Jorge Manco Zaconetti
El 16 de diciembre pasado cumplí 72 años, y soy un sobreviviente y hasta cierto punto un privilegiado por haber tenido acceso a la educación pública de calidad, tanto en la primaria, secundaria, y universitaria. Nací en los Barrios Altos, en una quinta de la cuadra tres del jirón Maynas, que pertenecía a los hermanos Tassara, que tenían una empresa metalmecánica de más de treinta trabajadores. Gracias al esfuerzo de mis padres, pude acceder sobre todo de mi padre Alejandro Elías Manco Campos, abogado y educador formado en la UNMSM en la década de los treinta del siglo pasado, a una biblioteca privada como la mejor herencia que he ido incrementando en el transcurso del tiempo, teniendo más de 5,000 libros que espero donar a mi facultad, por lo menos los libros de energía y minas que ha sido mi interés en los últimos cuarenta años.
Barrios Altos, barrio popular, criollo de las clases emergentes provincianas, artesanos, obreros y profesionales, tuve el privilegio de vivir los primeros catorce años, donde los juegos colectivos en los niños y adolescentes era lo normal lejos de la tecnología de ahora, que hace de los jóvenes tan dependientes de los celulares, donde no conversan sino chatean, y tienen acceso a una rica información que puede servir para la educación o para una deformación y pobreza del razonamiento.
Escribo estas líneas personales abrumado por los múltiples saludos de familiares, de viejos y nuevos amigos, de exalumnos, y estudiantes de la facultad de economía de la UNMSM donde enseño desde 1980 al presente. Por ello debo agradecer las generosas palabras de los cientos de personas que por diversos medios Facebook, wasap, correo, llamadas telefónicas recordaron mi onomástico con aprecio.
Siempre he sostenido que agradezco a la vida haber nacido en Barrios Altos en 1952 en el auge del capitalismo como sistema económico de dominación mundial, y con un “boom del modelo exportador” sobre todo minero gracias a la demanda generada por la guerra de Corea. Con las exportaciones de los “barones del azúcar y algodón”, del petróleo, gran minería de la Cerro de Pasco Corporation en la región central, fuimos testigos del resurguimiento de la mediana y pequeña minería de capitales nacionales (Mra. Milpo, Mra. Buenaventura, Austria Duvaz, Arcata, Minsur etc.).
Los gloriosos años cincuenta en el Perú significaron un crecimiento económico notable del PBI con tasas del 7 % anual e importantes ingresos fiscales que permitieron la construcción de las grandes unidades escolares, de imponentes hospitales en Lima y provincias como el Hospital Almenara (antes Obrero), Hospital Rebagliati antes Empleado), el estadio nacional el gigante de “José Díaz” para más de 45 mil expectadores, entre otras obras que caracterizaron al gobierno del general Manuel A. Odría (1948/1956), una dictadura denominada del “ochenio” que perseguía políticamente a los apristas y comunistas encarnizadamente.
Durante dicho régimen se hizo popular el consumo del kerosene como combustible de la cocina de los pobres, con crecientes importaciones subsidiadas, con los famosos primus que usaban ron de quemar para el encendido, ante el crecimiento del mercado interno, proceso de urbanización y desarrollo industrial. Si se tiene presente que el kerosene es un combustible de lujo, pues como destilado medio con un agregado mínimo al costo de producción se convertía en el combustible de aviación Turbo A1.
Es más, con el auge del narcotráfico en los años noventa del siglo pasado con el fujimorismo, se tuvo que prohibir su producción y consumo interno, pues era un insumo clave para la conversión de la hoja de coca en pasta básica. A pesar de ello la industria del narcotráfico ha ido en aumento, con la cocaína como producto final.
También durante el gobierno del general Odría se hizo célebre la frase clásica de “Hechos y No Palabras”, que desde la dictadura del fujimorismo quedó graficada en el dicho “Roba pero Hace Obra”, colocando a la corrupción como un cáncer de la sociedad peruana, propio de las aociedades con instituciones políticas y económicas extractivistas.
La Guerra de Corea (1952) tuvo como resultado histórico la creación a la República Popular de Corea del Norte, con una base industrial construida por los invasores japoneses en los años treinta del siglo pasado, y la República de Corea del Sur la región agraria y empobrecida de la península con la división del “Paralelo 38”, la misma que enfrentó por vez primera a los Estados Unidos de Norteamérica (USA), con la emergente República Popular China (1949) con el liderazgo de Mao Zedong que puso al frente a miles de soldados y oficiales, y la URSS con Stalin todavía vivo como Secretario General del Partido Comunista Soviético, el cual fallecería en marzo de 1953 de un derrame cerebral, desatando una lucha por el poder, donde finalmente se impondría el comisario Nikita Kruschev fusilando al temible Laurente Beria, jefe de la agencia de seguridad estatal NKVD, responsable de la muerte de miles de opositores al régimen soviético.
