios ingresos del guano, que se pone fin a la esclavitud y al tributo indígena, que paradójicamente fortalece las relaciones semifeudales y la servidumbre sobre todo en el sur andino.
En tal sentido existe un hilo conductor entre las luchas por la independencia desde Túpac Amaru II y las campañas libertadoras de don José de San Martín y Simón Bolívar, ambos formados militarmente en el Real Ejército español.
Es más, el mayor José de San Martín fue ascendido al grado de teniente coronel, como jefe de caballería española contra los ejércitos franceses que fueron derrotados en la batalla de Bailén (julio 1808), donde fue ascendido en el mismo campo de batalla por su reconocido valor, recibiendo incluso la medalla de oro de “Los Héroes de Bailén”, la cual se constituye en la primera derrota en campo abierto de los ejércitos de Napoleón Bonaparte, luego vendría el desastre de la campaña de Rusia, de la “Grand Armeé”.
Según el libro biográfico del embajador e historiador argentino García Hamilton, el oficial de caballería José de San Martín era llamado por sus camaradas españoles como el “cholo San Martín”, por sus orígenes mestizos, aunque pintores simpatizantes lo pinten más blanco que su caballo blanco.
Al igual que el aristócrata Simón Bolívar heredero de unas de las más ricas fortunas de Venezuela, era un mulato de rasgos finos, con la mejor formación que se podía recibir en la época gracias a su tutor Simón Rodríguez, hablaba el francés e inglés y tenía un gran éxito con el sexo femenino por sufrir del “mal de príapo”.
Está probada la pertenencia de José de San Martín y Simón Bolívar en las logias masónicas de la época, al igual que varios políticos argentinos, chilenos, peruanos, donde uno de los grandes acuerdos era luchar por la independencia de los países del yugo colonial español. Es más, lo narra el escritor colombiano en su obra “El General en su Laberinto”, el Libertador muere en la más absoluta pobreza, siendo odiado por los políticos, por las nuevas aristocracias que se formaron en Venezuela, Colombia y Perú.
Lo que sí no está comprobada es la filiación masónica de Túpac Amaru II aunque sí existe la evidencia que era un hombre rico para la época, dueño de más de 200 mulas tucumanas, y dedicado al transporte, además de poseer haciendas e indios tributarios por pertenecer a la nobleza incaica en su condición de Kuraka.
No deja de ser una curiosidad histórica comparar las celebraciones del primer centenario de las batallas de Junín y Ayacucho en 1924 durante la etapa progresista del gobierno de Augusto B. Leguía un excivilista, que luego se entroniza en el poder hasta el golpe militar de agosto de 1930 encabezado por el Comandante Luis Sánchez Cerro, más conocido como el “mocho”, por haber perdido parte del dedo meñique en el golpe contra el Presidente Guillermo Billinghurst popularmente conocido como “pan grande” en el asalto del Palacio de Gobierno (febrero de 1914), bajo el mando del coronel Oscar R. Benavides, quien fuera después presidente de la república entre 1933 y 1939, ante el asesinato, o magnicidio del presidente Sánchez Cerro como respuesta a la masacre del pueblo aprista en la Revolución de Trujillo de julio de 1932.
El primer centenario de Junín y Ayacucho durante el gobierno de Augusto Leguía fue una fiesta popular con inauguraciones de obras públicas y privadas, incluso el presidente de la república estuvo presente en las pampas de Junín y en Ayacucho siendo recibido por terratenientes, mestizos y campesinos en sendas fiestas populares.
Evidentemente la presidenta Dina Boluarte no podrá hacer lo mismo en razón del grave rechazo social y pobre legitimidad política, en gran parte explicada por los más de 50 muertos en las protestas sociales en Ayacucho, Andahuaylas, Cusco, Puno entre otras.
En este Bicentenario de las batallas de Junín y Ayacucho sin duda alguna el hecho más importante es la organización del APEC que por tercera vez se realiza en nuestro país, donde los más importantes funcionarios de los países de la Cuenca Asia Pacífico, desde la China Popular, Japón, los Estados Unidos entre los principales estarán presente siendo la figura más destacada el Presidente de la
República Popular China y máximo jerarca del Partido Comunista Chino Xi Jinping, que inaugurará virtualmente el Megapuerto de Chancay, estratégica inversión china.
Sin embargo, en este Bicentenario de las batallas de Junín y Ayacucho además de la falta de legitimidad del gobierno peruano, tanto del Ejecutivo como del Congreso de la República destaca la inseguridad ciudadana, la violencia delincuencial, la extorsión y sicariato a pesar que entre las fuerzas policiales y fuerzas armadas hacen más de 200 mil efectivos. Si a ello se agrega la corrupción galopante en los más altos círculos del poder, tenemos la película completa, de lo que está pasando en el país.
