Lado oscuro del desastre nuclear del Japón: Armas nucleares
Reproducimos en traducción un artículo en el que, transcurridos los días, se puede entender las razones por las que hasta ahora resulta muy difícil controlar los reactores nucleares japoneses siniestrados. El autor, un periodista japonés, revela el trasfondo histórico y político que fue llevando al Japón al objetivo de desarrollar armas nucleares en secreto (pero con conocimiento y aprobación de los EE. UU.). Esta situación es muy preocupante en Asia, particularmente en China y las dos Coreas, donde por los recuerdos de la invasión japonesa durante la Segunda Guerra Mundial hay una clara oposición al rearme japonés, y con mayor razón si es con armas nucleares.
Según se podrá leer, el Japón habría estado actuando al margen de la ley internacional, y prestó oídos sordos a las recomendaciones que dos años atrás le hizo llegar el Organismo Internacional de Energía Atómica. Posiblemente los japoneses temían que una investigación profundizada iba a poner al descubierto sus instalaciones secretas. Por lo visto, la aventura ha terminado mal para ese país.
Otro aspecto por destacar es la actitud ambivalente e irresponsable de los EE. UU. respecto de la proliferación de armas nucleares; en vez de tener una actitud contundente, que se oponga a cualquier país que quiera desarrollar armas atómicas, sólo se opone si el país no se lleva bien con ellos. Además, por su tratado de defensa con los EE. UU., el Japón en caso de ataque nuclear (por ejemplo, de Corea del Norte) está protegido por los EE. UU., país que tiene los medios de interceptar los proyectiles que llegue a lanzar un adversario (los cohetes de Corea del Norte, no muy avanzados, no tienen tan gran velocidad que los proteja de ser impactados en pleno vuelo).
¿La elite del Japón esconde un programa de armas en las plantas nucleares?
Yoichi Shimatsu*
Informes confusos y a menudo contradictorios de la planta nuclear Fukushima 1 podrían no ser resultado únicamente de desperfectos causados por el maremoto, chapucerías o mala comunicación. Demoras inexplicables y explicaciones a medias de la Compañía de Energía Eléctrica de Tokio (Tepco) y del Ministerio de Economía, Comercio e Industria (MECI) parecen motivarse en algún factor del que no se quiere hablar.
El humo y los espejos enceguecedores de Fukushima 1 parecen oscurecer un propósito permanente, una voluntad de hierro y una tarea lúgubre, desconocida para quienes no están en el secreto. He aquí la explicación más lógica: la industria de la energía nuclear y dependencias del gobierno se esfuerzan a como dé lugar para evitar el descubrimiento de instalaciones para fabricar armas nucleares ocultas en las plantas de energía nuclear civiles del Japón.
Un programa de armas nucleares secreto es un fantasma en la maquinaria, detectable sólo cuando el sistema de control de información se detiene momentáneamente o se malogra. Debe dirigirse una mirada más detenida a las lagunas entre las explicaciones oficiales y los eventos inesperados.
Informes contradictorios
Tepco, el operador nuclear del Japón, informó inicialmente que tres reactores estaban funcionando a la fecha del terremoto y maremoto de Tohoku del 11 de marzo. Luego una explosión de hidrógeno destrozó la Unidad 3, que funciona con óxido mixto de plutonio-uranio (OMPU1). La Unidad 6 desapareció inmediatamente de la lista de reactores en funcionamiento, mientras la Unidad 3 despedía partículas de plutonio muy letales. El plutonio es el material de las cabezas nucleares, cargas bélicas pequeñas y más fácilmente manejables.
Se desató un incendio dentro del dañado compartimiento del reactor de la Unidad 4, debido, según se informó, a sobrecalentamiento de las barras de uranio de poder disminuido por el uso, que tenía lugar en las piscinas de enfriamiento. Pero la magnitud del incendio indica que este reactor estaba sobrecalentado a causa de algún uso diferente de lo que es la producción de electricidad. Su omisión de la lista de operaciones generadoras de electricidad plantea la pregunta de si la Unidad 4 se estaba dedicando al enriquecimiento de uranio2, primer paso que lleva a la extracción de material fisionable con el grado necesario para emplearlo en armas nucleares.
La lengua de agua marina irradiada que está en el Océano Pacífico constituye otra pieza del rompecabezas, porque su fuente subterránea es indeterminable (o quizá innombrable). El inundado laberinto de tuberías en el que se hallaron los cuerpos de dos trabajadores nucleares desaparecidos —algo que nunca antes se había informado— bien podría contener la respuesta al misterio: un laboratorio que nadie se atreve a mencionar.