En mi formación en varios artículos he reconocido y agradecido la contribución de mis viejos maestros del Colegio Militar Leoncio Prado (1967/1969), y de la UNMSM desde 1970, año que ingresé a la universidad en el selectivo examen de admisión que coincidió con el gran terremoto de mayo 1970. Mi deuda con los profesores de la facultad de economía en especial con el abogado y economista marxista Ñuflo Chávez Ortiz, uno de los protagonistas de la Revolución Boliviana del 1952, liderada por Víctor Paz Estenssoro al cual conocí personalmente en sus años de exilio en Lima a fines de los años setenta del siglo pasado. Ñuflo, fue ex Vicepresidente de Bolivia, exministro de minas y agricultura, curtido político del Movimiento Nacional Revolucionario (MNR) fue el maestro que más influyó para que formara parte de la docencia universitaria, primero como asistente de cátedra y después como profesor nombrado mediante concurso.
También mi deuda será invaluable con el sociólogo y filósofo Álvaro Mendoza Diez, profesor del curso de Metodología de la Investigación y de los cursos de “Materialismo Dialéctico”, que como lector en alemán de Kan y Hegel nos introducía al debate filosófico de manera creativa frente a los divulgadores de manual que abundaban en la universidad. Debo reconocer la contribución de una serie de economistas argentinos y chilenos de sólida formación teórica que con las dictaduras en Argentina y Chile de Pinochet, fueron en nuestro país profesores de tránsito.
Recuerdo a Héctor Maletta, Jorge Dabat entre otros. Más profesores peruanos cuya la lista sería larga de enumerar, solamente recordaré con aprecio y cariño a Juan Sierra, González Vigil, Pedro Castro, Franco Cosquillo, Pacheco Mexon, el Dr. Gónzalez de econometría, Salcedo de la Torre entre otros que mi memoria recuerda.
En conclusión, tendría que decir que la facultad de economía de UNMSM tenía el liderazgo en la formación frente a las facultades de las universidades privadas, primacía que se ha perdido en especial por la fractura entre la teoría y la realidad concreta.
PERIODISMO ECONÓMICO
Desde 1989 a la fecha escribo semanalmente un artículo en diversos medios periodísticos como una opción vital haciendo o recreando “la crítica de la economía política”, contrastando las teorías económicas con la realidad concreta. Al respecto debo agradecer el apoyo del maestro,
dramaturgo y crítico literario Alfonso La Torre Rado (ALAT), que me enseñó en la práctica el ABC del periodismo, que a diferencia del ensayo o artículo académico, impone límites de espacio, de palabras, donde en el título y en las primeras líneas se debe capturar el interés del lector.
Por medio del reconocido historiador sanmarquino, amigo y hermano Wilfredo Kapsoli, fui presentado al jefe de la página editorial del diario “La República” que también era responsable de la página cultural que era el maestro ALAT con el cual forjé una sólida amistad hasta su desaparición física (2001). Así desde noviembre de 1989 hasta 2003 fui colaborador de la página editorial especializado en la divulgación de los temas relacionados al sector energía y minas, asuntos laborales, análisis de la privatización, política económica desde una perspectiva crítica, nacional, identificado con el interés público.
Gracias a don Alfonso La Torre y después al Ing. Gustavo Mohme Llona principal accionista de “La República” del cual fui asesor externo cuando fue congresista elegido por la UPP que en 1996 levantó la candidatura presidencial del embajador y ex Secretario General de la ONU, Pérez de Cuéllar, frente a la reelección de Alberto Fujimori.
Recuerdo con especial interés los artículos redactados sobre la privatización fragmentada de PetroPerú, iniciada sin ningún estudio e investigación en julio de 1992. El diario, gracias al apoyo de ALAT publicaba semanalmente los artículos sobre el proceso de privatización de las empresas públicas, en especial de las unidades y filiales de PetroPerú que se vendieron a precio de remate empezando con los lotes petroleros del Noroeste de Talara, obligando a la petrolera estatal a recomprar el petróleo y gas natural que antes le pertenecía.
También debo reconocer el aporte y contribución de dos investigadores, amigos entrañables cuya obra debe ser revalorizada frente a su desaparición física. Los conocí en 1989 en la ONG ADEC/ATC institución dedicada a la investigación, capacitación laboral que publicaba la revista “Cuadernos Laborales”. Conocer y conversar largamente con Jorge Bernedo Alvarado, a mi concepto el más importante analista laboral desde el punto de vista económico y estadístico, generoso en el pleno sentido de la palabra con el conocimiento y la amistad sin condiciones constituye una deuda impagable para mí.
En esa línea también mi reconocimiento al apoyo y contribución con el investigador autodidacta, que de dirigente sindical minero despedido de la minera estatal Cerro Verde por la huelga nacional de 1977, Alfredo Silva Preciado devino en investigador de los grupos de poder económico de la minería. A él le debo mi relación directa con los sindicatos, organismos democráticos por excelencia, como asesor económico financiero, lo cual me permitió reconocer la realidad concreta de los trabajadores de la minería que se desenvuelve en el país.
En realidad, a mis 72 años tengo tantas deudas contraídas que nunca podré pagar, de todos aquellos que contribuyeron a mi formación directa e indirectamente, mi vida ha sido y es todavía la de un intelectual comprometido con los altos intereses del Perú, para hacer y forjar en nuestro país una “República Superior”, superando los modelos extractivistas y corruptos que hemos tenido hasta ahora.
Diario Uno, 21.12.2024