Guerra del Pacífico. Chile, país delincuente con delirio de potencia
Cuando se observa las grandes ganancias que Chile obtiene explotando los minerales (cobre ahora, salitre antes) de territorios que usurpa al Perú y Bolivia, cuando se reconoce que las adquisiciones de armamento ponen a Chile en situación ventajosa frente a sus vecinos, cuando se comprueba el monto de los capitales chilenos invertidos en el Perú, que le dan una situación de dominio en nuestra economía, parece lógico dar por cierta la opinión de que Chile es el país dominante en esta parte del continente; por su fuerza militar, por su mal habida riqueza, etc.
Creemos que ya es tiempo de entender mejor este escenario y comprender la naturaleza y sentido de los actores. ¿Es Chile de por sí tan poderoso y dominante, que se deba considerarlo el país dominante de la región? La respuesta es no; es una percepción equivocada, resultado del trabajo incesante de la diplomacia chilena y de los sobornados periodistas, empresarios y políticos peruanos que con mucho entusiasmo contribuyen a fomentar esta creencia.
Por el número de habitantes y por sus recursos naturales, Chile dista de ser la potencia que ellos y sus coimeados acólitos peruanos creen que es. Lo que hay de verdad es que Chile tiene un estado bien organizado y firme en sus objetivos nacionales de robar territorios a sus vecinos y conservar lo robado, para lo cual ha necesitado siempre la fuerza de las armas y el dinero para corromper a personajes de países vecinos. Entenderemos mejor esto comparando la situación del Chile “próspero” con el Japón surgido después de la Segunda Guerra Mundial, en la que sufrió una catastrófica derrota. Los japoneses se reorganizaron, reconstruyeron su país, fortalecieron su industria y hoy Japón es una verdadera potencia cuyo gradual desarrollo y auge ha sido observado por todo el mundo, una auténtica potencia industrial y financiera, que ha logrado ese sitial trabajando, no ha robado nada, como sí lo hace Chile.
En su conocida planificación a largo plazo los chilenos han tenido previsto lo siguiente:
a) tener y mantener una fuerza armada bien equipada y entrenada, capaz de derrotar al mismo tiempo a sus tres vecinos (Argentina, Bolivia y Perú);
b) robar territorios de Argentina, Bolivia y Perú;
c) mediante la fuerza de las armas, suscribir con los países afectados tratados que den apariencia de legalidad a la usurpación y robo territorial;
d) obtener de los derrotados una cuantiosa indemnización de guerra (aparte del territorio robado);
e) reanudar relaciones diplomáticas con los países saqueados, para asegurar la introducción de espías y coimeadores chilenos por todas partes (periodistas, políticos, diplomáticos, militares, empresarios) y también para asegurar el comercio con dichos países e inversión de capitales chilenos1 (o sea, que además de perder territorios, Perú Bolivia y Argentina deben proporcionar ganancias comerciales a Chile).
Sabemos que Chile, país del robo y el asesinato como política de estado, ha logrado que se cumplan los objetivos mencionados pero no porque lo merezca o porque su desarrollo natural lo lleve a ser —como hoy son Japón y Corea del Sur— una potencia hegemónica y poderosa. Lo que debe estar clarísimo para nosotros es que el éxito de Chile, país de rateros, es resultado de una mezcla de violencia y corrupción: esto quiere decir que para desarrollarse y tener bienestar Chile ha necesitado siempre de las armas y del dinero para corromper (es lo que mencionamos en el punto e)); no es como Corea del Sur, por ejemplo, que ha logrado su desarrollo con el trabajo honesto, sin robar a nadie, sin asesinar a ciudadanos de países vecinos como hizo Chile en sus guerras.
Entonces ya entendemos que cuando políticos, periodistas y diplomáticos peruanos dicen que se debe plantear nuestros reclamos ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ) de La Haya sin tocar para nada lo concerniente a inversiones de capitales chilenos en el Perú, lo que está pasando es que funciona a todo vapor una bien lubricada maquinaria de corrupción, con el resultado de que el sudor y trabajo de los peruanos proporciona ganancias a Chile, país enemigo que hasta el día de hoy persevera en su afán de robarnos territorio. Para los chilenos es casi igual de efectiva la inversión en armamento como la inversión en coimas, que alcanza niveles insospechados.
Recordemos que en enero de 1979 un tribunal militar mandó fusilar a un suboficial de la Fuerza Aérea del Perú (FAP) que vendía a Chile información clasificada. Y lo más sintomático es que ese mismo verano de 1979 —recomendamos a nuestros lectores indagar en periódicos de la época— cuatro oficiales de la FAP huyeron a Chile con aviones y todo (¡claro, la investigación iba avanzando y “sintieron pasos”). Si han coimeado a militares, fácil es deducir que lo hacen con periodistas, políticos, diplomáticos y empresarios.