Guerra política
En reacción al pedido del Presidente del Consejo de Ministros Naoto Kan de una pronta información sobre los problemas, el grupo de cabildeo pronuclear ha cerrado filas, manteniendo alejada y congelada toda información importante, para evitar que llegue al conocimiento del Presidente del Consejo de Ministros. Una gran alianza de partidarios de la energía nuclear incluye ahora a Tepco, al fabricante General Electric (empresa estadounidense diseñadora de la planta nuclear), al MECI, al Partido Liberal Democrático —que anteriormente estuvo en el poder— y, según todos los indicios, a la Casa Blanca.
Los ministros del gabinete a cargo de la comunicación y situaciones de emergencia recientemente fustigaron al jefe del MECI Banri Kaeda por actuar como promotor de la energía nuclear y al mismo tiempo regulador de la ahora silenciada Comisión de Seguridad Nuclear e Industrial. Tepco contraatacó rápidamente, culpando al sobrevuelo del helicóptero del Presidente del Consejo de Ministros por la demora en la disipación de gases volátiles y, con esto, por la explosión del Reactor 2. Por “razones de salud”, el presidente de Tepco se recluyó en un hospital, con lo que se cortó la línea de comunicación entre el Presidente del Consejo de Ministros Naoto Kan y la empresa Tepco y se saboteó su visita a Fukushima 1.
Además, Naoto Kan está limitado por su enfrentamiento con el rival del Partido Democrático, Ichiro Ozawa, el único aliado potencial con el peso para desafiar la formidable coalición pronuclear.
El dirigente del partido Liberal Demócrata, grupo político que patrocinó la energía nuclear durante sus casi 54 años de mandato, ha tenido conversaciones confidenciales con el embajador de los EE. UU., John Roos, mientras el presidente Barack Obama emitía declaraciones en favor de nuevas plantas nucleares en los EE. UU.
Desconectado de las comunicaciones
El contenido de las no reveladas conversaciones entre Tokio y Washington puede deducirse de interferencias a mis recientes llamadas telefónicas a un colega periodista japonés. Cuando él estaba en el área de peligro radiactivo, su número de conexión telefónica internacional fue desconectado, al igual que los teléfonos móviles de los trabajadores de Fukushima 1, a quienes se ha negado acceso telefónico con el resto del mundo. La suspensión del servicio no responde a fallas técnicas. Cuando en 1966 yo colaboraba para preparar el plan de respuesta a la crisis de Tohoku, mi esfuerzo se dirigió a asegurar que las estaciones base de telefonía móvil tuviesen suministro de recarga rápida para casos de emergencia.
Una posterior llamada, cuando mi colega regresó a Tokio, se interrumpió cuando mencioné las palabras “General Electric”. El incidente ocurrió el día en que Jeff Immelt, el funcionario ejecutivo principal de general Electric, aterrizaba en Tokio con un ofrecimiento de reconstruir la planta nuclear Fukushima 1. Tal aparente interceptación telefónica es posible solamente cuando el operador telefónico japonés NTT entra en colaboración con el programa de interceptación de señales de la Agencia Nacional de Seguridad (ANS) de los EE. UU.
El trato manchuriano
La cadena de eventos detrás de esta vasta trama se remonta a décadas atrás.
Durante la ocupación militar japonesa del nororiente de China en la década de los años de 1930, el estado títere de Manchukuo fue desarrollado como una potente base de desarrollo económico e industrial para servir los intereses del sobrepoblado Japón y su maquinaria militar. Un planificador económico de alto nivel llamado Nobusuke Kishi trabajó cercanamente con el general Hideki Tojo, el entonces comandante da la división Kanto, conocida por los chinos como el Ejército de Kwantung.
Los estrechos vínculos entre los militares y los economistas colonizadores produjeron logros tecnológicos asombrosos, incluyendo el prototipo de un tren bala (o Shinkansen) y el inicio de un proyecto japonés de bomba atómica que se desarrolló en el norte de Corea. Cuando Tojo llegó a ser Presidente del Consejo de Ministros del Japón en tiempo de guerra, Kishi se desempeñó como su ministro de Comercio y Economía, para la planificación de una guerra total en escala mundial.
Tras la derrota del Japón en 1945, Tojo y Kishi fueron hallados culpables de ser criminales de guerra de clase A, pero Kishi evadió la horca por razones desconocidas, probablemente por la utilidad de sus conocimientos y experiencia para una nación destrozada por la guerra. La concepción de este esmirriado economista, de inclinarse por una economía administrada centralizadamente, proporcionó los lineamientos para el Ministerio de Comercio Internacional e Industria (MCII), predecesor del MECI, que creó el milagro económico que transformó al Japón de la postguerra en una superpotencia económica.
