Por Dr. Alex Kerner*, Universidad de Haifa

El Rabino don Isaac Avrabanel estuvo entre los que apoyaron a Colón financieramente

“Bien es sabido que en nuestros dominios, existen algunos malos cristianos que han judaizado y han cometido apostasía contra la santa fe Católica, siendo causa la mayoría por las relaciones entre judíos y cristianos. Por lo tanto, en el año de 1480, ordenamos que los judíos fueran separados de las ciudades y provincias de nuestros dominios y que les fueran adjudicados sectores separados, esperando que con esta separación la situación existente sería remediada… y la Inquisición ha encontrado muchas personas culpables […]

Estamos informados por la Inquisición… [d]el gran daño que persiste a los cristianos al relacionarse con los judíos, y a su vez estos judíos tratan de todas maneras a subvertir la Santa Fe Católica y están tratando de obstaculizar cristianos creyentes de acercarse a sus creencias […] Y después de muchísima deliberación se acordó en dictar que todos los Judíos y Judías deben abandonar nuestros reinados y que no [les] sea permitido nunca regresar […]

“Ordenamos que los Judíos y Judías partan con sus hijos e hijas”
Nosotros ordenamos además en este edicto que los Judíos y Judías de cualquiera edad que residan en nuestros dominios o territorios que partan con sus hijos e hijas, sirvientes y familiares pequeños o grandes de todas las edades al fin de julio de este año y que no se atrevan a regresar a nuestras tierras y que no tomen un paso adelante a traspasar de la manera que si algún Judío que no acepte este edicto si acaso es encontrado en estos dominios o regresa será culpado a muerte y confiscación de sus bienes.”

Este conocido documento, firmado por los Reyes Católicos el 31 de marzo de 1492, selló una presencia judía de siglos en Castilla y Aragón. A los judíos se les dio un término de cuatro meses para abandonar los territorios del reino, y así anular lo que era definido como su diabólica influencia en los cristianos nuevos. Es decir, en aquellos judíos y descendientes de judíos que ya desde fines del siglo XIV (especialmente después de las matanzas de 1391) en grandes números se venían convirtiendo al cristianismo para integrarse de un modo más eficaz a la sociedad ibérica.

La Inquisición no tenía autoridad sobre judíos
La inquisición, fundada en España en 1478 como una entidad independiente de aquella de Roma, encontraba dificultad en controlar la ortodoxia católica entre aquellos cristianos nuevos. Cabe destacar que la inquisición española, siendo una institución religiosa católica, no tenía autoridad sobre judíos. Ésta no podía actuar sino en contra de aquellos “cristianos nuevos” o conversos (también conocidos como “marranos”) que eran descubiertos observando su tradición mosaica. Estos cristianos nuevos, en su gran mayoría, seguían observando de un modo discreto —quien más quien menos— la tradición de su antigua religión, sin hacer mayores esfuerzos por ocultar sus relaciones con parientes todavía judíos.

Se acusaba a los judíos de mantener estrechos contactos familiares y sociales con los cristianos nuevos, lo que impedía que éstos se integrasen a la sociedad cristiana. La solución a este problema tenía necesariamente que ser la expulsión de los primeros. Pero a estas razones teológicas se sumaban también razones políticas y económicas a las cuales podemos fácilmente definir como típicos motivos antijudíos.

Porque en realidad, la sociedad española no creía en la posibilidad de que los cristianos nuevos se integraran realmente a la sociedad de los cristianos viejos. La pureza de sangre, término generalmente destinado a definir la pureza de raza de los caballos, fue aplicada en España para diferenciar los españoles auténticos de los recientemente conversos. Los cristianos nuevos, aunque seguían ejerciendo una mayor influencia en las cuestiones de estado y de economía del reino como de antaño siendo judíos, descubrieron que la conversión, contrariamente a sus esperanzas, no les garantizaba necesariamente un futuro mejor, libre de segregación.

Los judíos y los cristianos nuevos desempeñaron un papel de grandísima influencia en la política y en la economía Castellana y Aragonés en los siglos XIV y XV (podríamos compararlo con la actual presencia judía en los focos de poder en los Estados Unidos).

