Benedicto XVI salió esta mañana a las 9,00 del helipuerto vaticano para desplazarse a las zonas afectadas por el terremoto en la región de Emilia Romagna, sometida, desde el pasado 20 de mayo a fuertes temblores de tierra que han causado numerosos muertos y centenares de heridos. El sisma ha obligado a miles de personas a dejar sus hogares, ha dañado edificios históricos y perjudicado gravemente la infraestructura y la economía de toda la zona.
El helicóptero del Papa aterrizó poco después de las 10,15 en el campo deportivo de San Marino de Carpi (Módena) donde fue acogido por el obispo de la diócesis, monseñor Francesco Cavina y por el Jefe del Departamento de la Protección Civil, Franco Gabrielli. Después, a bordo de un minibus, se trasladó a la zona de Rovereto di Novi, donde se detuvo unos momentos en la iglesia de Santa Catalina de Alejandría, en cuyo derrumbe falleció el párroco Ivan Martini. El Santo Padre, montado en un jeep, saludó a los presentes hasta llegar al lugar del encuentro con la población en la plaza central de Rovereto que contó con la presencia de los arzobispos y obispos de las zonas afectadas: Bolonia, Carpi, Módena, Mantua, Ferrara y Reggio-Emilia.
Siguen amplios extractos del discurso que pronunció el pontífice:
“Desde los primeros días del terremoto que os ha golpeado, he estado siempre cerca de vosotros con la oración y el interés. Pero, cuando he visto que las pruebas eran cada vez más duras, he sentido con más fuerza la necesidad de venir en persona entre vosotros Y doy gracias al Señor que me lo ha concedido. Saludo con gran afecto a todos los que os habéis reunido aquí y abrazo con la mente y el corazón a todos los pueblos y a todas las poblaciones que han sufrido los daños del terremoto, especialmente a las familias y a las comunidades que lloran a los muertos: el Señor los acoja en su paz”.
“Sabía que, además de sufrir las consecuencias materiales, vuestro ánimo estaba sometido a duras pruebas, debido a las continuas sacudidas, algunas de las cuales muy fuertes, y a la pérdida de algunos edificios emblemáticos de vuestros pueblos, entre ellos, especialmente, tantas iglesias. Aquí, en Rovereto de Novi, en el derrumbamiento de la iglesia - que acabo de ver- perdió la vida el sacerdote Ivan Martini. Le rindo homenaje y dirijo un saludo particular a vosotros, queridos sacerdotes, y a todos los hermanos, que estáis demostrando, como ya ha sucedido en otros momentos difíciles de la historia de esta tierra, vuestro amor generoso por el pueblo de Dios”.
“Como sabréis los sacerdotes-, y también los religiosos y laicos - rezamos todos los días con el 'Breviario' que contiene la Liturgia de las Horas, la oración de la Iglesia, que jalona la jornada. Oramos con los Salmos (...) ¿Por qué os lo digo? Porque estos días rezando el Salmo 46, he encontrado esta frase: 'Dios es nuestro refugio y fortaleza, / socorro fácil de encontrar en las angustias / Por eso no tememos aunque se conmueva la tierra / y se derrumben los montes en lo hondo del mar'. ¿Cuántas veces he leído estas palabras? IUn sinfín! Y, sin embargo, en momentos como éste, son un aldabonazo, porque tocan la carne viva; dan voz a una experiencia que estáis atravesando y que comparten todos los que rezan. Pero estas palabras del Salmo no me llaman la atención sólo porque utilizan la imagen del terremoto, sino,sobre todo, por lo que dicen acerca de nuestra actitud interior ante el trastorno de la naturaleza: una actitud de gran seguridad, asentada en esa roca firme, inquebrantable, que es Dios. Nosotros 'no tememos aunque se conmueva la tierra' - dice el salmista -, porque 'Dios es nuestro refugio y fortaleza' es 'socorro fácil de encontrar en las angustias'”.
“Estas palabras parecen estar en contradicción con el miedo que, inevitablemente, se siente después de una experiencia como la que habéis vivido. Es una reacción inmediata, que puede grabarse profundamente si el fenómeno continúa. Pero, en realidad, el salmo no se refiere a este tipo de miedo, y la seguridad de la que habla no es la de los superhombres, a quienes no afectan sentimientos que son normales. La seguridad de la que habla es la de la fe. Si, podemos sentir miedo y ansiedad - los sintió incluso Jesús - pero sentimos, sobre todo, la certeza de que Dios está conmigo (...) Su amor es sólido como una roca. Este Amor lo vemos en Cristo crucificado, que es el signo, al mismo tiempo, del dolor y del amor. Es la revelación de Dios Amor, solidario con nosotros hasta la humillación extrema”.
“Sobre esta roca, con esta firme esperanza, se puede construir, se puede reconstruir. Sobre los escombros de la guerra - no sólo materiales - Italia fue reconstruida, ciertamente gracias también a las ayudas recibidas, pero sobre todo gracias a la fe de tanta gente animada por un espíritu de verdadera solidaridad; de la voluntad de dar un futuro a las familias, un futuro de libertad y de paz. Sois gente a la que todos los italianos estiman por vuestra humanidad, vuestra sociabilidad, vuestra laboriosidad unida a la jovialidad. Todo ello se ve sujeto ahora a duras pruebas a causa de una situación que ni debe ni puede tocar lo que sois como pueblo, vuestra historia y vuestra cultura. Permaneced fieles a vuestra vocación de gente fraterna y solidaria, y haréis frente a todo con paciencia y determinación, rechazando las tentaciones que, desgraciadamente, acompañan momentos de debilidad y necesidad como éste”.
“La situación que estáis viviendo ha puesto de manifiesto un aspecto que me gustaría que tuvierais siempre presente: ¡No estáis y no estaréis solos! En estos días, en medio de tanta destrucción y dolor, habéis visto y sentido que tanta gente os ha expresado cercanía, solidaridad, afecto; y todo ello a través de tantos signos y ayudas concretas. Mi presencia entre vosotros quiere ser uno de estos signos de amor y esperanza. Contemplando vuestras tierras he sentido una fuerte emoción frente a tantas heridas, pero he visto también tantas manos que las quieren curar, junto a vosotros; he visto que la vida comienza de nuevo, quiere empezar de nuevo con fuerza y coraje, y este es el signo más bello y luminoso”.
“Desde este lugar me gustaría lanzar un enérgico llamamiento a las instituciones y a todos los ciudadanos, para que sean, a pesar de las dificultades del momento, como el buen samaritano del Evangelio, que no pasa indiferente ante los necesitados, sino que con amor se inclina, socorre y acompaña, haciéndose cargo hasta el final de las necesidades de los demás. La Iglesia está y estará cerca de vosotros, con su oración y la ayuda concreta de sus organizaciones, en particular Cáritas, comprometida también en la reconstrucción del tejido social de las parroquias”.
Finalizado el discurso, el Santo Padre saludó a los representantes de las diversas categorías presentes y a las 12, desde el campo deportivo de San Marino de Carpi, emprendió el regreso a Roma, donde llegó poco después de las 13,30.