Después de abrirse camino hasta alcanzar la estima del Guerrero de la Guerra Fría, John Foster Dulles, Secretario de Estado de Eisenhower, Kishi fue elegido Presidente del Consejo de Ministros en 1957. Su protegido Yasuhiro Nakasone, ex oficial de la marina y futuro Presidente del Consejo de Ministros, encabezó la campaña del Japón para convertirse en potencia nuclear amparándose en la cobertura de la Ley Básica de Energía Atómica.
Complicidad de los EE. UU.
Kishi negoció secretamente un trato con la Casa Blanca para permitir a los EE. UU. almacenar bombas atómicas en Okinawa y en la base naval de Atsugi, en las afueras de Tokio. (El cabo de la Marina Lee Harvey Oswald3 cumplió su servicio como vigilante en el arsenal subterráneo de Atsugi.) En recompensa, los EE. UU. dieron su aprobación al Japón para que desarrolle un programa nuclear “civil”.
Se necesitaba diplomacia secreta por el abrumador rechazo del público japonés contra la energía nuclear, tras los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki. Hace dos años, Katsuya Okada, ministro de Relaciones Exteriores en el gabinete de Yukio Hatoyama, el primer Presidente del Consejo de Ministros del partido Democrático —que ejerció su cargo durante nueve meses, entre 2009 y 2010—, desempolvó un texto del acuerdo secreto.
En el documento faltaban muchos detalles clave, que habían sido puestos bajo llave en los archivos del Ministerio de Relaciones Exteriores. El veterano diplomático retirado Kazuhiko Togo reveló que los asuntos más delicados estaban contenidos en breves cartas complementarias, algunas de las cuales estaban guardadas en una mansión frecuentada por el medio hermano de Kishi, el difunto Presidente del Consejo de Ministros Eisaku Sato (quien ejerció el puesto de 1964 a 1972). Togo añadió que las notas diplomáticas más importantes fueron retiradas y posteriormente desaparecieron.
En el Japón estas revelaciones se consideraron un asunto de la mayor importancia; pero fueron ignoradas por los medios de comunicación de Occidente. Con la planta nuclear de Fukushima diluyéndose en humo, el mundo está pagando el precio de esa negligencia periodística.
En su viaje de 1959 a Gran Bretaña, Kishi fue llevado en helicóptero militar a la planta nuclear Bradwell, de Essex. El año siguiente, se firmó el primer borrador de un tratado de seguridad EE. UU.-Japón, pese a las multitudinarias protestas que tuvieron lugar en Tokio. En un par de años, la firma inglesa GEC construyó el primer reactor nuclear del Japón en Tokaimura, prefectura de Ibaragi. Al mismo tiempo, justo después de las Olimpiadas de Tokio 1964, el recientemente revelado tren bala Shinkansen se deslizaba velozmente por el monte Fuji, lo que proporcionaba las justificaciones perfectas en favor de la electricidad generada por energía nuclear.
Kishi pronunció la famosa declaración de que “las armas nucleares no están expresamente prohibidas” en el artículo 9 de la Constitución japonesa de la postguerra, que prohíbe la producción de armas nucleares. Su nieto, el entonces Presidente del Consejo de Ministros Shinzo Abe, repitió hace dos años esas palabras, La actual “crisis” de Corea del Norte sirvió de pretexto para que esta progenie de tercera generación de la elite japonesa deslice la idea de un Japón dotado de armas nucleares. Muchos periodistas japoneses y expertos de inteligencia creen que el programa secreto ha avanzado lo suficiente para el rápido armado de un arsenal de bombas atómicas y que se han realizado pruebas subterráneas en niveles subcríticos con pequeñas cantidades de plutonio.
Saboteando la energía alternativa
La actitud cínica de los cabilderos de la energía nuclear se extiende con proyecciones al futuro, truncando en su nacimiento la única fuente viable de producir electricidad que tiene el archipiélago japonés: la energía eólica4 con instalaciones en el mar. Pese a décadas de investigación, el Japón sólo tiene el 5 por ciento de la energía eólica que posee China, una economía (en todo caso, por el momento) de tamaño comparable con la japonesa. La firma Mitsubishi Industrias Pesadas, un socio de la Westinghouse en el negocio de la energía nuclear, fabrica turbinas de viento pero sólo para el mercado de exportación.