Mientras conservaban su religión era fácil identificarlos
Los que fomentaban la expulsión de los judíos razonaban del modo siguiente: A los judíos, mientras conservaban su religión era fácil identificarlos y, cuando era necesario, también segregarlos o usurparles sus propiedades. Una vez conversos, esto se volvía imposible; y así, cristianos sólo en apariencias y por conveniencia, los judíos se infiltraban con mayor eficacia en el gobierno y en las finanzas de un modo tácito.

Sea como fuere, acercándose el fin de julio los judíos fueron abandonando España. Hasta hoy día no se ha podido establecer su número, pero ciertamente eran unas varias centenas de miles (entre cien y doscientos mil). La mayoría abandonó Portugal (del cual fueron expulsados en 1497 a causa de la presión ejercida por los monarcas de la vecina España) y a Italia, donde fueron bienvenidos por el papa (español) Alejandro VI. Así describe el exilio el historiador Andrés Bernáldez en sus Memorias del reinado de Los Reyes Católicos, de 1513:

“En contados meses, los judeos vendieron todo lo que pudieron. Daban una casa a cambio de un asno, una viña por un corte de tela o de lienzo. Antes de partir, casaron entre sí a los niños de más de doce años, para que cada muchacha tuviese la compañía de un marido. […] Después, confiando en las vanas esperanzas de su ceguera, se pusieron en camino abandonando las tierras de sus nacimientos, chicos y grandes, viejos y niños, a pie y caballeros en asnos y otras bestias y en carretas y continuaron sus viajes, cada uno a los puertos que debían de ir, e iban por los caminos y campos por donde iban con muchos trabajos y fortunas, unos cayendo, otros levantando, otros muriendo, otros naciendo, otros enfermando, que no había cristiano que no hubiese dolor de ellos, y siempre por do iban los convidaban al baptismo y algunos, con la desventura, se convertían y quedaban, pero muy pocos, y los rabíes los iban esforzando y hacían cantar a las mujeres y mancebos y tañer panderos […] para alegrar la gente y así salieron de Castilla.”

Torrentes de palabras se han derramado tratando de demostrar la afinidad entre el fin del plazo de la expulsión de los judíos (fines de julio de 1492) y el hecho de que Colón zarpó de Palos de la Frontera el 3 de agosto de 1492, pocos días luego de éste. A esto se lo señala como una prueba más de las raíces judías de Colón o al menos de gran parte o aun de toda su tripulación.                

Hay quienes inclusive indican que el fin del plazo del edicto de expulsión coincidió en aquel año con el nueve del mes hebreo de Av, día de la conmemoración de la destrucción del templo de Jerusalén, y fecha tradicionalmente de mal agüero y predispuesta a tragedias para los judíos a lo largo de la historia. Es más, las festividades de Rosh Hashanáh1 y Yom Kippur2 cayeron durante el viaje hacia occidente (agosto-octubre) y hay quienes, basados en pura imaginación, no dudan en contar que en alta mar se elevó a las alturas la plegaria de Kol Nidrei3 (famosamente ligada a la expulsión de España, por medio de la cual los judíos quedaban libres de sus votos de conversión al cristianismo).

Nunca sabremos cuál fue la fracción de judíos que participaron en el primer viaje
A menos que se descubran documentos incógnitos, parece ser que nunca sabremos con exactitud cuál fue la fracción de judíos que participaron en este primer viaje al Nuevo Mundo. Sabemos con certeza que el traductor de la expedición, Luis de Torres, o como lo manifiesta su nombre hebreo, Yosef Ben Halevy Haivrí, era judío. Luis de Torres dominaba el castellano, el portugués, el árabe, el hebreo y el arameo y fue incorporado a la tripulación dada la expectativa de Colón de encontrarse en el extremo oriente de Asia con los descendientes de las diez tribus perdidas de Israel, con los cuales debería comunicarse en la lengua de Moisés. Fuera de Torres, la composición judía de la tripulación es en el mejor de los casos conjetura y —en el peor de ellos— pura imaginación.

Al respecto, cabe mencionar que luego del descubrimiento, se prohibió terminantemente a judíos o a cristianos nuevos establecerse en América, y para controlarlo fueron inclusive establecidas sucursales de la inquisición española en Perú, en México y en otras ciudades de Hispano-América. No obstante, muchísimos judíos y cristianos nuevos encontraron su camino al Nuevo Mundo, más que nada por medio de los viajes de descubrimiento portugueses, estableciendo colonias (por ejemplo en Brasil, Curaçao, Perú, etc.), que se autodenominaban “nação”, “nación”, refiriéndose a su extracción portuguesa pero que en realidad eran mucho más judías o criptojudías que portuguesas.