Transcurridos ya años de la caída del gobierno militar de 1968-1979, reiteradamente se menciona que el general Juan Velasco Alvarado tenía la intención de recuperar los territorios robados de Arica y Tarapacá. Y se ha escrito que de los tres institutos armados fue la Marina de Guerra del Perú (MGP) la que no demostró ningún entusiasmo por esa patriótica acción… ¡Y qué casualidad que sean justamente los de la MGP los que, demostrando gran cariño y amor por la patria chilena, levanten un monumento al chileno Arturo Prat, delincuente abyecto que trató de matar al almirante Miguel Grau! Así las cosas, los peruanos deberíamos preguntarnos si en caso de agresión chilena, los del monumento al excrementicio Arturo Prat2 empuñarían las armas para combatir a la querida patria chilena… Lo vemos bien difícil.
En el aspecto militar tampoco las cosas están a favor de Chile. Cierto es que tienen mucho mas armamento que el Perú y que los EE. UU. apoyan a Chile en sus robos territoriales3, pero en las actuales circunstancias no es fácil que los ladrones chilenos invadan nuestro territorio aunque deseen hacerlo. Enumeramos tres razones:
1) En el plano internacional, políticamente Chile no podría justificar una agresión contra el Perú, porque la opinión pública internacional jamás podría creer que un país pobremente armado como el Perú ataque a un vecino muy bien armado y que tiene antecedentes de robo territorial a Argentina, Bolivia y Perú;
2) Aunque Chile tenga superioridad en equipo militar que le permitiría causar gran daño y desintegrar a nuestra fuerza armada4, y aunque en la agresión contra el Perú tenga el apoyo de los que ponen monumentos, enfrentaría una larga y victoriosa guerra de guerrillas (donde no tendrían cabida traidores como Nicolas de Piérola o Miguel Iglesias), con combatientes militares y civiles, que no tardarían en llegar a nuestros territorios de Arica y Tarapacá;
3) El Perú tiene gente con experiencia bélica ganada en la Guerra del Cenepa y en la lucha antisubversiva.
Ganados por una esquizofrenia propia de los delincuentes y envalentonados por la sumisión de la gente que han coimeado en el Perú, los chilenos se creen prácticamente una gran potencia. Además del mar territorial que les corresponde, afirman que su dominio marítimo se extiende a lo que llaman “mar presencial”, un concepto desconocido en el derecho internacional, que lo prolongan hasta la Polinesia. Pues bien: ¿qué nos importa que los rateros chilenos digan que tienen “mar presencial”?, ¿acaso nosotros necesitamos como cuestión de vida o muerte comerciar hacia el sur con los pingüinos de la Antártica?, ¿necesitamos permiso de Chile para que naves peruanas vayan, por ejemplo, a Australia por aguas internacionales? Como vemos, todo es pura palabrería y publicidad. Porque si se trata de posición geográfica privilegiada, la tiene el Perú que, una vez que salga de la corrupción del gobierno sirviente prochileno del Apra, podrá controlar en sus 200 millas el paso de barcos que van hacia el norte, y de igual manera expulsará del Perú a las aerolíneas chilenas, que viajan al norte usufructuando nuestro espacio aéreo. Vista la cosa así, ¿quién necesita a quién? Respuesta: Chile necesita el espacio aéreo del Perú, Chile quiere el gas de Camisea, Chile quiere lograr control de más puertos y aeropuertos, etc. Ah, y recordemos que los rateros y asesinos chilenos prosperan porque hay peruanos corruptos, bien pagados, que les permiten hacer lo que les viene en gana.
Como el gobierno aprista se precia de ser democrático, aquí le sugerimos que organice una consulta popular:
1) ¿Desea Ud. que se le venda gas a Chile?
2) ¿Desea Ud. que Chile tenga control de puertos y aeropuertos peruanos?
3) ¿Aprueba Ud. que el Apra y la Marina de Guerra del Perú le hayan puesto un monumento al chileno que intentó asesinar a Miguel Grau?
4) ¿Desea Ud. que Chile domine más la economía del Perú con el TLC Chile-Perú firmado en secreto?
4) ¿Desea Ud. que se expulse del Perú a LanChile y a todas las empresas chilenas?
¡A ver, sirvientes prochilenos, anímense a efectuar un referéndum!
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1 El Libro Blanco del ministerio de Defensa de Chile hace explícito que la fuerza armada chilena protege las inversiones que ellos hacen en otros países. Esto significa que los felipillos —coimeados o no coimeados— que abogan por las inversiones chilenas en el Perú lo que hacen es insertarnos un peligrosísimo caballo de Troya que atenta contra nuestra seguridad nacional.
3 Leer Guerra del Pacífico, yanquis y chilenos
4 En la invasión de Iraq, por ejemplo, los estadounidenses destrozaron la fuerza armada iraquí, pero no calcularon que miles de militares iban a formar frente común con civiles patriotas y hasta con terroristas, todos unidos en la lucha contra el invasor yanqui y sus sirvientes iraquíes, en una guerra que tiene empantanada a la fuerza armada más poderosa del mundo. ¡Qué triste final tendrían los asquerosos piojos chilenos en una prolongada guerra de resistencia!