Derivados del petróleo
Por Gustavo Espinoza M. (*)
La Enciclopedia enseña que un derivado del petróleo es un producto procesado en refinerías que puede producir otros extraídos de esa sustancia. La mayor parte del crudo —nos dice, por ejemplo— es usado como materia prima para obtener energía, como la gasolina. También “sustancias químicas, que se puede utilizar en procesos para producir plástico y/o otros materiales útiles. Debido a que el petróleo contiene un 2% de azufre, también se obtiene grandes cantidades de éste. Hidrógeno y carbón en forma de coque de petróleo pueden ser producidos también como derivados del petróleo. El hidrógeno producido es normalmente usado como producto intermedio para otros procesos como el hidrocracking o la hidrodesulfuración”.
A esto hay que añadir numerosos otros elementos, como el asfalto, la brea, el kerosene y los lubricantes; que tienen como fuente el “Oro negro”, que tantas fortunas —y tantas guerras— ha producido en la historia humana de los últimos dos siglos.
Ocurre, sin embargo, que en nuestro país -al decir de un ingenioso analista latinoamericano- se ha descubierto un nuevo derivado del petróleo: el chavismo.
En efecto, a partir de la visita del Presidente Ollanta Humala a Caracas, y a los acuerdos primarios de colaboración recíproca entre Perú y Venezuela ya esbozados, se ha levantado aquí una severa ola de cuestionamientos que se basa en una sola preocupación: que el petróleo venezolano venga con un aditamento especial que lo convierta en sustentador de la ideología bolivariana. Esto, es lo que nuestra venerable clase dominante, no estaría en ningún caso dispuesta a soportar. Antes, el diluvio.
Es bueno poner las cosas en su lugar. No sólo para que el ciudadano de la calle tenga elementos básicos que le ayuden a reflexionar, sino también como un modo de hacer honor a la verdad, un bien que la Mafia desconoce en todos sus extremos, toda vez que vivió siempre casada con la mentira.
Lo primero, es señalar que no fue suscrito ningún “convenio” entre los gobiernos de Perú y Venezuela. Hubo sí, un documento inicial orientado a promover intenciones de colaboración. Voluntad de abordar temas comunes de manera bilateral, trabajar juntos en materia energética, fortalecer el papel y la capacidad operativa de Petro Perú, extender el apoyo de PDVSA en diversas áreas. Todo ello no solamente que coincide con los intereses de nuestro país, sino que responde a un legítimo derecho: ejercer soberanía en la administración y gestión de nuestros recursos y hacer uso de una política exterior independiente en función de los verdaderos intereses nacionales. Aunque la embajadora yanqui muestre “la preocupación de su gobierno” en la materia, eso es algo que sólo incumbe a los peruanos.
Venezuela es con Brasil la primera potencia petrolera en América del sur. Y PDVSA es la cuarta empresa más grande del mundo. Eso, lo saben todos. Incluso la administración norteamericana que, precisamente por eso, no halla qué hacer para aislar a Venezuela del resto de países de la región y desprestigiar al gigante petrolero de la patria de Bolívar, aunque caiga para ello en las contradicciones más burdas. Por un lado, en efecto, asegura que a través de PDVSA, Venezuela busca devorarnos. Por otro, afirma que esa empresa está al borde del colapso porque sus recursos “se usan” para brindar bienestar al pueblo venezolano. Si PDVSA es una empresa en capacidad de engullirse al Perú entero; no es entonces débil, ni está en crisis. Y si por desventura, lo estuviera, no constituiría amenaza para nadie.
Por ahora, un acuerdo con el consorcio venezolano nos permitiría formar y capacitar técnicos y especialistas para que nuestro país se convierta en una potencia energética, lo que —por lo demás— le conviene también a Venezuela en el marco de la construcción de una unidad continental bolivariana que nos ayude a forjar un mejor escenario de lucha en procura del bienestar y el desarrollo de nuestros pueblos. Si gracias a ello, Petro Perú estuviese en posibilidad de ingresar a la faja del Orinoco, tendríamos acceso a una de las fuentes energéticas mejor dotadas del mundo. Algo de eso, fue certeramente expresado por el canciller peruano Rafael Roncagliolo y rechazado con ira por Aldo Mariátegui y todos los áulicos de su calaña.
Pero no es sólo en el terreno productivo que podemos beneficiarnos. Actualmente, por ejemplo, el Perú compra petróleo venezolano, pero no lo hace de manera directa, de gobierno a gobierno o de empresa a empresa; sino a través de intermediarios que se benefician con la transacción. Una negociación sin ellos nos permitiría abaratar los precios de compra de ese recurso y disminuir incluso los costos de uso para el consumidor peruano ¿han pensando en eso los críticos de este proyecto?