De lo que sí tenemos una mejor idea es de los judíos y cristianos nuevos que siendo miembros de la corte de los reyes católicos, contribuyeron —sea en el ámbito político o en el financiero— al éxito de la travesía del Atlántico. La principal contribución de parte de gente de origen judío a los viajes del descubrimiento se halla en los ámbitos político y financiero como también en los campos de la astronomía, la cartografía y la navegación.

Quienes apoyaron a Colón eran de origen judío
La mayoría de los miembros de la Casa Real que ofrecieron su apoyo moral, político, financiero y administrativo a Colón era de origen judío. Dos miembros prominentes de la corte de origen judío desempeñaron un rol significante en el proyecto colombino. Uno, Luis de Santangel, Escribano de Ración, cuyo abuelo se convirtió al cristianismo, actuaba de “Ministro de finanzas” de España y consideraba que el sufrimiento de sus hermanos judíos necesitaba atención especial. El otro era el tesorero real, Gabriel Sánchez.

Ambos eran plenamente conscientes de su origen judío, ya que tuvieron parientes que habían sido perseguidos por la inquisición. El primer viaje de Colón fue financiado principalmente gracias a un préstamo de más de un millón de maravedíes, avanzado a la corona por Santangel. El segundo viaje de Colón (1493-96) fue financiado gracias o los fondos reunidos a raíz de la venta de propiedades y riquezas judías confiscadas por la corona en la época de la expulsión.                    

Vale la pena recordar que la primera carta de Colón, en la que relata lo sucedido en su primer viaje, fue dirigida a Santangel; y la segunda, a Sánchez. Incluso el celebérrimo comentarista bíblico, el Rabino don Isaac Avrabanel, que fuera de su eminencia comentarista fue administrador de las rentas reales, estuvo entre los que apoyaron a Colón financieramente. Contrariamente a Santangel y a Sánchez, Avrabanel se aferró a la religión de sus padres y por lo tanto tuvo que abandonar España.

En sus recorridos, Colón utilizó tablas astronómicas, almanaques e instrumentos de navegación desarrollados e inventados por astrónomos judíos (como Abraham Zacuto). Colón obtuvo sus conocimientos geográficos a través de las obras de, entre otros, algunos cartógrafos judíos famosos (como los catalanes Abraham Cresques y su hijo Jehudá). Y los hay más. Miguel de Almazán y Gaspar de Berrachina, secretarios personales del rey Fernando; Alfonso de la Caballería. vicecanciller de Aragón; Jaime de la Caballería, asesor personal del rey Fernando; Pedro de la Caballería, asesor y financiero personal del rey Fernando; Juan Cabrero, gentilhombre de cámara real; Diego de Deza y Hernando del Pulgar, asesores reales; Alfonso Sánchez, tesorero delegado de la corte; Francisco Sánchez, administrador real; Abraham Senior, administrador de las rentas reales. Todos éstos eran judíos o conversos. Dada su prominencia, no cabe duda de que ejercieron influencia en los monarcas para que aprobaran el proyecto colombino. Hubo otros, no judíos o conversos, que también influyeron.

Es más, sería exagerado postular que el apoyo al proyecto colombino estaba ligado al hecho de que ellos fueran de orígenes hebreos y que, por tanto, estamos frente a un “proyecto judío”. Pero el hecho es que paralelamente a un período crítico en la historia de su nación, estaban ellos presentes allí, judíos y descendientes de judíos, ejerciendo su influencia en momentos decisivos que al cabo de pocos meses transformarían para siempre el curso de la historia mundial.

* Investigador en el Departamento de Historia de la Universidad de Haifa y profesor de Historia en la Facultad de Humanidades de la Universidad Hebrea en Jerusalén y en el programa interdisciplinario de la Facultad de Humanidades de la Universidad de Tel Aviv. Su campo de especialización es la era de los descubrimientos.

Aurora, Tel Aviv 15-09-2012

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1 En hebreo 'cabeza del año'. Año nuevo judío (es en el mes Tishréy del calendario hebreo, cae en setiembre u octubre).

2 Día de la expiación. Según los años, cae en setiembre u octubre.

3 En arameo significa ‘Todos los votos’. Oración introductoria de la festividad de Yom Kippur.