La zona siberiana de alta presión asegura un fuerte y constante flujo de viento sobre el norte de Japón, pero las empresas del ramo no han aprovechado la ventaja de este recurso natural de energía. La razón es que Tepco, que tiene sede en Tokio y controla la mayor parte del mercado de energía eléctrica, actúa muy a la manera de un shogun imponiéndose a las nueve compañías regionales y en toda la red nacional de electricidad. Sus grandes bolsillos ganan influencia en burócratas de alto nivel, jefes de medios de comunicación y políticos como el gobernador de Tokio Shintaro Ishihara, al mismo tiempo que las ambiciones de tener armamento nuclear mantienen de su lado a generales y a las grandes empresas que tienen contratos con el sector defensa. Sin embargo, Tepco exactamente no es el mandamás. Su socio mayor en esta megaempresa es el MECI, creación del cerebro de Kishi.
Desafortunadamente, el sitio de pruebas para las plantas de energía eólica instaladas en el mar no está ubicado en lugares de mucho viento como Hokkaido o Nigata, sino más al sureste, en la prefectura de Chiba. Los resultados de estas pruebas para decidir el futuro de la energía eólica no se conocerán hasta 2015. El patrocinador del proyecto de tal lentitud es Tepco.
Muerte de la disuasión
Mientras tanto en 2009, el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) emitió una enmudecida advertencia sobre el potenciado avance del Japón hacia el desarrollo de una bomba atómica, y poco después no hizo nada5. La Casa Blanca tiene que hacer la vista gorda ante la radiación procedente del Japón que se cierne ya sobre cielos de los EE. UU., o arriesgarse a dejar al descubierto su doble moral sobre temas nucleares cuando se trata de un aliado6. Además, la silenciosa aprobación de Washington en favor del armamento nuclear japonés no cae bien ni con los recuerdos de Pearl Harbor ni con los de Hiroshima.
Como hecho en sí, una capacidad de disuasión nuclear no sería ni objetable ni ilegal en el improbable caso de que una mayoría de japoneses votara en favor de una enmienda al artículo 9 de la Constitución. La posesión legalizada de tal armamento requeriría las inspecciones de la seguridad, los estrictos controles y la transparencia que no se dieron y que hubiesen contribuido a una pronta respuesta a la emergencia de Fukushima. En contraste con esto, el desarrollo secreto de armas nucleares está lleno de problemas. En caso de una emergencia, como la que ocurre en este momento, se impone el secreto a cualquier costo, incluso si esto significa un sinnúmero de hibakusha o víctimas de catástrofe nuclear.
En lugar de posibilitar un sistema regional de disuasión regional y un retorno al status de gran potencia, el mencionado trato de Manchuria plantó las bombas de tiempo de las que ahora escapan borbotones de radiación en todo el mundo. El nihilismo que está en el fondo de esta amenaza nuclear a la humanidad radica no sólo en Fukushima 1, sino en la mentalidad con que se enfoca la seguridad nacional. El espectro de la autodestrucción puede llegar a su fin sólo con la derogatoria del tratado de seguridad EE. UU.-Japón, la causa original de la conducta signada por el secreto que retardó fatalmente la lucha de los trabajadores nucleares contra la fusión nuclear descontrolada7.
* Yoichi Shimatsu es un periodista japonés especializado en temas de centrales nucleares y medio ambiente que radica en Hong Kong, ex editor del Japan Times Weekly.
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1 Las siglas en inglés son MOX. [Nota de Con nuestro Perú.]
2 Existen reactores de tecnología rusa que funcionan sin enriquecimiento de uranio, lo cual evita la tentación de que la energía nuclear de uso civil se desvíe hacia el uso militar. Leer Presidente ruso Medvedev sugiere más extendido empleo de reactores de neutrones rápidos [Nota de Con nuestro Perú.]
3 Asesino del presidente John F. Kennedy. [Nota de Con nuestro Perú.]
4 Leer Energía eólica: Mito y realidad [Nota de Con nuestro Perú.]
5 Compárese esto con el continuo escándalo que se hace en torno a Irán; pero si el Japón va en esa dirección, no pasa nada. [Nota de Con nuestro Perú.]
6 Los EE. UU. critican y amenazan a Irán y a Corea del Norte por sus programas nucleares, pero callan sobre Japón e Israel. [Nota de Con nuestro Perú.]
7 En ingles meltdown (‘material de fundición que se desparrama hacia abajo’), palabra que se aplica también a la catástrofe-económico financiera que se inició en 2008. [Nota de Con nuestro Perú.]
Traducción por Con nuestro Perú de
“Is Japan’s Elite Hiding a Weapons Program Inside Nuclear Plants?”
Rense.com, 06-04-2011