No hay que olvidar que grandes consorcios mundiales de petróleo, como Chevron o la Schell, tienen convenios con PDVSA y que se benefician con ellos ¿Por qué Petro Perú no podría gozar de situación similar? Es que, en el fondo, lo que ocurre es que hay quienes no quieren que Petro Perú prospere. Preferirían, incluso, que no exista. Que en lugar de ella, vuelva la IPC o cualquiera otra empresa imperialista. A su sombra, ellos vivirían como reyes.
Otro tema de interés tiene que ver con la Petroquímica El llamado “Polo Energético del Sur”, asociado al Gaseoducto Sur Andino; le daría al Perú un formidable potencial energético, que tendría un doble papel. Serviría, por un lado para potenciar el desarrollo nacional; pero al mismo tiempo como una inexpugnable, fortaleza ante potenciales apetitos de algún vecino ambicioso y guerrerista ¿No lo creen?
Pero esa Planta ayudaría, además a refinar otros minerales, como el estaño, lo que serviría sin duda al Perú y también a Bolivia. Y abriría una perspectiva de colaboración hacia el norte, en la línea de Piura y Bayóvar para procesar la úrea y otros fertilizantes. Por lo demás, en la zoma existe un recurso adicional: la piedra fosfórica, aún insuficientemente explotado en nuestro país.
Pero la colaboración con Venezuela podría traerle al Perú otros -adicionales- beneficios. Se ha dicho, por ejemplo, que PDVSA “invierte” sus ganancias —“las despilfarra”, se ha sostenido más precisamente— en programas sociales, de educación, salud y otros. Y quienes han afirmado ese despropósito, han cuestionado la acción.
Como otras empresas estatales en distintos lugares del planeta, el consorcio venezolano, que obtiene ingentes utilidades, las entrega al Estado. Y éste, las destina -legítimamente- para construir viviendas, hospitales, escuelas y otros. ¿A quién beneficia con eso? ¿No es acaso el pueblo venezolano el receptor directo de esa inversión? Y de aquí se derivan dos reflexiones: Las riquezas de Venezuela, sirven al pueblo de Venezuela; pero, además, esas riquezas siempre existieron —existieron antes— pero ¿a dónde fueron a parar? ¿En qué se invirtieron los ingentes recursos que hoy el gobierno del Presidente Chávez usa en programas sociales? Ciertamente que no se invirtieron. ¡Se los llevaron!, del mismo modo como se llevaron —y aun se llevan— de nuestro país inmensas fortunas. Recordemos no ya las utilidades en materia minera o energética, sino incluso en transacciones comerciales como la privatización de empresas públicas, que reportó una suma calculada en alrededor de veinte mil millones de dólares ¿Qué se hizo ese monto? ¿En qué se invirtió? Pero, además, Petro Perú ¿alguna vez podría extender la mano a los peruanos para ayudarlos a resolver sus angustias?
Aunque rabie la prensa reaccionaria y sus sicofantes de siempre, lo real es que el simple “acercamiento” registrado entre Perú y Venezuela ha permitido superar un problema que venía afectando a más de 120 mil peruanos. Ellos vivían desde hace algunos años ilegalmente en la Patria de Bolívar. Ahora su status migratorio quedó definitivamente resuelto: obtendrán automática residencia, o podrán volver al Perú, si lo desean. Eso no ocurre con los peruanos que viven en los Estados Unidos. Alrededor de un millón de ellos corren inminente peligro de expulsión ¿Por qué? Porque la política racista del Imperio no tolera a los migrantes de América Latina —salvo, claro, que sean cubanos de la mala—. Es bueno que también, eso se sepa. A los peruanos, incluso los dejan con la mano extendida, como lo confirmó recientemente el candidato republicano a la presidencia USA.
Tenemos los peruanos razones más que suficientes para encarar a pie firme la interesada campaña de prensa que desarrolla la Mafia a través de todos los medios a su alcance. En buena cuenta, es cuestión, apenas, de decisión política y de voluntad de lucha. Por lo pronto, comienza ella a afirmarse. La presencia del Presidente Humala en el acto del Municipio de Lima el pasado 18 de enero -y sus palabras-, así como el espaldarazo de multitudes que recibiera en los mismos días la alcaldesa de Lima: muestran cómo es posible corregir errores y avanzar en la ruta del futuro. El nuevo derivado del petróleo —el sueño bolivariano— es también un aliciente para eso, aunque a algunos les duela.
(*) Del Colectivo de Dirección de Nuestra Bandera / http://nuestrabandera.lamula.pe