Frente a una informalidad creciente que supera el 75 % de la población económicamente activa, con una pobreza que supera largamente el 30 % de la población con más de 10 regiones del país sobre todo del sur andino y la Amazonía, donde el hambre supera el 50 % de la población, el sueño y los deseos de los padres de la Patria Grande, de Túpac Amaru, San Martín y Bolívar todavía son una ilusión.
CINE CLUB SAN MARCOS
Una forma de recordar, conmemorar la gesta libertadora es la iniciativa del “Cine Club San Marcos”, una institución con más de 50 años de vigencia en el país que bajo la dirección del profesor de Comunicaciones de nuestra universidad Atilio Bonilla Carlos, en coordinación y apoyo del Decanato y el Centro de Responsabilidad Social (CERSEU) de la Facultad de Ciencias Económicas de nuestra universidad, está llevando a cabo un programa de películas de reconocido valor histórico como homenaje a Túpac Amaru, San Martín y Simón Bolívar, con una masiva asistencia estudiantil.
Así, en el Salón de Grados de la facultad de Ciencias Económicas se expuso la película “Tupac Amaru” el 29 de octubre del reconocido cineasta Federico García fallecido hace cuatro años, pero cuya obra está siendo valorizada en el tiempo. Si bien esta película fue filmada en 1984, tiene plena vigencia para entender los problemas y conflictos sociales. Si en el pasado Túpac Amaru encabezó una rebelión que tuvo alcance continental siendo brutalmente reprimido él y su familia, en especial su esposa Micaela Bastidas, hoy los mecanismos de explotación colonial han cambiado de forma, ahora se extrae riqueza de la mayoría de la población utilizando los mecanismos del “libre mercado” amparados en la Constitución de Fujimori de 1993. Sea con el cobro de intereses leoninos, altas tarifas eléctricas, privilegios tributarios a las grandes empresas entre otros.
En el presente, si se aspira entender las razones por las cuales se levanta el sur andino contra el secular olvido de una “República sin Ciudadanos”, donde en todo caso como diría el suicida Alan García, en el Perú, hay ciudadanos de primera, y segunda clase es decir, “los humillados y ofendidos” levantan su voz de protesta ante un modelo concentrador de la riqueza, secretando y aumentando la pobreza ante un Estado débil y controlado por los grupos de poder y grandes empresas.
El martes 5 de noviembre se pasó la película “Revolución: El Cruce de los Andes” dirigida por Leandro Ipiña en el 2010, donde nos expone la gesta del ejército libertador argentino para liberar al pueblo chileno, con las victorias de Chacabuco y Maipú donde se tuvo que pagar un alto costo sangre frente a las tropas del ejército realista que en gran parte era financiado por el Virreinato del Perú.
Es más, este 12 de noviembre a las 14 horas se pasará la película “Libertador” del director Alberto Arbelo Mendoza, que trata sobre la vida heroica de Simón Bolívar, donde están cordialmente invitados y la entrada es libre.
Simón Bolívar es el arquitecto de las victorias de Junín y Ayacucho a pesar de la superioridad militar del ejército realista. El diagnóstico político de las clases pudientes del Perú y su posición ambivalente frente al proceso de la independencia queda graficada en este párrafo que corresponde a la proclama del 25 de diciembre de 1824 en el Cuartel general de Lima, es decir dos semanas después del triunfo de Ayacucho, donde la gloria corresponde al granadino Antonio de Sucre, y sus mandos, oficiales
y tropa: “Peruanos: El Perú había sufrido grandes desastres militares. Las tropas que le quedaban ocupaban las provincias libres del Norte, y hacían la guerra al Congreso: la Marina no obedecía al Gobierno; el expresidente Riva Agüero, usurpador, rebelde y traidor a la vez, combatía a su patria y a sus aliados; los auxiliares de Chile, por abandono lamentable de nuestra causa, nos privaron de sus tropas; y las de Buenos Aires, sublevándose en el Callao contra sus jefes, entregaron aquella plaza a los enemigos. El presidente Torre Tagle, llamando a los españoles, para que ocupasen esta capital, completó la destrucción del Perú “ Texto tomado del libro Ayacucho del autor Gastón Gaviola del Río. Editorial Penguin Perú pág.109, julio 2024
En verdad, en este Bicentenario de Junín y Ayacucho corresponde alcanzar los más amplios consensos políticos para alcanzar la prosperidad económica, y social con políticas sensatas que promuevan la inversión pública y privada, construyendo instituciones políticas y económicas inclusivas, lo cual supone cambios fundamentales sobre la política económica vigente que concentra la riqueza aumentando la pobreza en la mayoría de la población.
Diario Uno, 09.11.2024